Entrevista: Mariola Aguilar Fotos: Javier Noriega y Mariola Aguilar
La Cultura... lo esencial es invisible a los ojos
Nos acompaña Javier Noriega, Historiador y Arqueólogo, especializado en Arqueología Submarina. Pero, sobre todo, podríamos definirle como interesado por todo lo que le rodea, lo que le ha llevado a los fondos marinos o también a haber sido Presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios (AJE), vocal del comité ejecutivo de la Confederación de empresarios de Málaga CEM o Presidente del Cluster Marítimo Marino Andaluz.
Áforo Libre: A lo largo de la Historia, la Cultura se ha desarrollado siguiendo múltiples expresiones y formas, pero quizás estamos en un momento, especialmente agudizado tras la pandemia global, donde se comienza a concebir como necesaria para nuestro bienestar y son ya muchos los países que la reconocen como esencial. ¿Cuál es tu opinión?
Javier Noriega: La cultura es un saber del que no tiene uno que acordarse, fluye espontáneamente. Tuvo que ser interesante Laercio, el dueño de estas palabras, que ya en su momento como doxógrafo profundizaba en la vida de las personas que atesoran ese conocimiento, esa pasión por la cultura. Hoy en día los jóvenes lo llaman The Flow. Fluir. Podría ser un concepto parecido y han pasado dos mil años. Las cuestiones esenciales de la vida son eso: básicas, van de nuestra mano así pase el tiempo que fuese. ¿Qué es la expresión de las artes escénicas, las letras de un buen libro, la emoción de la música, la magia del cine en una sala a oscuras o el asombro ante el patrimonio histórico? Ya que hablamos de sustancial. Lo esencial es invisible a los ojos, decía el idealista de Exúpery, el pobre que sufría tanto de amores y de dolor de dentadura cuando volaba...Tenía tanta razón, el cultivo del ser humano no se percibe en ocasiones a simple vista. Para mí todo esto, la cultura como el acto de respirar, forma una parte esencial de nuestras vidas. Creo, por lo vivido, que comparto esa vivencia con muchas personas. Parecería que es algo humano e identitario de la sociedad, como recordaba Cortázar. Él, lo describía mil veces mejor, claro. Siendo básico y esencial para muchos, haciendo mejor a la sociedad, es difícil de comprender como los gobiernos no la disponen a vanguardia. Dicho de otro modo, la cultura no es un lujo y ahora estamos comprobando cuánto nos hace falta si tenemos que prescindir de ella por un tiempo determinado. Para mí, la cultura es como un bien de primera necesidad. Si se trata de mantener elevada la moral en estos tiempos tan complejos que estamos viviendo, es importante contar con la cultura y con el arte.
A.L.: El sector cultural se ha visto especialmente castigado durante este periodo en que su público se ha limitado por las medidas de seguridad sociosanitaria. ¿Cómo podemos abrir nuevas vías de sostenibilidad para el ecosistema y sector cultural?
J.N.: El coronavirus ha obligado a muchos países del mundo a cerrar cines, teatros, óperas y conciertos, además de presentaciones de libros, exposiciones, museos y todo tipo de actividades culturales. Una crisis terrible para todo el sector. Esos matices que comentas, el de ecosistema y sostenibilidad, para profundizar y comprenderlo, pienso que sería interesante observar cómo responden ante esta amenaza global algunos países en donde la cultura, sí, ocupa un lugar esencial. Desde el principio de la pandemia estuve muy interesado por seguir este hilo. La Ministra alemana de Cultura y su Primera Ministra de la mano, determinaban como los efectos de esta pandemia son una gran carga para las industrias culturales y creativas, y en particular para las instituciones más pequeñas e independientes de su país. Recuerdo que incluso hablaban de la angustia por la que pasaban los ¡creadores individuales! ¡Qué alivio esta empatía por ellos, los detalles siempre son un magnífico baremo! Acto seguido, al proclamar esta esencialidad, garantizaron un programa de supervivencia económica al que podían acogerse artistas e instituciones. Facta, non verba. Paradójicamente, en los países donde tienen esa visión estratégica de la cultura existe un mayor horizonte de oportunidades. Lo "básico y esencial", va acompañado de una estructura legislativa y de apoyo a todos los niveles. Esto último, lo de "generar oportunidades", personalmente se antoja como fundamental. Máxime en el talento que va de la mano de la cultura. Si queremos hablar sobre ese horizonte de futuro, tenemos que hablar en profundidad y detalle sobre medidas de estímulo, programas fiscales, bajada de impuestos en productos culturales, promoción y un largo etcétera. Medidas concretas que creo tener claro. La cultura, por su tejido, su número de artistas es toda una Industria, y me gusta el apelativo que junto a cultural, la define como creativa. También creo, porque muchas de estas personas se configuran como autónomos o pequeñas empresas, que para mí son una buena solución de futuro. El bien común que generan, en torno a un 4% del PIB, su empleo e impuestos regeneran al tejido económico, son la herramienta que dinamizan relaciones entre las personas. Pero tampoco podemos olvidar una cuestión clave. Al final, todo es cuestión de personas que crean. De personas que necesitan alimentar sus mentes y sus vidas. La cultura siempre suma e incluso en ocasiones, multiplica.
