Texto: Norberto Rizzo | Fotos: Daniel Pérez TC
La noche musical del Terral no terminaba con Fito Páez, sino que continuaba en el Teatro Echegaray con la compositora peruana Sara Van.
En este caso la propuesta era mucho más íntima, tan íntima que muy pocos se enteraron de la mayor parte de lo que la cantante quería decir, y no es porque hablara en otro idioma si no porque no tenía demasiado claras sus ideas o eso daba la impresión.
El espectáculo, muy flojo y, sobre todo, desprolijo, no estaba a la altura de las circunstancias. La intérprete, que cuenta con un carisma al cual le podría haber sacado más provecho, interpretó, en su gran mayoría, temas propios que seguían una misma línea, tanto melódica como argumental, donde el fatalismo estaba más que presente.
Una canción para su abuela que había muerto, otra para su perro al que quería mucho y que lamentablemente también había muerto, y así una y otra que hicieron al patio de butaca compadecer tanta perdida en la vida de una misma persona.
Algunos de los temas eran, por decirlo de alguna forma correcta, homenajes a temas muy conocidos del folclore como puede ser el archiconocido Cartagenera. Cuando sobre el final, comenzó a cantar algunos temas populares de grandes autores latinoamericanos, demostró todo los recursos que tiene como artista pero que, lamentablemente, se transformaron sólo en una pincelada final. Vale destacar también que la artista contaba con una banda de grandes músicos que sin lugar a dudas subieron el listón del espectáculo.
El Terral
El Terral es una muy buena idea que permite que los malagueños podamos ver diferentes estilos musicales, artistas de diversas latitudes, y sobre todo una música que, al no estar dentro de los parámetros de lo llamado comercial, no llegaría de otra forma.
Si ha habido más o menos público, es un tema que debe servir sólo para buscar nuevas formas de atraer al público pero nunca para cambiar la línea de programación de este evento que es de los pocos que se van salvando de caer ante la crisis.