Texto: Paco Bernal | Fotos: web
Meliveo es un perfeccionista. Es incapaz de pisar un escenario sin tenerlo todo muy preparado. Cuando compone busca la expresión exacta de lo que lleva dentro y ve. Cuando sencillamente hay que proyectar una imagen al fondo del escenario, busca algún efecto que le de un plus. Cuando ilumina quiere la precisión. Mantiene una lucha continua de excelencia consigo mismo.
La nostalgia no es una característica de este artista, prefiere mirar hacia delante. Pero le pido los peldaños clave de su carrera y se presta a ello. Se lo piensa un instante. Los dos primeros son Casting, A la Caza de Bernarda Alba y Rama… eran dos obras muy diferentes. Una es danza contemporánea y otra un musical. Ambas tuvieron mucha repercusión nacional e internacional. Con “Rama” no había persona, sobre todo extranjeros que cuando escuchaban la música no compraran el disco. Estos dos éxitos me llevaron a pensar: puedo hacerlo. Cuando ves tu obra en escena y dices verdaderamente esto es lo que quiero y me gusta… deja la frase en suspenso para dar un trago a la coca cola zero (no tenía refrescos de naranja) que le he ofrecido.
Tras estos montajes teatrales llegó su primera película, Júpiter, de Ignacio Nacho. Tercer escalón y un cambio cualitativo… El teatro ya me estaba agotando porque yo tenía más posibilidades y quería saltar al cine, pero no tenía ni puñetera idea de cómo. Lo primero para hacer una banda sonora de cine es que te entre una película. Y de repente Ignacio Nacho, a quien yo conocía del mundillo teatral, me llama y me dice, voy a hacer una película, ¿le pones música? Me acuerdo que le dije que sí pensando que nunca la terminaría, que sería otro más de esos proyectos inconclusos. Dos meses después se me presenta con la película terminada. Y yo cumplí con mi parte, naturalmente, compuse la banda sonora. Hice “Júpiter” y aprendí muchísimo.
En 1999 se estrenó Solas, lo que supone su primera nominación a los Goya. Es el cuarto escalón… me pone en el top durante unos años. Ya no me tengo que demostrar nada a mí mismo. Solas le coloca en el mapa, pero confiesa… yo he hecho mejores películas que Solas, sin embargo no han tenido la misma suerte.
Al año siguiente le llama Imanol Uribe, fascinado por su trabajo en el filme de Benito Zambrano, y le requiere para componer la música de Plenilunio. Quinto escalón. Meliveo compone una banda sonora fascinante, plena de suspense y tensión y consigue su segunda nominación a los Goya. Reconoce que perdió ligeramente la perspectiva… me siento capaz de todo en ese momento, creo que soy el rey del mundo y pienso que me los voy a comer a todos con patatas. Un error, añade rápidamente. El no sabía que la piscina estaba llena de tiburones. El tiempo le ha ayudado a comprender y con autocrítica añade mirándome directamente… lo que me falta en ese momento de top total, es un conocimiento de verdad de cómo funciona esta industria del cine.
Pero la cierto es que está en racha, ese mismo año compone también la banda sonora de Fugitivas, de Miguel Hermoso.
Meliveo encumbrado se ve capaz de enfrentarse al director… me nominan por “Plenilunio” de Imanol Uribe con el que yo me entendí perfectamente, pero “Fugitivas” contenía una música mucho más avanzada, contemporánea. Ahí probaba cosas, era una composición mucho más rompedora y personal. Pero la distribución de “Fugitivas” fue un desastre y el filme se tapó y se oscureció. “Fugitivas” fue una lucha con Miguel Hermoso, a quien le encanta el flamenco y quería algo así, flamenco. Con el tiempo he aprendido a querer más a los directores que confiesan que no entienden de música porque te dejan más libertad. Miguel Hermoso insistía: flamenco, flamenco. Y yo le respondía, yo no soy flamenco pero tengo la música de tu película muy clara dentro de mí. Miguel venía cada mañana a mi estudio a escuchar el trabajo que yo había hecho por la tarde y noche. Se sentaba conmigo, día tras día, finalmente le convencí de que el flamenco no me daba todo lo que una road movie como era “Fugitivas", necesitaba. El flamenco solo no aportaba el suspense. Lentamente rompí la inercia que el tenía. Porque yo necesitaba otro tipo de instrumentación, de melodías para hacer música cinematográfica. Me acuerdo que el productor mandaba discos y discos de flamenco, quería convertir la banda sonora en una colección de éxitos, un flamenco mix. Tras dos semanas en mi estudio el mismo Miguel le cortó, no mandes más discos que el Meliveo está que se sale, lo tiene muy claro.