A.L.: Junto a la Cultura que nace de lo público, existe una industria cultural amplísima que da empleo, una red de autónomos y pequeños empresarios con miles de proyectos a lo largo y ancho del país. Esta visión empresarial sigue siendo una asignatura pendiente para muchas personas que trabajan en este sector. Sin este respaldo, las ideas, sueños, proyectos se quedan en el aire. ¿Cómo se puede solventar, desde tu punto de vista, esta carencia?
J.N.: Con gestión. Es la asignatura pendiente del sector, lo pudimos comprobar en directo en la mesa de la cultura, pionera ella en el apoyo a los creadores, que en jóvenes empresarios estuvimos trabajando durante años. El talento surge a raudales cuando hablamos del cante, o el trazo fino del pintor o la emoción del actor en las tablas, de la inspiración en las letras del escritor y mil maravillas que rodean a los actores principales de la cultura, en sus múltiples facetas, que nos embelesan. La experiencia me dicta que la cosa se complica cuando ese pathos que sostiene su actividad cultural del creador, ha de enfrentarse a la contabilidad, la burocracia o la organización de recursos humanos. Hablamos de una actividad económica remunerada, con la que se gana la vida, (por cierto, olvidé mencionar en la anterior pregunta, que los puestos de empleo de la cultura, estadísticamente nos hablan de que son vocacionales y, como consecuencia, perdurables en el tiempo por muchos años, con los que esto supone de retorno en impuestos, en prosperidad económica a la sociedad), por tanto, como todos los demás sectores hay que atender a una profesionalización y modernización del sector. Hay solución para ello. La figura de los gestores y técnicos culturales en España es difusa y ha tenido poco reconocimiento social y profesional, pero son el gran aliado del sector de la cultura, favorecen el desarrollo cultural en su calidad de mediador entre una mayor organización, los fenómenos expresivos o creativos y los públicos que conforman la sociedad. Diseñan la sostenibilidad de la carrera cultural. Hay que atender esta actividad e integrarla en la actuación cultural, sino facilitar esa formación de un lado al emprendedor para que él la posea o la forma de integrarlo en su proyecto. Respecto al futuro, quería mencionar que la cultura ha de adelantarse, como hemos visto en estos tiempos y reflexionar sobre la cuestión digital. Además de los retos para el sector en lo físico, parece que nos encontramos con los retos de las industrias culturales del ámbito digital. Todo está evolucionando a una velocidad impresionante, sobre todo en el uso de las nuevas tecnologías e Internet, que ayudan a poner de manifiesto cualquier proyecto cultural de forma más cercana y accesible. Pero ojo, pienso que esta tierra de fronteras que son nuestros tiempos, lo creativo, el ADN de la cultura, seguirá teniendo un papel vital. Espero que los aplausos, como decía acertadamente ese magistral hombre de la cultura y el cine, de la expresión, que es Antonio Banderas, sigan acompañando al alma de los actores. Esa es la cultura, una íntima relación humana cuya piel es la emoción. ¿La tecnología permitirá ese trasvase de endorfinas? Recuerdo que Marshall McLuhan, fue de los primeros, creía que la literatura, tal y como la conocemos desde hace cientos de años, sería un anacronismo y estaba abocada a la desaparición, a causa de las nuevas tecnologías de entretenimiento. El transcurso del tiempo, han pasado casi 50 años, ha demostrado que la literatura solo desaparecerá si no hay buenos escritores, por lo que mientras haya personas con capacidad para narrar una historia en condiciones, habrá lectores. ¿La naturaleza humana puede dejar en un futuro de estar interesada en una obra de la imaginación?.¿Hay alguna máquina autónoma capaz de hacer lo que hicieron Tolstoi, Shakeaspeare o García Lorca?. Pareciera que sólo la cultura y el arte, puede registrar los matices de la experiencia vital. Un filósofo magnífico. Sutil, sabio e incluso divertido, tenía también su toque de genialidad y extrovertido como era Roger Sruton, recientemente fallecido, profundizó mucho en el papel de la cultura. Es muy interesante conocerle para comprender como las humanidades aquí, como en otras cuestiones, marcan la diferencia. Dos meses antes de morir de cáncer, publicaba que tras estar toda una vida estudiando a la vida, en ese momento, de enfermedad y de inexorable fin, compartía que al fin comprendía la vida. Que esta era gratitud. Disculpa la trasgresión, sintetiza tanto ésto. Sigamos si te parece, disculpa.
