20/07/2016.Festival Terral. Muelle Uno
Texto: Cristina Gandarias | Fotos: Alicia Rodríguez
Noche de verano es sinónimo de afloramiento de sensaciones, en general. Piensen cada uno de ustedes que les provoca pensar en una noche de verano y descubrirán que, como todas las ilusiones, pocas de las cosas que han pensado llegan al plano de la realidad.
El Terral, nos ha traído uno de esos momentos, que muchos de ustedes seguramente han idealizado. Un concierto de música cubana al aire libre tomando un mojito en buena compañía. En el subterráneo del Muelle Uno actuaron Alexey León y su banda.
La noche era perfecta, nada de calor ni de bochorno, cielo despejado y una brisa perfecta para no echar de menos cubrirte con un pareo. El sitio, alternativo, con sillones que te permiten que el culo no se te duerma, espacio de sobra para que los viandantes de paso se puedan ir acoplando progresivamente sin molestar, y para los que gusten, paredes con exposiciones de arte; y por supuesto, un bar que te sirven refrescos, mojitos, o lo que prefieran, acompañado de snacks y encima a precios normales, esto último lo destaco porque últimamente resulta tan anormal que por cualquier circunstancia especial, te peguen una clavada del quince y tengas que tragar, que creo que es de ley destacar que aquí esto no ocurre.
El grupo empieza con puntualidad británica y son cubano. A las 22.00 horas se suben al escenario y empiezan a recordarnos con su música, esa época colonial, de grandes bailes en salas donde se palpaba el tráfico de dinero, elegantes coches cuyas puertas eran abiertas por un camarero negrito vestido con esmokin blanco y pajarita negra.
La banda sigue tocando y va alternando esos momentos coloniales con notas más sensuales que a más de uno le pueda transportar a una tórrida y placentera noche de verano en la playa o en una cabaña con un gran ventilador en el techo que a poca velocidad remueve la humedad de los amantes.
Alexey canta y nos lleva a alguna plaza recóndita en la Habana donde por casualidad nos hemos encontrado con un momento mágico improvisado en el que te hermanas con la gente del lugar. Carlos Sarduy toca un solo de trompeta que dibuja una bonita escena en la que una pareja se termina la última copa que enlazan con un baile lento, piel con piel, previo a una arrolladora actividad de intercambio de fluidos.
Durante la hora y media que nos deleitaron con su música, el grupo aumentaba y disminuía el ritmo tal y como se alternan el calor con una brisa que varía la temperatura y evoca diferentes sensaciones al rozar la piel.
Para finalizar, la luna se asoma por los edificios del fondo, curiosa, animada, plena y hasta parece sonreír.
Alexey León, saxofón, flauta y voz
Iván ‘Melón’ Lewis, piano
Carlos Sarduy, trompeta
Dany Noel, bajo
Dani Domínguez, batería