22/1/2016. 33 Festival de Teatro de Málaga. Teatro Cervantes.
Texto: Cristina Gandarias | Fotos: Sergio Parra (Promocionales)
Reikiavik, capital de Islandia, a mitad de camino entre los Estados Unidos y Rusia, y donde el día en verano puede durar las 24 horas. Es el sitio elegido para un torneo de ajedrez, o mejor dicho, El Torneo de Ajedrez definitivo entre el campeón estadounidense Bobby Fischer y el ruso Boris Spasski. Por supuesto, ni que decir tiene, que hay muchas otras cosas en juego, desde actitudes puramente individualistas hasta asuntos de estado.
En un parque, se reúnen Waterloo y Bailén, dos personajes extravagantes, y un muchacho que actuará de publico y aprendiz. Es un juego, la obra es un juego, sus vidas son un juego, la guerra es un juego. El parque bien podría ser cualquier parque cercano a ti, o incluso un bar de esos en los que se arregla el mundo. Pero es un parque, con una mesa de ajedrez y una partida empezada o donde todo está por jugarse.
El torneo pone de relieve el empecinamiento humano a lo largo de la historia, enfrentando y anteponiendo individualismo y patriotismos al sentido común y al amor. El texto es un gran texto, ocurrente, divertido e intelectual. Pero el trabajo en escena y fuera de ella, hacen de la pieza una gran obra, de las que hay que quitarse el sombrero sí o sí.
Los tres actores realizan un trabajo brillante, Elena Rayos -El muchacho- en silencio, con poco texto, mantiene un saber estar dentro de la historia, que es de alabar, por la dificultad de estar presente como espectador de la historia y hacerse ver desde la sombra y el mutismo. César Sarachu -Waterloo- quien realiza un trabajo extenuante hasta decir basta, junto con Daniel Albadalejo -Bailén- quien realiza un contrapunto perfecto a la singularidad de Waterloo; eran conocidos principalmente por su éxito televisivo en Camera Café, pero he de decirles que verlos trabajar juntos, mano a mano, en directo, ha sido un verdadero placer.
Los personajes, se desdoblan y se doblan, se arrugan y se estiran, se engrandecen y empequeñecen según las exigencias del guión. No hay límites, solo necesitan un gorro, unas gafas y una bufanda para realizar cambios de personajes continuos. Bueno, eso y estar un buena forma física, recordar siempre donde tienen el objeto que les va a tocar utilizar, y muchas muchas horas de ensayo. El trabajo que pudimos ver en el Cervantes se le presume un gran trabajo que no se ve, pero que se siente.
Entrecajas Producciones TeatralesWaterloo: César Sarachu
Bailén: Daniel Albadalejo
Muchacho: Elena Rayos
Autor y director: Juan Mayorga
Ayudante de dirección: Clara Sanchís
Iluminación: Juan Gómez Cornejo
Escenografía y vestuario: Alejandro Andújar
Espacio sonoro: Mariano García
Imagen y fotografía: Malou Bergman
Dirección técnica: Amalia Portes
Ayudante de producción: Elena Manzanares y Chus Martínez
Producción ejecutiva: Susana Rubio