A.L.: Por tu trayectoria, has sido la cara visible del sector del emprendimiento en nuestra ciudad durante años, abriendo vías de apoyo a las empresas de nueva creación, muchas de ellas creativo-culturales. ¿Cuáles son los aspectos a fortalecer para afianzar ese tejido empresarial?
J.N.: La industria cultural empleaba a más de 700.000 personas. Casi un 4% del total de los trabajadores en España, pero ojo, más allá de su impacto directo, la cultura también influye en otras industrias en este país, por ejemplo, en un sector tan relevante para la economía española como es el turismo. Un dato curioso que nos habla de la potencia del sector. El museo del Prado reporta 45 millones de euros a la economía española. 17 veces más de lo que se invierte en él. Como esto podíamos relatar mil casos y virtudes del sector cultural y su impacto sobre la sociedad. Ahora que estamos aquí, sentados en pleno centro histórico de una bella ciudad andaluza cargada de historia charlando sobre cultura. El patrimonio histórico es un factor determinante para el destino turístico, el responsable de que en torno al 20% de los turistas vengan a tu ciudad y en el caso de los turistas internacionales, esta cifra se dobla, un 40%. Unos datos que ilustran la necesidad de establecer sinergias entre los diferentes actores económicos. Por otro lado, parece que sólo en torno 5% de los actores podían vivir de su profesión en España. Hay mucho talento, mucha gente con ganas de llevar proyectos a cabo, la mayoría autónomos y pequeñas empresas que con libertad llevan hacia adelante su proyecto vital y personal. La Cultura se postula como una herramienta para enfrentarse a los principales desafíos del mercado laboral del futuro. La automatización va a modificar el mercado de trabajo, pero todo lo relacionado con la creatividad es algo mucho más difícil de reemplazar. El pathos humano de lo cultural, va a ser la esencia y el motor de creación de empleo. El día que vuelva el público a las salas y las tiendas, a moverse por la cultura, puede que buena parte del tejido empresarial amenace ruina. Antes de que esta amenaza se concrete, hay que pensar cómo rescatar, impulsar y fortalecer al sector mediante medidas concretas. Esto de la mejora de la gestión mucho me temo, también hay que aplicarlo a las administraciones públicas que tutelan y rigen la dinamización de la cultura como actividad. Establecer un IVA cultural que ayude a un mayor consumo, bonificaciones fiscales, promoción, estímulo para el mercado, medidas de mecenazgo para sumar capitales que apoyen a la creación de emprendedores para que tengamos más música, más lectura, más teatro, más cine. Esto es lo que se me ocurre a vuelapluma, con papel, boli y un buen equipo de personas, seguro que te podría decir 50 medidas concretas para revitalizar la cultura. Sólo hay que darle el lugar que se merece, estar a la altura del reto que supone. Si sólo queda un vacío en el lugar donde estuvieron las industrias culturales, si el croma no proyecta sueños y relatos, si la crisis sacude lo que somos y las reglas que nos hemos dado, entonces comprenderemos que la importancia económica era esencial, pero, ¡además!, y esto es fundamental, ¡no solo por los números! Curiosamente, la cultura tiene como resultado, una mejor persona, una mejor sociedad. Menudo resultado. La cultura es estratégica para algo que llamamos vida, no solo para mejorarla, sino sencillamente para no ser un árbol sin raíces, cultura para ser el aprovechamiento social del conocimiento que decía García Márquez. Si queremos preservar la cultura, debemos continuar creándola.
