Sep 20 2012

Teatro Cervantes. 19/09/2012

El saludo de Chucho Valdés y Concha Buika en el teatro CervantesMúsica y solidaridad a partes iguales en el vigésimo aniversario de la Fundación Cudeca de la mano de Chucho Valdés y Concha Buika.

Texto: Carlos Guerrero | Fotos: José M. Cortés

Un Teatro Cervantes repleto fue testigo de una noche solidaria y extraordinaria. Solidaria porque se conmemoraba el vigésimo aniversario de la Fundación Cudeca que, como muchos malagueños ya saben, se encarga de traer luz a los enfermos de cáncer en estado avanzado y sus familias.

Y extraordinaria gracias a la colaboración altruista de Chucho Valdés y Concha Buika, dos músicos sobresalientes. Chucho lleva tiempo afincado en Benalmádena y supo tirar de Concha con quien en 2009 grabó El último trago, el galardonado homenaje a una recién fallecida Chavela Vargas.

La gala atrajo a un público diverso pero ansioso por presenciar el evento. El girasol, símbolo de la FundaciónDomi del Postigo presentando la gala, lució en la solapa de todos los allí presentes, incluso en una perenne y algo pesada proyección sobre el fondo del escenario.

El concierto estuvo dividido en dos partes, primero con Valdés en solitario y después a dúo con Buika, apreciación bien traída en la presentación para no impacientar al respetable que también deseaba escuchar a la diva.

Salió al escenario el “gigantón con cara de niño”, como fue presentado, y pronto se abalanzó sobre el piano. Su envergadura y su pulcra técnica reflejada en la pulsación y agilidad de dedos empequeñecieron las casi ocho octavas del teclado. Su tocar es fruto de la honda y sabia educación musical recibida de Bebo y de su madre, profesora de piano en la Habana, así como del estudio de los grandes del instrumento y de una dilatada trayectoria profesional. El septuagenario artista cubano pintó la noche con su variada paleta de estilos, ritmos y virtuosismo a medida que desgranaba canciones cubanas, boleros y standards de jazz. Abrió el concierto con una cálida interpretación de Caridad Amaro (popularizada por la película Calle 54). El delicado tema principal fue derivando en una suerte de improvisaciones nítidamente articuladas y entrelazadas. El Manisero nos llevó a La Isla entre piruetas rítmicas con un final virtuoso que arrancó aplausos de devota admiración. Con Bésame mucho acabó por meterse al público en el bolsillo mediante una personal interpretación del bolero que se atrevió a llevar a la clásica dando muestra de su formación más ortodoxa; no sería la única vez que lo hiciera. Blue Monk trajo el blues y el jazz a escena con un pilla-pilla magistral entre las manos derecha e izquierda que se buscaban, se escondían y se pasaban la melodía y la base rítmica al antojo del maestro. Más tarde sonó Liza, de Gershwin, alarde cromático y virtuoso aunque algo atropellado en su desarrollo que pecó de premura en el tiempo de cocción siempre necesario para llegar al clímax, quizá impelido por el formato del acontecimiento que no se daba a largos temas. En su piano también sonaron entre otras composiciones Sólamente una vez y Esta noche vi llover hasta que ya avanzada la segunda parte apareció la otra protagonista de la noche, Concha Buika.

Chucho Valdés al piano en el teatro CervantesLa cantante afroespañola dejó momentos de una intensidad y una emoción a flor de piel que salía de sus pies desnudos, pasaba por sus entrañas y rompía en su garganta. Su voz rota pero aterciopelada sonó limpia y devoró canciones con una expresividad única. Alguno diría que tan personal interpretación quizá dejara en un segundo plano las bellas canciones que nos regaló. Comenzó con Siboney del maestro Ernesto Lecuona y siguió con Vámonos, recogida en su álbum con Chucho. La complicidad entre ambos quedó patente en sus miradas y la manera en que Buika alentaba a su pianista en las improvisaciones puente. Siguió el recuerdo a Chavela con Un mundo raro y se fue al jazz con una contenida y bellísima My one and only love cuyo final nos destapó el lado más creativo de la vocalista. Nostalgia cerró un concierto emocionante y generó una cerrada ovación que obligó a la pareja a volver a escena con un único pero delicado bis, Sombras.

Como dijeran al inicio de la gala, el tiempo que pasa nunca vuelve, pero momentos tan felices como éste permanecen en el recuerdo.

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