Jun 16 2018

Javier Rodríguez Barranco, La Farola, Málaga por su Farola,16/06/2018.  Málaga por su Farola.

Texto y fotos: Javier Rodríguez Barranco.

Hoy compartimos un nuevo texto en apoyo a nuestra Farola. En esta ocasión se trata de un buen amigo y compañero de la revista, Javier Rodríguez Barranco, escritor, editor, y aunque madrileño de nacimiento, un malagueño más al que le duele la pérdida de nuestro paisaje.

Dicen los veterocastellanos que uno no es de donde nace, sino de donde pace. En tal sentido, yo he pacido y mucho en Málaga. No me considero responsable de que me nacieran en otro lugar, pero sí asumo la decisión personal, una de las pocas acertadas en mi vida,  de haberme establecido en Málaga y provincia, desde el remoto mes de febrero de 1997.

Javier Rodríguez Barranco, La Farola, Málaga por su Farola,Y, bueno, uno ha visto cambios en la ciudad trimilenaria desde la peatonalización de calle Larios (diciembre de 2002) a nuestros días. Cambios que mejoraron y embellecieron la ciudad y todos aplaudimos en su momento, pero el devenir de los lustros tan sólo nos ha traído una decepción detrás de otra. La ciudad está perdiendo su identidad y se está convirtiendo en un engendro de plástico: si tan sólo te fijas en los comercios de la recién mencionada calle Larios, podrías estar en cualquier lugar del mundo. Es lo de siempre. Es lo que encuentras en cualquier otra población. Todo lo cual se me antoja muy curioso, porque los viajeros, cuando eran viajeros, y ahí tenemos al bueno de Hans Christian Andersen solazándose en la plaza de la Marina, buscaban la diferencia en sus viajes. Pero los turistas de nuestros días visitan el sur de España y su máxima aspiración consiste en hacer lo mismo que hacían en sus respectivos países nórdicos, gélidos, pero con mejor clima y la cerveza más barata.

Por eso, estamos asistiendo a un fenómeno curioso que abarca toda calle Larios, Granada hacia el este (calle Santa María, San Agustín, Alcazabilla) y es que, cuando lo normal era que los visitantes se vieran rodeado por los locales, los locales, quienes vivimos en Málaga con regularidad, nos vemos rodeados por los visitantes, lo que a mí, personalmente, no sé a los demás, me produce dudas ontológicas.

Y no quiero extenderme mucho en este punto, pero no quiero pasar por alto que quienes moramos en el casco más histórico de la ciudad (de calle Larios hacia el oeste) padecemos la incuria municipal, y la explosión del incivismo nocturno convertido todo el trazado musulmán de la ciudad en un gigantesco mingitorio, vomitorio etcétera. Un auténtico calvario en las horas que más necesita una persona. Por no hablar de los atropellos culturales: de las citas de los poetas del 27 en la calle Pozos Dulces, ya han desaparecido dos: la de Jorge Guillén (Ser, nada más. Y basta) y la de Alberti (Al sol le brotan ramas de alegría). Sobre la del poeta vallisoletano se pintó y la del gaditano desapareció cuando se repelló la fachada donde se hallaba, probablemente para inflar la nómina de apartamentos turísticos de la zona.

Llegamos así a la Farola, no el Faro, sino la Farola, de la misma manera que no es lo mismo el mar que la mar, con 201 años a sus espaldas, cuya defensa no creí nunca que fuera necesaria. ¿Verdaderamente queremos convertir Málaga en un parque de atracciones? ¿No merecería otra cosa la Ciudad del Paraíso?

Javier Rodríguez Barranco, La Farola, Málaga por su Farola,Muy cerquita de esa Farola estableció el arriba mencionado Jorge Guillén su última morada en la Tierra. Málaga conoció una importante actividad portuaria, porque así como la aristocracia gaditana del siglo XIX era una aristocracia comercial, valga la paradoja, la aristocracia malagueña era una aristocracia industrial, valga también la paradoja, y los tres primeros tercios del siglo XIX fueron los de la exportación de vinos (luego vino la filoxera), hasta el primer tercio del siglo XX Málaga era una potencia textil en España (luego se trasladó a Cataluña). Las chimeneas de Huelín evidencian una revolución industrial que duró hasta bien entrado el siglo XX.

La Farola, nuestra Farola, tuvo que ser necesariamente testigo de todo el trasiego portuario de aquellas décadas gloriosas. La Farola, nuestra Farola, tuvo que ser testigo del paso de Torrijos y sus hombres hacia su última aventura, sacrificados por el rey felón.

La Farola en su arquitectura nos habla de la serenidad y el equilibrio. La Farola nos habla de mozos y mozas retozando hoy día en la playa inventada en fecha reciente, o de paseos románticos buscando la brisa del mar para mejor disfrutar del momento. Evadirse en el plano individual del ajetreo urbano para buscar esos momentos de autenticidad personal que tan bien facilita la proximidad de uno de los más poderosos fenómenos naturales: al agua infinita, fuente de toda vida.

Javier Rodríguez Barranco, La Farola, Málaga por su Farola,La Farola transmite ternura y picardía al paseante, que necesita aislarse del ocio convertido en negocio que le rodea. La Farola nos habla de los anhelos de navegantes y de los sueños del farero en un diálogo constante entre la tierra y el mar: fusión pura de la realidad y el deseo, si recordamos a otro de los grandes nombres de la generación del 27: Luis Cernuda.  Prefiero al farero de Capdepera al vigía de occidente, afirma Joan Manuel Serrat en su conocido tema «Cada loco con su tema». La Farola es el retorno de la aventura y el inicio de una nueva.

Desde su posición privilegiada, la Farola de Málaga reclama la intimidad secular y perfila el horizonte de nuestra ciudad junto a la Manquita y el castillo de la Alcazaba.

Digámoslo claramente, y con esto concluyo, la Farola de Málaga es el último bastión del decoro entre las masas amorfas, bobinas, de los cruceros.

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