Sala Ibn al Jatib. La Cala del Moral. del 17 de mayo al 14 de junio.
Sala Puerta de la Axarquía. del 10 de mayo al 4 de junio.
Texto: Fernando de la Rosa. Imágenes: Daniel Sancho.
Chema Lumbreras nos trae su exposición Asir...Soltar … es como tener, pero tener que dejar... como tener un pajarito en la mano, como dejar libre algo que pudo ser nuestro, como una idea. Asir o soltar debe ser el dilema al que se enfrentan esos seres que recrea en precario y perpetuo equilibrio.
En urna de cristal, una piscina de cápsulas medicinales de variados colores, que brillan como las golosinas en el escaparate de un kiosco. En un agitado baño, una rata con el cuerpecillo de un hombre retoza entre las pastillas con regocijo. Junto a él, un hombrecillo con cabeza de rata (¿o era al revés?) examina con aparente interés una de esas extrañas cápsulas. Aunque podría ser la descripción de uno, no es un dibujo, o una pintura; es una escena creada con la presencia casi animada de personajes de papel y alambre entre auténticas cápsulas que aún huelen a medicina rancia. Estos personajes acostumbran a moverse con inusual agilidad y destreza por el estudio de Chema Lumbreras, apareciendo por sorpresa y con el mismo descaro tanto por los espacios expositivos como por los recovecos de la memoria.
Las ratas y los ratones, como los hombres o los conejos y las ranas o los cerdos, los lobos y las mujeres, son habituales protagonistas de las más variadas escenas de acción en miniatura. Vemos al tipo del traje marrón, (como a Emidio Tucci, el traje le sirve a Chema para expresar acción y ligereza) apoyado sobre la punta de un pie en una larga vara, intentando cogerse al último asidero que le queda antes de caer al vacío...pero ¿cómo diablos se ha metido en ese conflicto? ¿Porqué el artista somete a sus personajes a tales situaciones de peligro extremo, de estrés, o de locura? No conocemos exactamente las causas, pero ante la contemplación de una de estas escenas, podemos llegar a sentir verdadero alivio de no estar aún en semejante tesitura, si bien muchos podemos creer sutilmente, como creíamos ante la lectura de un cuento, en una emoción, en una experiencia viva.
Como espectadores de un mundo minúsculo, asistimos a un hecho en un momento álgido, que va a tener, con toda probabilidad, un desenlace inmediato e irremediable y ante el que no podemos hacer nada, pero ante el que podemos revivir o recrear nuestra propia experiencia vital y emocional. Lo que está sucediendo no es del todo creíble o descifrable, pues supone un conjunto de fragmentos a veces inconexos, en tanto proceden de la imaginación, que no es razón, sino memoria e invención. Como espectadores, tenemos algunas opciones para considerar el mensaje: si lo consideramos como una alegoría, esto indudablemente nos ayudará a entenderlo acercándonos sutilmente al catálogo de vicisitudes del mundo moderno y la lucha por encontrar nuestra posición en este mundo, casi globalizado, o “pelotizado”, según los términos de Chema. Pero si nos guiamos por nuestra imaginación y evitamos comparaciones forzosas (y forzadas) probablemente encontraremos nuevas pistas para emprender una relación nueva con el arte.
Chema Lumbreras ha conseguido una buena reputación como cuentista de grandes historias a pequeña escala. Se sirve de la pequeña escala de sus composiciones para situar al espectador sobre la escena, como el niño que escudriña la febril actividad del hormiguero, haciéndole así partícipe de la acción misma, sin perder ningún detalle de lo que allí sucede. Y esto lo hace con la misma facilidad en el ámbito de la escultura, de la escenografía, la intervención (llámese instalación, si se quiere) de la pintura o del dibujo. En la exposición de sus bocetos y dibujos , titulada Proyectos, que sigue abierta en el IES Puerta de la Axarquía hasta el 4 de junio, Chema nos abre sus cuadernos y nos enseña algunas hojas donde avanza, con el lápiz por delante, muchas de sus conexiones con la naturaleza de sus ideas y sus ideas de la naturaleza. Los pequeños seres, animados con trazo ágil y virtuoso dominio del movimiento, nos muestran una poética y sensible visión onírica, y nos lo ofrece desde un punto de vista cercano a la ilustración. Se trata desde luego de una ilustración sin cuento...o tal vez, de un sueño imposible de contar. La reconstrucción del sueño o del cuento, corresponde al espectador, claro, que se descubre a sí mismo sorprendido, escudriñando los entresijos de una idea que trata de descifrar. El niño sobre el hormiguero.
