Nov 15 2011

Roy Hargrove Quintet en el Teatro Cervantes

25 Festival Internacional de jazz de Málaga.Teatro Cervantes. 11/11/2011

Elegante, exquisito y sublime.

Texto: Daniel Lozano | Fotos: Daniel Pérez/TC

Roy Hargrove es un músico que mantiene el equilibrio entre la modernidad y el clasicismo, dando como resultado una música elegante y al mismo tiempo excitante. Estamos ante un músico muy versátil, capaz de trabajar con artistas latinos, grupos de R&B, hip hop, funk o gospel entre otros, sin perder su clara influencia de grandes como Miles Davis o Freddie Hubbard.

el cuarteto acompañante del músico Se le considera un niño prodigio del jazz, viajando por toda Europa antes de cumplir sus 18 años y asistiendo a diversos festivales de jazz, destacando su primer paso por España en el festival de jazz de Vitoria. Este saxofonista de 41 años y nacido en Texas, pisó el festival de Jazz de Málaga para dar buena fe del éxito que ha cosechado y de su consagración como uno de los músicos más relevantes de los últimos tiempos en este género.

El Cervantes esperaba con ganas el inicio del concierto. El teatro estaba casi al completo (sólo quedaban unos cuántos asientos libres, seguramente de los concejales que no fueron) y la gente tenía ganas de jazz. Es cierto que en los festivales de Jazz, según palabras del artista malagueño Ernesto Aurignac, a veces hay de todo menos jazz, y no le falta razón. El de Aurignac y el de Hargrove han sido los dos conciertos de jazz por excelencia de todo el festival, con todos mis respetos a los demás artistas.

el quiteto durante una interpretación en el escenario del Cervantes El quinteto de Roy Hargrove apareció en el escenario con elegancia, no sólo por sus ademanes, sino por sus indumentarias (todos de impoluto traje), anticipando algunas de las claves de esta noche inolvidable: la belleza y el buen gusto tanto en el sonido como en el lenguaje. A partir de ahí comienza todo un recorrido por diferentes estilos tales como el cool y el bebop, aunándolos con naturalidad, desarrollando frases imposibles,
sencillas, estremecedoras, sublimes. Hubo espacio para otros como el hard bop, el funk, la balada, o incluso la samba, sin llegar a enmarañarse el discurrir de las notas, el camino de una expresiva banda decidida a hacer música en mayúsculas.

Roy y el pianista Sullivan Fortner El quinteto lo formaron Montez Coleman a la batería (extraordinaria demostración de versatilidad, acompañamiento y dinámica), Ameen Saleem al contrabajo (sonido muy redondo y cálido, clave en el engranaje de la banda), Justin Robinson al saxo (no se arrugó en ningún momento, formando junto a Roy una pareja excelente) y Sullivan Fortner al piano (dando una lección de recursos, sobre todo en la mano izquierda, mostrándonos una gran creatividad en todo momento, siendo de lo más interesante de la banda).

Son muchas las virtudes que mostró el quinteto, pero si hay que poner una pega, quizás pecaron de un exceso de sencillez, sobre todo en la dinámica. Me faltó excitación, y no es que no la hubiese, sino que ante una banda tan capaz como esta, uno espera y desea levantarse del asiento en más de una ocasión para gritar… ¡uhhh! Menos mal que en la recta final de la noche el destino hizo de las suyas para darnos lo que nos faltaba... Fue en el año 1997 cuando Roy Hargrove obtuvo su primer Grammy de Jazz con el Grupo Crisol, trabajando junto al pianista Chucho Valdés. Casualidades de la vida, el pianista cubano presenciaba desde su butaca el concierto de Roy y los suyos, siendo invitado a bajar al escenario para sorpresa de los presentes. A partir de aquí surgió la frescura que faltó al concierto hasta ese momento, para así culminar una noche sublime, una fiesta del jazz inolvidable, tremenda y digna de un festival que en mi opinión va a menos año tras año (será la crisis).