10/11/2018. Palacio de Ferias y Congresos de Málaga.
Texto: Mikel Villar | Fotos: Promocionales FSO
Es de agradecer que de vez en cuando podamos asistir a conciertos de música clásica fuera de los roles encorsetados del género. El esfuerzo que la FSO y su director Constantino Martínez-Orts despliegan sobre el escenario, acercan la clásica contemporánea a un público plagado de familias con niños y en ocasiones neófito en este tipo de sonidos. Una joven orquesta, bien preparada y con una excelente técnica, interpreta las obras más conocidas del maestro John Williams intercalándolas con algunas que no han tenido tanta repercusión.
Constantino, ataviado cual “Caballero Sith” maneja la batuta como si se tratara de un sable laser, danza, salta y corretea encima del escenario, piernas abiertas preparado para la batalla y presenta, uno a uno, todos los temas que se van a interpretar.
A pesar de una gran interpretación está en un segundo plano en la escena. Unos juegos de luces ayudan a completar la atmósfera de fantasía y ciencia ficción de las piezas, pero no ayudan a visualizar el buen trabajo de los intérpretes, salvo en las contadas ocasiones en las que un solista se pone en pie y entonces un rayo de luz que lo señala. Tampoco se puede apreciar el vestuario diseñado en exclusiva por Jaime Suay para esta gira, únicamente el director, con un doble foco sobre él durante todo el concierto, es la figura omnipresente sobre el escenario.
No es una novedad señalar la grandeza de la obra de Williams, que pone sonido a mundos mágicos, llenos de héroes, ciencia ficción, drama y humor y que transciende más allá de edades. La que formó parte de la banda sonora de la vida de todos los que disfrutamos con la clásica y el cine, Tiburón, Indiana Jones, La lista de Schindler, Superman, Star Wars…, es ahora la música de una nueva generación de chavales y fans, varios de ellos disfrazados de la saga galáctica, que disfrutaron de un concierto con algunas sorpresas.
L
a gran sorpresa del concierto es que no se celebró en ninguno de los dos auditorios que el FYCMA tiene entre sus instalaciones. No, el concierto se instaló en parte de uno de los pabellones del complejo. Tras acceder a través del Patio de Carga, nos encontramos con un distribuidor en el que se han instalado puestos de “merchandising” y varias barras de bar donde se puede comprar bocadillos, aperitivos, cervezas o combinados y a escasos diez metros, un gran patio de “butacas” montado con sillas de plástico sobre una mínima tarima de madera en algunos casos, rematado por un graderío metálico con asientos de respaldo bajo, más propio de eventos deportivos y cierta sonoridad en cuanto alguien se movía.
Es de agradecer que se colocaran grandes telas a modo de falso techo y en algunos laterales, que al menos permitieron poder escuchar las melodías, pero que no impedían que además se escuchara el constante “run-run” de la climatización, ruido del exterior (probablemente del evento que se celebraba al mismo tiempo en los pabellones colindantes), ruidos de puertas, ruidos de vidrios chocando en las barras…
A pesar de la espontaneidad del espectáculo que agradecerán los asistentes mas jóvenes, no se percibió la “experiencia sensorial” que promete el programa. No parece el lugar más adecuado para disfrutar de la música de John Williams, que tras una trayectoria de más de seis décadas en esto, se merece todos nuestros respetos y un lugar mejor.
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