Oct 11 2017

El ciclista utópico, Fran Perea,  Feelgood Teatro, Teatro Cervantes,07/10/2017. Teatro Cervantes.

Texto y fotos: Javier Rodríguez Barranco

Sobre dos ruedas en El ciclista utópico

Una obra donde lo utópico es un postizo.

El ciclista utópico, Fran Perea,  Feelgood Teatro, Teatro Cervantes,Ser hombre significa tener una utopía. Así lo afirmó Tillich y lo cita Fernando Aínsa en Necesidad de la utopía. El propio Aínsa en la misma obra recién mencionada profundiza en el concepto del carácter de sueño diurno o de soñar despierto que subyace en la dinámica utópica: se trata del acto del “soñar diurno” acompañado del coraje necesario para tratar que “los castillos en el aire de hoy puedan ser los palacios de mañana” (Vease en F. Ainsa, Necesidad de la utopía, Montevideo, Comunidad del Sur-Edinor, 1990, p. 32. Cita Ainsa a Ernst Bloch en su obra El principio de esperanza, París, Gallimard, 1983). Y una cosa así es lo que esperaba uno, con la natural ignorancia que le caracteriza, encontrarse en El ciclista utópico, de Alberto de Casso, dirigida por Yayo Cáceres, Premio Fundación Teatro Calderón de Valladolid de Literatura Dramática.

Pero no fue así, sino que el espectador asiste a una obra donde lo utópico es un postizo (inventar una máquina para recolectar ciruelas, inventar una máquina para reconocer a los falsos amigos, etc.) metido con calzador y sin ninguna función en la pieza. Nada hay que impida que la obra se desarrolle sin esas referencias remotas.

Sin embargo, tal y como es norma personal, vamos a fijarnos en lo que este montaje ofrece de positivo y no es logro menguado, desde luego, las portentosas actuaciones de Fran Perea y Fernando Soto. Siempre es un placer, por supuesto, asistir al regreso de Fran a Málaga, a quien aguanta perfectamente el tipo Fernando en un cara a cara que construye toda la obra, siendo así que ésa es otra de las principales características de El ciclista utópico: el minimalismo en el montaje; puesto que la obra se construye, según ya indicamos, sobre dos únicos actores y una puesta en escena que se limita a un gran cristal sobre una base que permite el movimiento, lo cual aproxima bastante esta obra a lo que sostenía Unamuno en su día, referido a su teatro, puesto que el rector de la Universidad de Salamanca afirmaba que sus piezas tan sólo precisaban de dos actores hablando y quizá un par de sillas por si se fatigaban en el escenario.

El ciclista utópico, Fran Perea,  Feelgood Teatro, Teatro Cervantes,

Concisión y economía de medios máximas.

Algo más complejo que eso es El ciclista utópico, pero no demasiado: dos actores dialogan y construyen las escenas con sus palabras con un aparato escénico mínimo y lo mejor de sus cualidades interpretativas.

Por ello, a uno, que es bastante proclive a la imaginación crítica, se le ocurre que esta pieza ha elegido a una bicicleta como desencadenante de la historia, precisamente ese medio de locomoción, como el propio prefijo “bi” indica, significa ‘dos’: dos ruedas, dos actores. Puesto que una vez transcurridas las dos primeras escenas, la bicicleta desaparece y no cumple función alguna.

Cabe señalar asimismo la escasa duración de la obra, que apenas llega a los setenta y cinco minutos, por lo que la concisión y la economía de El ciclista utópico, Fran Perea,  Feelgood Teatro, Teatro Cervantes,medios son máximas.

Muy interesante me parece también la constante la constante complicidad que Manolo, el personaje interpretado por Fran Perea, busca en el público, a quien se dirige constantemente, sobre todo durante la primera mitad de la obra. Luego ya ese anhelo interactivo desaparece y El ciclista utópico se desarrolla plenamente en escena entre los dos personajes principales y únicos.

El vestuario, por su lado, es obvio que busca una simetría de personajes, puesto que en un momento dado, la indumentaria de ambos es la misma, combinando cada pernera de los pantalones en un tono distinto, y así sucede con la chaqueta, como si nos halláramos ante un espejo, al menos en cuanto a la ropa se refiere, todo lo cual viene a incidir una vez más en esa veneración por lo dual que se respira en esta obra.

El contraste entre la soledad del ciclista y las vicisitudes laborales de Manuel.

En cuanto a los temas, creo que debemos mencionar el contraste entre la soledad del ciclista, es decir, Acebal, y la vida familiar y profesional de Manuel, quien se muestra rodeado de personas, e incluso de compañeras femeninas de trabajo, que no es otro que el de profesor de Primaria. Nada se dice de las vicisitudes laborales de Acebal, si bien de sus gestos y de sus palabras se infiere fácilmente la soledad que le inunda. Y, por cierto, que si leemos su nombre de derecha a izquierda nos da Labeca, puede que La beca, que es un concepto que pertenece plenamente al ámbito profesional de Manuel, por lo que ese desarrollo especular al que hemos aludido más arriba se vería reforzado con un nuevo detalle. De hecho, en un momento dado se escribe la palaba “PUB” sobre el cristal que constituye la escenografía única de este montaje, sólo que al revés, es decir, como si lo viéramos a través de un espejo.

El ciclista utópico, Fran Perea,  Feelgood Teatro, Teatro Cervantes,Pero considero que lo que más nos interesa de esta pieza es la confrontación de dos actitudes totalmente opuestas, pues nos hallamos ante una persona moderna, equilibrada, sensata en el caso de Manuel, quizá un poco castrado psicológicamente, políticamente correcto, frente a la espontaneidad agotadora de Acebal, políticamente incorrecto en el sentido metafórico de la expresión, pero también literal: su bandera es la preconstitucional y desprecia a los “sudacas”.

Sin embargo, no se pretende plasmar una moralina en el sentido de defender que los, digamos, simples son más listos que los exquisitos, como se aprecia claramente en La cena de los idiotas, de Francis Veber; ni afirmar la superioridad del hombre cultivado sobre el, digamos, brutal, según desarrolló el político y escritor Domingo Faustino Sarmiento en su ensayo Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas; sino que El ciclista utópico se limita a juntar dos actitudes antitéticas en un mismo escenario, cada cual con su particular manera de entender la vida para que sea el espectador quien saque sus propias conclusiones.


El ciclista utópico

Teatro Calderón de Valladolid, Emilia Yagüe Producciones y Feelgood Teatro

De Alberto de Casso
Con Fran Perea y Fernando Soto
Dirección Yayo Cáceres
1.15 h. (s/i)
www.emiliayague.com

Premio Fundación Teatro Calderón de Valladolid de Literatura Dramática 2014

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