Y finalmente un sexto escalón. 2006, El camino de los ingleses… supone la libertad absoluta. Me sentía muy cómodo. El director, el guionista y yo éramos poco menos que hermanos. Banderas decía que no era una película narrada sino soñada, y yo me enganché a esa palabra. Me pregunté, ¿cuál es la música de los sueños? Estuve dándole vueltas hasta que de repente encontré la sencillez de una respuesta luminosa: la que tú quieras, son tus sueños. Y compuse la música que me dio la gana, la que yo pensaba mejor para la atmósfera de la película. La crítica a esa película y a su banda sonora se dividió, dos tercios las odiaban, no sé por qué, supongo que defraudó las expectativas. Y un tercio decían que era la mejor película de toda su vida.
Meliveo tiene su teoría sobre el filme relacionada con su primera juventud… En aquella época Soler éramos como hermanos. Sé, he sabido después, que él buscaba ya entonces, se planteaba ser escritor, o pintor, que esto poca gente lo sabe. Y yo miraba en secreto y con deseo hacia el teatro. Pero en la pandilla no lo decíamos, hablábamos de tías y fútbol, para hacernos los machotes, por temor a que te avergonzaran. Recuerdo que leía a Herman Hesse y no comentaba nada, me lo guardaba para mí. Y la película habla de eso, de silencios y búsquedas. Cómo decía Banderas, de los sueños.
La escalera ascendente termina ahí. Llegó la crisis y arrasó con todo lo que teníamos. Las artes escénicas son una víctima más… a partir de El camino de los ingleses mi carrera cambia, toma otro rumbo, menos agradecido económicamente, bajo de la cima. Pero, de verdad, no me preocupa por mí, son 33 largometrajes en 12 años, tengo ya un recorrido. Me preocupa porque tengo descendencia. Me preocupa la falta de futuro para los que vienen detrás. Yo me puedo dar con un canto en los dientes con lo que he conseguido y vivido.
Hay en sus palabras fatalismo y se corrige enérgico… pero estoy aquí, estoy esperando esa película, yo quiero trabajar en algo que me guste, los sufrimientos que yo he pasado, los codazos (que todavía siguen), de eso es de lo que ya no quiero más. ¿Creativo? Soy un hervidero, siempre he vivido de la misma manera. Yo no cedo ni paro. ¿No me encargan nada? Pues lo invento. Toda mi vida me he encargado el trabajo a mí mismo, me he puesto a producir teatro, montarlo, interpretarlo, distribuirlo. Ya era así antes del cine. Pero es que apareció el cine y, tío, es que me llaman por teléfono, es que no tengo más que decir sí o no. Hago esto y esto no. Y con un dineral por medio. Eso terminó. Lo viví. Pero sigo aquí, y como me siga el paro haré un largometraje o tiraré por el teatro, si es que el teatro se aclara.
Meliveo no se rinde. Su trayectoria es ejemplar. Ha luchado. Unas veces ganó y otras perdió. Pero su balance es positivo. Y ahora, en estos tiempos revueltos y descorazonadores, sencillamente no se rinde.
En la tercera y última entrega Meliveo valora la situación actual del cine y la de las artes escénicas malagueñas, en especial el boom del microteatro.
Hablamos con Antonio Meliveo (I)
Hablamos con Antonio Meliveo (III)