31/01/2015. Teatro Echegaray. XXXII Festival de Teatro de Málaga.
Texto: Carmen Titos | Fotos: Facebook / Promocionales
Quartett (Cuarteto), escrita en 1981 por el director y dramaturgo alemán Heiner Müller, narra los juegos oscuros y libidinosos de una aristocracia corrupta y perversa en la Francia prerrevolucionaria.
Cuarteto de Müller está basada en la famosa novela erótica epistolar Las amistades peligrosas (Les Liaisons gangereuses), escrita por Pierre Choderlos de Laclos y publicada en 1782, en la que se narran las intrigas pérfidas y libertinas de dos miembros de la nobleza francesa a finales del siglo XVIII.
La novela ha sido popularizada gracias a las versiones cinematográficas: Las amistades peligrosas de Stephen Frears (1988) con Glenn Close y John Malkovich; y Valmont dirigida por Miloš Forman (1989). La película de 1999 Cruel intentions de Roger Kumble adapta la trama en la época actual y a un ambiente de adolescente elitistas.
Cuarteto. Bienvenido al pecado consiste en un diálogo corrosivo y extremamente locuaz entre la Marquesa de Merteuil y el Vizconde de Valmont. Estos juegan a intercambiarse papeles y sexos para convertirse en Madame de Tourvel y Mademoiselle de Volanges. De ahí el título, pues aunque tengamos a dos actores/dos personajes en escena, con el juego metateatral de desdoblamiento, aparecen cuatro identidades. En ese aspecto recuerda a la obra Decadencia de Steven Berkoff.
En Cuarteto, Valmont y Merteuil libran una rica batalla dialéctica entre el filosófico vacío, el mundano deseo sexual, la infidelidad y la lascivia. Se pone de manifiesto una guerra de sexos en la que participan la perversión y venganza. Al final, la conclusión es de cada cual pues “a Müller le interesaba el conflicto, no daba respuestas”, como apunta la actriz Rosa Rocha.
Heiner Müller autor de textos como Máquina Hamlet, Ribera despojada o Medea Material, trabaja un teatro experimental, post-dramático, que replantea todas las formas establecidas y busca nuevas fórmulas, pone en duda los propios parámetros del texto teatral. La ruptura de la forma dramática supone un desafío para cualquier director; escenificar a Müller no es tarea fácil. Además, como gestor no cuentas con los alicientes del teatro comercial, por lo que te enfrentas a la posible incomprensión del público. Pero, por otro lado, las ventajas son notables ya que trabajar a Müller plantea una libertad creativa ilimitada y una reflexión constante.
Carmen Pardo ha sabido dar forma a las palabras del autor ofreciéndonos una propuesta comprometida. Cuarteto. Bienvenido al pecado no es agradable, es perturbadora; hasta llevarte a preocuparte por el confort de los demás espectadores y lo abiertas/estrechas que puedan llegar a ser sus miras morales ante tal aluvión irreverente. El texto de Müller corre el riesgo de llevar lo corrosivo al histriónico extremo, lo descarnado a la pornografía; pero, la propuesta de Carmen Pardo no tiene esas estridencias, posee una energía ajustada que capta al espectador pero no distrae más allá de la pericia dialéctica y la concentración violenta inherente a la pieza.
La riqueza textual es tan arrolladora que hubo espectadores que repitieron sesión para captar nuevos detalles. Como comentó uno de los presentes: “Venía sin tener ni idea, me he quedado sobre todo con emociones”; hay que cazar frases, el discurso es tan jugoso que cada uno tiene su favorita:
“Creo que podría acostumbrarme a ser mujer. Sigamos representando.”
“¿Lo hago bien varonesa? Permítame ofrecerle mi protección varonil contra las crueldades del mundo.”
“El pensamiento que no se convierte en hecho envenena el alma.”
“Quiero ser bueno y no pensar cosas malas, por tanto no pensar.”
“Bastaba con atisbar a una mujer hermosa, ¡qué digo!, bastaba con el culo de una verdulera, para que yo me convirtiera en animal de rapiña.”
"Los jóvenes que nos confrontan con nuestra caducidad.”
“Recordar las curvaturas de las pollas y los rostros.”