A.L.: La historia es maestra de vida. Como historiador en diferentes ocasiones has declarado públicamente que vivimos de espaldas a la mar. ¿Es así? ¿Qué papel tiene la cultura y la mar en nuestro presente?
J.N.: Vivimos de espaldas al mar y, hasta que no lo miremos de frente, posiblemente no recuperamos parte de nuestra identidad, al menos uno de las mejores relatos que hayamos contado desde Málaga. Aquí la geografía aparece como determinista de un espacio amable. Inevitable no pensar en esa definición paradisiaca de Aleixandre con una luz impresionante fruto de ese puente con África y puerta del Mediterráneo. Ser puerto y ciudad logística, íntimamente ligadas, durante siglos explica mucho acerca de nuestra naturaleza, costumbres e incluso ese urbanismo con ese frente litoral y esa calle Larios que penetra hasta el corazón del puerto. Desde nuestra fundación fenicia, con barcos que venían del otro lado, hasta el impulso mercantil del XIX, gracias a esa burguesía marítima, para aterrizar, por comentar un matiz, en ese azul Mediterráneo que tanto añoraba Picasso. La mar, una importante seña de identidad que incluso marca el carácter. Ese olvido lo compartimos con otras ciudades de litoral, es curiosísimo, a pesar de tenerlo enfrente nuestra, esa lámina de agua que casi siempre permanece serena, le damos la espalda. Yo creo tenerlo claro, la crisis del 98, supuso una ruptura traumática de nuestro pasado de ultramar. Ese orgullo de poseer un caleidoscopio de tierras, lugares y personas, desde Filipinas a Guinea, pasando por Argentina, Uruguay o México dio la vuelta como una barca al naufragar, un giro total para adentrarse en otra versión completamente distinta. En esa erosión perdimos los barcos y las metas. Pero nuestro pasado está ahí, también nuestro futuro. Cuando uno visita el skyline de Liverpool, o el dinámico puerto de Génova, el fértil Hamburgo, ciudades análogas a Málaga, uno sueña. Y ese anhelo en forma de cambio viene de la mano de esa integración puerto-ciudad, una de las mejores en España, que ha supuesto recuperar ese espacio como balcón al mar para los malagueños y para respirar. Para inspirarse y recordar esa Alcazaba que besaba al mar o ese Teatro Romano que desde la antigüedad lanzaba edictos romanos al murmullo de las olas en la ribera de la playa. La cultura y la mar en nuestro presente está agazapada, como nuestro Cenachero, que otrora era símbolo de la ciudad y que ahora está, ahí en una esquina, como de tropiezo. Te encuentras el original del grabado de la batalla naval de Vélez Málaga en 1704, la mayor contienda naval en número de barcos de la historia de España, con lo que esto supone, en unas dependencias funcionariales, colgado sin pena ni gloria, sin olvidar una Gneissenau olvidada o un retazo de cementerio inglés que William Mark fundó para poner fin a los náufragos protestantes que al llegar a las playas de Málaga debían enterrar cabeza arriba en la arena. Y podríamos seguir contando cientos de historias, mil detalles más procedentes de la mar y nuestra Málaga. Lo haremos. Por ahora, si sales un sábado en invierno por el paseo marítimo, ves con suerte dos o tres embarcaciones con suerte en la bahía. Pero mucho de eso está cambiando, hay un caleidoscopio de empresas azules con las que tengo la suerte de convivir en el Clúster, desde el buceo, hasta la náutica, pasando por la biología marina o incluso la gastronomía azul. También tenemos otra proa marina excelente, la de las personas del mundo del conocimiento, los investigadores del Campus de Excelencia CEIMAR, que en la UMA atesora a diferentes grupos de investigación que, con hechos y resultados, son referencia en el sector. Eso es uno de los vectores de desarrollo para el futuro. Ahora bien, sabedores de esto es difícil entender la situación actual y dificultades que están pasando dos interesantísimos baluartes de la cultura marítima y marina malagueña como son el aula del mar y los astilleros Nereo. En Marsella, hace poco viví en persona como solucionaron la ciudad y sus instituciones, un tema similar. Ellos, sabiamente han hecho convivir al desarrollo del territorio y han recogido la sabiduría marina que albergaban unos a astilleros de ribera, un acuario y un centro de investigación. En Málaga tenemos esa oportunidad. Por cierto, el IEO, que estaba junto a uno de los acuarios más antiguos de Europa, vuelve. Es posible que tengamos una oportunidad de renacer en Málaga de la mar y sus historias. Nosotros, al menos, nos vamos a dedicar a ese canto. Merece la pena.
