12/12/15. Ciclo Autor. Teatro Etchegaray.
Texto: Rosa Parra | Fotos: Arcovisuales
Los juegos infinitos del amor implican a tres personajes en un lío amoroso en el que el fino hilo de la percepción de quién es quién y quién ama a quién se enreda a lo largo del tiempo y la memoria creando laberintos donde la emoción, la amistad y el sexo pierden sus fronteras.
Un gran ventanal proyectado como si fuera unas vistas al mar en un paseo marítimo con palmeras y sonido ambiente de las olas y a veces el viento. Así llegamos al taller-apartamento de un pintor que lee haciendo tiempo mientras el público va accediendo a sus localidades.
Comienza la función cuando el personaje se levanta de su butaca y comienza a pasear la estancia de una manera ansiosa e incluso obsesiva en sus miradas a la puerta.
Un segundo personaje aparece de repente y comienza un no diálogo en el que primero no habla... a medida que transcurre la obra sabremos el por qué de su mutismo y el significado de ese segundo personaje.
El simbolismo del blanco impoluto en la vestimenta del visitante, su capacidad para permanecer sin interactuar con el pintor y su perfil evocador son pistas más que suficientes que el autor y la interpretación nos brindan al espectador para que adivinemos quien es ese hombre antes de unirse todas la piezas al final del espectáculo
Muy original la manera de representar la conciencia y el recuerdo unidos en la figura de un antiguo amigo muerto en un accidente. El actor que hace de pintor tiene que estar siempre alerta y dispuesto a expresar corporalmente las emociones que le suscita su pensamiento deliberadamente representado por un elemento externo a él en la figura de otro actor.
El juego de pintar y esperar mientras recuerda resulta muy oportuno para encadenar partituras de acciones que enriquecen el movimiento escénico y a la vez lo que se quiere transmitir.
Un texto denso que se deleita en desentrañar lentamente el sentimiento de culpa y el malestar de la conciencia ante los propios actos.
Excelente interpretación, puesta en escena original y final sorprendente. En mi opinión solo se deberían acortar los tiempos de recreación de la espera, aunque quizás ese sea un recurso del director para introducir al público en el malestar del paso del tiempo sin que ocurra nada, como a veces ocurre en la vida en que nos dejamos llevar por pensamientos contradictorios que emborronan y aburren.
Nuestro compañero Paco Bernal nos regala un texto muy jugoso que puede generar numerosas divagaciones personales y debates de grupo sobre el motor que nueve el mundo. El amor y a veces el triángulo amoroso que genera, y en el que se complace enredar para potenciarse, mediante la obsesión, la competencia, los celos o el morbo.
Autor Paco Bernal
Con Ricardo Luna y Juan Carlos Villanueva
Dirección Juan Carlos Villanueva