May 31 2013

Desde el 24 de Mayo hasta el 21 de Junio.  Sala Robert Harvey. Colegio de Benagalbón.

Homenaje a Bach

Texto: Fernando de la Rosa. Imágenes: José Antonio Martín Santos.

Prescindiré de situar cronológicamente al autor, su currículum y sus obras y así también de etiquetarlas, como al mismo Jorge le gustaría que hiciese, para ir directamente a hablar de pintura, es decir, al grano. Cualquier interesado puede informarse extensiva e intensivamente de la huella que va dejando Jorge Lindell, más que honda, tras un  señalado recorrido por la pintura y la estampa de más de 80 años ya.

A pesar de su exquisito quehacer en el grabado, su grafía suelta y su línea de pulso sensible, guiada por el instinto de pintor (representado en la muestra por la carpeta de cinco estampas monocolor Odisseo) se echa de menos alguna estampa en color. A mí lo que más me gusta de Lindell es su franqueza y su visión clara del ejercicio de la pintura, que por supuesto, también ha contagiado a sus grabados. El título de la exposición, en sus justos términos, ya indica una dirección hacia el claro del bosque, hacia el remanso intelectual, donde la claridad va lentamente ocupando su lugar en la mente. La pintura es el lenguaje, no cabe duda, ante el que sobran excesivos marcajes estilísticos o referencias conceptuales. Cuando se pinta, no Lindell Óleo lienzose habla otro lenguaje que el de la pintura.

En la exposición figura con notable presencia su Homenaje a Bach.  Inevitablemente, un cuadro acudió desde mi memoria, el Hommage a Bach de Georges Braque (1911-12), donde el espacio recorre el cuadro -y escapa- entre la rítmica  disposición de líneas y planos. Precisamente Bach no era aún considerado el músico que es ahora, a lo que el cubismo analítico contribuyó sobremanera, en la análoga construcción del espacio pictórico. Braque usó tonalidades grises azuladas y ocres plateados, que se funden entre los peldaños de un quebradizo andamiaje lineal.
Fragmento de la obra 31 variaciones de Golberg por LindellAunque presumo que Jorge Lindell ha podido tener presente aquel magnífico cuadro de Braque, sus “variaciones”  (su homenaje sigue la pauta de las Variaciones Goldberg) no son en modo alguno una versión cubista, si bien participan del cubismo en cuanto que despliegan todo un manifiesto sentimental y apasionado sobre la pintura como pensamiento musical. Tan cerca una de la otra, y las dos como una forma de poesía. Los 31 cuadritos de la serie que constituyen su homenaje, dispuestos en una sola línea  horizontal, están compuestos para ser seguidos con el espíritu de un teclista que pudiera hacer sonar cada fragmento, cada tono. Y esto sensiblemente expresado con el énfasis y la asistencia cromática del negro, al que Jorge hace participar desde dentro y fuera del lienzo.

Con la presencia del negro, no solamente como color en la composición, sino también como color de acabado en los cantos del lienzo y como color de fondo para colgar, Lindell consigue mitigar el frío contraste, esa sensación de desnudez contra el blanco de la pared, reforzando visiblemente el juego suaves contrastes armónicos entre tonos neutros. Los grises, violetas, rojizos y beiges toman forma de barras o rectángulos, de espacios quebrados, suplantada la geometría por el color, que apoya mutuamente en una construcción dinámica.

Lindell. Óleo lienzoLa pintura sigue su curso expresivo en la superficie de los otros diez lienzos presentes  en la sala; sólo el lienzo, la pintura sola. Pueden notarse las resonancias de un espacio interior en dos lienzos de marcado carácter intimista y reflexivo. Estos son sus “poemas”,  donde se sugieren espacios, estancias levemente cerradas o sutilmente abiertas, de  límites a veces imprecisos que se complementan, en una apacible convivencia. En el resto se hace más patente la búsqueda de una luz más líquida y penetrante. El trabajo con la brocha crea un tejido, en ocasiones transparente, bajo el que respira un cuerpo cromático de luz tamizada. Paisajes como interiores, recorridos a menudo por trazas que dejan la huella de su paso en bandas de color y que descubren pasajes que en el encuentro de las masas y su gradación atmosférica, respiran el mismo aire que algunos de los lienzos de su amigo Dámaso Ruano.

En la obra de Lindell, el color decide en cada composición, una vez se ha asimilado el lenguaje de planos y espacios, y el espectador así lo siente, comprende gracias al color mismo, que Jorge Lindell pinta para oír la música que el juego de armonías cromáticas proporciona, más allá de los límites del cuadro, en un mundo interior adimensional que  sólo conseguimos alcanzar con la pintura.


 

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