A.L.: Quienes te conocemos, sabemos que te gusta profundizar en aquello que llevas a cabo y sueles hacer mención a la importancia de “poner corazón en lo que se hace”. Esa pasión te ha llevado a adentrarte en el universo de la Arqueología y, en concreto, de la Arqueología Submarina. ¿Cómo te adentraste en esta disciplina hasta profesionalizarte en ella?, ¿conocemos realmente la riqueza cultural de nuestros mares y sus costumbres, el patrimonio existente en él?
J.N.: La arqueología, una de las profesiones más bellas que pudieran existir. Al menos eso es mi parecer, ojalá la gente pudiera conocer el método de investigación de un arqueólogo entre los estratos y la tierra de los yacimientos. Dar vida al pasado de la mano de la historia. Es tan interesante, tan apasionante, como dices. Recordar es vivir dos veces como nos recuerda magistralmente, Antonio Gala y con la tierra da mucho juego para revivir. Decía Héctor Yánover en Memorias de un librero, que un librero es alguien que cuando descansa lee; cuando lee, lee catálogos de libros; cuando pasea, se detiene frente a las vidrieras de otras librerías; cuando va a otra ciudad u otro país, visita a libreros y editores. Pues bien, como arqueólogo, la antigüedad aparece como un argumento para explicar posiblemente buena parte de lo que nos rodea y buena parte de nuestras propias vidas. El pasado, para mí, es argumento diario de presente y de futuro. La arqueología te permite calzarte unas sandalias romanas e imaginar, disfrutar con los pigmentos del estuco en el interior de una casa romana, conocer la sensibilidad que rodeaba al enterrar a una mujer en la prehistoria, maravillarse con las maderas, el I+d+i de la arquitectura naval de una nave del descubrimiento o quedarse estupefacto al imaginar los últimos momentos de un pelotón en la trinchera del Somme al descubrirse por el paletín del arqueólogo al salir a la luz. La ciencia arqueológica es una lupa del tiempo impresionante. Me adentré por pura vocación y curiosidad. Tras estudiar Derecho y tras uno de esos revolcones existenciales que te da la vida, decidí estudiar Historia. Especializarme en Arqueología para luego formarme en su especialidad náutica o subacuática. Si conocemos la riqueza cultural marítima es una buena pregunta, mucho me temo que no demasiado. Si bien se han dado pasos agigantados en los últimos tiempos, a nivel docente, museográfico o de investigación, pienso que tiene mucho margen de futuro y por hacer. Un ejemplo. Grosso modo, en la actualidad y sin tener estadísticas al respecto, pero podemos hablar de que tendremos a día de hoy, adentrándose entre estratos en estos precisos instantes, cientos de excavaciones terrestres en nuestros cascos históricos. Subacuáticas. Es posible que 2, 1 o incluso, ninguna. A pesar de eso, un problema se puede convertir en una oportunidad. España tiene mucho por contar en sus aguas. Hay una generación muy talentosa formada para hacer grandes proyectos en el futuro. Ojalá lo podamos ver. Es posible que algunos de los mayores descubrimientos arqueológicos del futuro, vengan…de la mar y sus profundidades. Están repletos de historias y hay miles de pecios sumergidos en sus lechos marinos, donde cada uno cuenta una historia excepcional, única y singular.