Aunque el autor sitúa la escena entre un salón anterior a la Revolución Francesa y un búnker posterior a la Tercera Guerra Mundial, Carmen Pardo la coloca en un limbo atemporal y abstracto, minimalista con atisbos góticos y expresionistas (ángulos rectos de corcho sobre el escenario y dos jaulas, telón negro aterciopelado atravesado por un cuadrado que hace las funciones de puerta entre dos mundos). Para la directora, la marquesa y el vizconde están encerrados en una especie de purgatorio condenados en bucle a repetir.
Carmen pidió expresamente a los actores que no viesen las películas referenciadas, y buscó una banda musical que no remitiese a una época concreta (Apocalyptica, con sonidos actuales y un instrumento clásico, cumplía los preceptos). La atemporalidad también está en el vestuario, que posee elementos diocechescos con líneas actuales. Todo ello para remitir a un espacio-tiempo inconcreto.
“Gracias por venir y quedaros”, nos dice Daniel Acebes para dar pie al coloquio, manifestando el miedo al rechazo del público por parte de un teatro experimental: “Heiner Müller convoca menos que Ana Belén, bueno, en este caso Concha Velasco” con quien compartían cartel en el Festival.
Durante la sesión de preguntas conocemos los subterfugios de un proceso de trabajo que ha sido horizontal e implicado. Según explican los tres miembros: son “fáciles” de tratar y abiertos a las propuestas y sugerencias. Este compromiso como creadores más allá de ejecutores se trasluce.
Rosa Rocha es albo de una pregunta muy concreta: “¿Qué se siente al ponerte en la piel de un hombre?”. “Ah, me encanta”, es la respuesta inmediata. "Evitando caer en la caricatura de un hombre”, explica, en su proceso de construcción de personaje aprovechó su otro trabajo en un bar ("segundo oficio de los actores") para rescatar muchos comportamientos de sus feligreses. Debido que muchos “van a lo que van” a la barra del bar, pudo investigar las actitudes orientadas a “cómo seducir a una piadosa” que necesitaba para su personaje.
Otra espectadora rebota la pregunta a Daniel Acebes: “¿Qué se siente haciendo de mujer?”. En su caso el proceso de construcción del personaje fue más sencillo ya que el simple efecto visual que provoca poner a un hombre de dos metros una falda de cola y un crucifijo es suficientemente llamativo. En ese ejercicio de travestismo Valmont no sólo está haciendo de mujer, sino que a la vez está ridiculizando a Madame de Tourvel en un ejercicio de metateatro y esta doble vuelta resulta más intrincada que el simple cambio de género, según explica Daniel.
Müller veía Cuarteto como una comedia. En cambio una espectadora replica que lo ha vivido más bien como algo muy trágico y pregunta al equipo dónde encuentran ellos la comicidad. Los intérpretes apuntan la ironía, el humor negro, el presenciar un ring de boxeo verbal, los juegos perversos entre adultos, las estrategias para pervertir a la cándida Mademoiselle de Volanges...
A la pregunta de si llevar a cabo un texto como éste supone postura política Daniel responde que no intencionadamente, pero el texto toca todos los temas de actualidad: religión, poder, altas esferas; y eso es algo ineludible.
La intención de la directora es, más allá de lo descarnados que son los personajes, encontrar a ese ser humano que se enfrenta a la decrepitud de su cuerpo. Teniendo en cuenta que Valmont y Merteuil han vivido cosechando éxito social y teniendo a todos los amantes jóvenes a sus pies, se encuentran ahora enfrentándose a la muerte. Para Pardo es interesante apuntar “cómo se enfrentan a la cercanía de su muerte, a la pérdida de la belleza, ya que el tiempo pasa para todos, nos miramos al espejo y tenemos canas, arrugas…, y decimos ¿ahora qué?”.
De Heiner Müller
Con Daniel Acebes y Rosa Rocha
Dirección Carmen Pardo
Escenografía Diágoras
Vestuario Daniel Maya
Diseño de iluminación Karmen Abarca
Coreografia Andoni Larrabeite
Música Carmen Pardo y varios
Técnico Karmen Abarca
Fotografía Jesús Ayuso
Jefe de producción Daniel Acebes
> duración 1.10 h. (s/i)
| Sin eventos |
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