Estos dibujos, estas imágenes tan precisas como fugaces, asoman a los papeles de Chema tal y como lo hacen los objetos encontrados o inventados y otras cosas de las que hace un uso indistinto, como de los recursos que su imaginación señala como posibles en su metafórico quehacer artístico. “Las imágenes que me interesan -dice Chema- son muy intuitivas y no suelen venir del exterior; suelen ser, incluso, anteriores a la palabra. Yo creo mucho en el pensamiento visual: la imagen es la que va sugiriendo los argumentos.”
Dice Chema (lo dijo al diario ABC de las Artes en una entrevista con motivo de su exposición en el CAC Málaga -agosto 2005-) que “el mundo moderno, tan complicado, tan disperso, está compuesto por mil elementos imposibles de unir. Una de las misiones del artista es conseguir juntar todos esos fragmentos, aunque yo creo que casi siempre se fracasa en el intento. Trato de aproximarme al mundo que me es más próximo, lo que convierte muchas de mis temáticas en casi anécdotas, algunas más de largo alcance, pero basadas en elementos cercanos. Me considero, en definitiva, un contador de pequeñas historias, historias que parten de una mirada subjetiva que es la mía, pero que se complementan y completan en el espectador. El arte debe generar preguntas, más que respuestas.”
Chema vuelve siempre a la Axarquía con generosidad: hace cuatro o cinco años, pudimos ver Wonderland una magnífica exposición suya en la Sala Robert Harvey de Benagalbón y hace apenas un año en la Casafuerte de Bezmiliana 'Cómo el arte me ha hecho doblemente ciego'. Allí pudimos ver su serie llamada Trapicheo. El hombre-trapo extendido en una posición inerte, no da para una autopsia, pues no tiene vísceras ni de alambre ni de papel, sólo es una extensión bidimensional que evidencia la funcionalidad de su uso pero que por la presencia de los miembros y la cabeza, no niega la existencia de un alma que sufre su condición de objeto.
Las preguntas son desde luego inevitables, ante la conexión intelectual y emocional que se produce entre estos elementos en juego, antes dispersos e inconexos y que ahora se persiguen a sí mismos en un escenario onírico. ¿Cómo se construye de tal modo el mensaje sin el auxilio de un discurso articulado con la palabra? ¿Que hace de la imagen un relato profundo de poéticas resonancias? ¿Dónde habitan los seres que pueblan el paisaje olvidado de la niñez? ¿Qué es lo que hace que despierten en la memoria los presagios dormidos?
En la serie de Los desahucios, el grito amargamente quebrado de la sociedad viene a dibujarse con ternura de acuarela para anidar en un recodo de nuestro imaginario infantil. La imagen, más que en una metáfora, se constituye ahora en una fábula, perfecto recurso con el que abordar con sensibilidad poética temas de gran complejidad y trascendencia y con el que Chema nos ayuda a comprender y aceptar una realidad tan áspera de digerir. ¿Quién -y digo bien- quién es esa rata despojada de sí misma que duerme a la boca de una lata? ¿No está muy cerca este asunto, como los desahucios, de la crítica social? Sin embargo, seguimos la cuerda que une esa lata a otra lata...¿no era así aquel rudimentario teléfono infantil? acabamos de sorprender a otra rata entrando por la boca de la lata…o tal vez escapa…¿se encontrarán? Puede que encontremos en las preguntas que se nos plantean en asir..soltar, un camino inédito (e inaudito) para conectar instantes precisos entre el hecho real y el artístico, entre la conciencia y la imaginación, para introducirnos en el mundo metafórico y surreal de las fábulas contemporáneas que se alimentan desde la creación artística.