A.L.: Sabemos tu postura acerca del museo como agitador de la vida cultural, en una ciudad o provincia como es Málaga, que nace y que es todo lo que es por la mar, ¿cómo es que no tenemos un Museo Marítimo? Se hace especialmente sensible esa reivindicación por la Cultura del Mar en un momento en que el Aula del Mar tiene en interrogación su futuro. ¿Qué temas, en este sentido, consideras imprescindibles para acercar/concienciar a la población?
J.N.: Pues sí que es curioso. Refleja lo que hablamos antes. Ese espaldarazo al mar nos lleva incluso a no contar ni reconocer nuestra historia y forma de vida a propios y extraños. Nadie narra buena parte de nuestros mejores relatos que provienen de la mar. Que fuimos una fundación Fenicia constituyendo una cultura casi trimilenaria. Que desde la antigüedad venían comerciantes de todo el Mare Nostrum, debiendo imprimir un interesantísimo cosmopolitismo a nuestra tierra. El vino, el garum o el aceite, exportado en la antigüedad al mundo conocido desde nuestros campos. Con idas y venidas, religión, sociedad y economía en las bodegas de aquellas naves onerarias. La loza dorada en época medieval, excelencia exportada a medio mundo desde nuestros alfares. La real orden en la era moderna, nos permitía ser puerto que comerciaba con América. Sohail, base de galeras contra el turco de toda Cristiandad y el dique de Levante del puerto en el XIX, rada de barcos de todas las nacionalidades, cuyas compañías navieras inflaban los vientos de la burguesía comercial que levantaba Málaga. Y así todo, incluso un portaviones de la II Guerra Mundial, llamado Ark Royal, hundido frente a las aguas de Estepona. Podríamos seguir y seguir contando miles de historias, posiblemente las más interesantes, las que nos hablan de los pescadores marengos y sus familias. Todo eso está prácticamente huérfano de un discurso, salvo el de heroicas excepciones como el que nuestros amigos del Aula del Mar que tantas vocaciones han despertado durante 32 años o como el de Astilleros Nereo en el marinero barrio de Pedregalejo. En Europa los museos marítimos y marinos funcionan. En España tenemos uno por cada vertiente marítima. El del Cantábrico enclavado en Santander, muestra la biología marina y la historia de aquellos rudos marineros que tenían que batirse con las olas y lejanía, como nos narra también el Itsasmuseum Bilbao con su museo de astilleros y pescadores de ultramar. El discurso de los barcos, también lo recoge en el Mediterráneo, su fachada Levantina, Barcelona y su Museu Marítimo. Un responsable consorcio público que es una memoria de la vida marítima en el Mediterráneo. El Santa Eulalia, que es el barco navegable más antiguo de España a disposición de familias, curiosos y navegantes. Y, bueno...en el sur, en Andalucía no existe prácticamente nada en esto de la museografía del azul. Esta tierra que tanto tiene que contar en su relación la mar, (me viene irremediablemente al recuerdo la imagen del amable Caballero Bonald), se encuentra huérfana de recuperar estos relatos, este pasado. Con todo lo que tenemos que contar. No hace falta comentar la oportunidad que supone esto. Yo sueño con ver a los niños subirse a las réplicas de barcos de madera o a que puedan jugar a ser piloto de un barco a vela, como lo vi en el Hetscheepvaartmuseum de Ámsterdam. O sentir el viento desde las proas de un drakkar vikingo en Roskilde, o asombrarse de la altura de una borda de una galera en el Museo Gálata de Génova, por cierto, su museo marítimo fue el que le otorgó su capitalidad cultural Europea a la ciudad. Son ciudades que miran al mar. Pues bien, mucho me temo que por aquí no tenemos mucho de eso. Lo propusimos en su momento, tener un Museo Marítimo moderno, con la ilusión e ingenuidad de la juventud, con no pocos dotes de altruismo. Volver la mirada al mar, qué interesante discurso. Estoy convencido que en el futuro si Málaga dibujase algo en el mundo de la cultura, irremediablemente lo tendrá. Quizás sea cuestión de tiempo, ojalá lo veamos, disfrutaremos de ese concepto del museo y la gran aventura como diría Chillida. La mar, el viaje y la aventura son sinónimos. La identidad cultural genuina del territorio es el sustrato del museo y su competitividad en el mundo. Así nos lo dice la historia. Sólo hay que escucharla, si no queremos, como decía el bueno de Borges, llegaremos a aquello en donde pensar que el mar y su antiguo lenguaje nunca es posible descifrar. Al final va a tener algo de verdad, los sabios lo son siempre por algo.
