23/10/2014.Teatro Echegaray.
Texto: Carlos Guerrero | Fotos Proyecto Tamgú
“El tango tiene un origen infame que se nota”, decía Jorge Luis Borges, quien defendía que el estudio del tango nos muestra las vicisitudes del alma argentina. Sin embargo, el tango fue denostado en sus orígenes por quienes lo tachaban de zafio y prostibulario, el reptil de lupanar en boca de Leopoldo Lugones; nunca llueve a gusto de todos. En Tango crudo de Proyecto Tamgú el arrabal está presente en la melodía, se siente la entraña en el pulso y se respira la brisa del Mar del Plata. Los arreglos de Juan Baca no huyen del tema original, más bien crecen en él, lo colorean con un nuevo andamiaje tímbrico y le insuflan nueva vida. El principal acierto de Proyecto Tamgú reside en sublimar la visceralidad del tango con su delicado trato camerístico. El alma argentina de Tango Crudo es concupiscente y racional.
Tras una bella elocución de alabanza a la música porteña que sirvió de preámbulo, el mejor tango resonó entre las paredes del teatro. Un cuidado sonido hizo las delicias del nutrido público. Los planos sonoros fueron correctos, todo estaba en su sitio, si bien desde nuestra butaca se echaba un poco de menos el piano y la guitarra eléctrica -mal menor causado por las imposiciones físicas del habitáculo y la cercanía del graderío a los monitores-.
El bandoneón de Mariano González llevó la voz principal con maestría. Sabe dejar al auditorio en vilo con un pianísimo o deslumbrar con su virtuosismo en los lances más técnicos. Por su parte, Juan Baca, contrabajo y alma máter de la formación, sostuvo al sexteto en todo momento. Rotundo en los tempos, viril en las arrastradas, todo pasión y talento. A su derecha, Juan Ramón Veredas dio una clase maestra al piano. Este músico, poco dado a los lucimientos personales, es una garantía de calidad. Sin la red de las partituras, se mueve por las teclas como un funámbulo de movimientos precisos y certeros. Juega con los ritmos y se entremezcla con la melodía a su antojo. Un auténtico goce para el oído. La sección de violines liderada por Lorenzo Triviño no fue a la zaga. Estuvo Triviño muy acertado en las melodías al unísono, y especialmente inspirado en Escualo de Astor Piazzolla. Luz Prado aportó densidad, intensidad y contraste, completando la sección de cuerda frotada. Disfrutamos también de la presencia de Luis Regidor a la guitarra eléctrica, quien se desplazó desde Madrid para aportar su saber hacer.
El programa nos invitaba a viajar por la historia del tango, desde los compositores de la vieja guardia hasta la revolución del género que supuso la obra de Astor Piazzola. Sonó Gallo ciego y Canaro en París. Destacaron los arreglos de La puñalada y los recursos del contrabajo (col legno, percusiones en la caja, etc.) en La yumba. Seguirían Reliquias porteñas y Arrabal Amargo, antes de llegar a Contra-bando –creación de Juan Baca- y al monográfico de cinco piezas dedicado al maestro Piazzola. Excelente la versión del Concierto para quinteto, melancolía y furia, marcadas dinámicas y unas bellas melodías al unísono. La Nocturna de J. Plaza cerró un concierto redondo, aunque faltaba la guinda del pastel: la ovación trajo de nuevo al sexteto al escenario para, ya sí, terminar con una vuelta a los orígenes del tango con El choclo.
Rigor y talento son las credenciales de Proyecto Tamgú, haciendo de Tango crudo una cita ineludible para los amantes del género.
Tango Crudo
Mariano González – bandoneón
Lorenzo Triviño – violín
Luz Prado – violín
Luis Regidor – guitarra eléctrica
Juan Ramón Veredas – piano
Juan Baca – contrabajo y dirección musical
| Sin eventos |