A.L.: Tenemos la costumbre de pedir a nuestros invitados una recomendación. ¿Te animas a contarnos la tuya?
J.N.: Borges nos va servir como maravilloso eslabón a la respuesta. "Somos, lo que hemos leído" decía el genio Buonarense. Para pasar una buena primavera y los ratos libres de la misma, el último libro que ha caído en mis manos. No se me ocurre mejor manera. The París Review de la gran Acantilado. Un titánico proyecto editorial de ocho años de duración alrededor de algo que raramente decepciona, la entrevista literaria, una fusión alquímica entre periodismo y narrativa con casi los principales creadores del siglo XX- Interesantísimo. Foster, Hemingway, Eliot, Wilder, Robert Graves, Vidal, Cortázar, Marías, DeLillo, Murakami... Lecciones de vida de los más grandes maestros de nuestro tiempo. En el aperitivo, en esto días leo a Ignacio Peyró, cuya erudición y prosa deliciosa, cautiva. Canela fina. En el día de la poesía, siempre apasionante, Benítez Ariza y su Cuadernos de Zahara. ¡Libros y poemas, cientos! Una recomendación. Nuestros libreros nos lo van a poner en bandeja, ellos siempre tienen una magnífica propuesta. Es aconsejable entablar amistad con un buen librero/a, sinónimo de muchas bondades que comienzan con un café y suele continuar con largas conversaciones. Como los médicos, deberíamos tener uno de cabecera. El escenario, para vivir de cerca la pasión, la emoción y el drama. ¡Obligado! ¿Quién no haya ido nunca a Cochera Cabaret?, que disfruten ipso facto, en cuanto puedan, de su programación. En la escena y estas cosas seguir a Juan Antonio Vígar, siempre es una buena recomendación y en el programa tan magnífico del Cervantes, en Mayo, tengo el ojo echado al Johann Sebastian Jazz. Durante esta primavera, la pintura tiene un nombre: Daniel Parra. En el MAD de Antequera sus pinceles nos acercan a Galdós y Trafalgar, un maridaje interesantísimo entre historia y pigmentos en el que he podido participar con un resultado muy curioso. Inevitable no invitar, como oferta cultural, especialmente a quien no lo conozca, la sección de Arqueología del Museo de la Aduana de Málaga, es muy posible, si quiere conocer nuestra historia, quienes somos y qué hicimos. La museografía del museo, un deleite, máxime con el acento del arqueólogo Pepe Suárez, entre otros, que nos deja una pincelada magnífica a medio camino entre la ciencia y la divulgación. Tantas iniciativas culturales vinculadas a personas. ¿Fotografía?. En Málaga con la reconocidísima escuela Apertura, del gran Michelo, es muy posible que, con sus filtros nos ayuden a ver mejor a las personas. Y, por último, podría estar aquí largando mil propuestas más de cultura en centenares de formatos, una propuesta diferente, que junto a la lectura, me apasiona. La Filosofía. Como dice Edu Infante; Sócrates estaría hoy lanzando preguntas por las redes sociales. Sus "filoretos" en Twitter, una ventana al debate. En lo digital también hay mucho interesante, daría, Mariola, para toda una buena conversación. Vivir sin filosofar es, propiamente, tener los ojos cerrados sin tratar de abrirlos. Como acento final, interesante traer a colación a un Epicuro, que buscaba en el Jardín, ese de hace de miles de años, que aún a día de hoy podríamos excavarlo los arqueólogos. Buscaba el placer en la felicidad, el conocimiento y la amistad. Para mí, la felicidad, como hemos podido comprobar, va de la mano de la cultura. ¡Da para tanto! Cientos de autores y creadores tan, tan apasionantes, muchos de ellos malagueños. Si te parece junto a la escultura de Ibn Gabirol, que mejor colofón. Como sus 1000 años de recuerdo, tendría 1000 propuestas culturales. Es mi vida. Gracias por el reencuentro, Mariola.
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