Nov 19 2021

 

Baleia, la manada... plástico en los océanos y mujeres de plástico con Olga Magaña

Nos acompaña Olga Magaña... definir a Olga es como intentar coger el agua con las manos (y de agua y océanos nos va a contar): creadora creativa, bailarina, bailaora, actriz, amiga de sus amigos y sonrisa. En julio estrenó su trabajo Baleia 2.0 producido por la Factoría Echegaray.

Aforo Libre: ¿Cómo nace la idea y el proyecto Baleia?

Olga Magaña: Baleia nace de un sueño que tuve en 2014...soñé con cuatro ballenas que salían del agua y se ponían a mirar desde la arena y fue como una especie de epifanía, como un mensaje. Después de ese sueño, me empecé a obsesionar con las ballenas porque fue totalmente revelador y veía en pleno detalle cómo le salía el agua de la piel y fue como si lo hubiese vivido. Empecé a investigar sobre las ballenas como el gran protector de los mares, como un ser muy grande, pero inofensivo y quise hacer una analogía con la mujer. Dos años más tarde, participé en el Ciclo de Nuevos valores de la Danza en Málaga e hice un solo de Baleia. Algunas cosas funcionaron y siguen en el montaje actual. Seguí buscando sobre las ballenas y descubrí en el buscador un anuncio de 2007 de una cadena de gimnasios de Brasil que decía: “ Este verano, ¿qué quieres ser: ballena o sirena?”. A partir de ahí le dí una vuelta y empecé a hablar del cuerpo, del patriarcado, también del cuerpo del hombre, aunque las mujeres estamos más expuestas. Al estudiar sobre el mar y sobre el vertedero marino, llegaron nombres de oceanógrafas como Silvia Earley con 90 años y sigue buceando y dice cosas tan impactantes como que “sin azul no hay verde”, “aunque no estés cerca del mar, el mar se respira porque el oxigeno procede de ahí”. En los próximos 10 años se decide el futuro de los próximos 100 años del Planeta y comencé a interesarme por activistas, también jóvenes como Greta Thomberg. En 2019, fui a Aguamarga a Residencia de Creación, y uno de los artífices, junto a Eva Sanguino, Javi Viana me invitó a que hiciera una improvisación allí. Hubo un taller con Basurama que es un colectivo de Madrid que trabaja con basura e hicimos una limpieza de playas por tierra y por mar. Sacamos un montón de basura y me hice una bata de cola de basura que presenté a la convocatoria de Reciclaje de la Consejería de Agricultura y Pesca y Desarrollo Sostenible, me dieron el segundo premio de Artes Plásticas y la incluí en Baleia, encontrando nuevas capas desde 2016.

 

A.L.: Y son muchas capas porque estamos hablando de Medio Ambiente, de residuos, de denuncia, de ballenas, de la Mujer, del cuerpo y todas esas ideas se plasman en Baleia, no solo a través de la danza, sino también del teatro.

 

O.M.: Al principio empecé sola porque los presupuestos que se manejaban eran muy bajos, acompañándome con Guita al vestuario que me hizo un pececito y Alejandro con la música y cuando surgió la posibilidad de hacerla a través de la Factoría Echegaray, quise hacerlo en manada de ballenas.

 

A.L.: Propones hacer esa manada con mujeres llenas de fuerza a partir de un casting al que han llegado personas de toda España y es que no querías que fuera una selección convencional e incluiste mucho el factor juego poniendo sobre la mesa emociones. ¿Cómo fue ese casting?

 

O.M.: Al casting le llamé el No-Casting y cuando llegaban las candidatas se encontraban con la palabra Casting tachada y debajo la palabra Juzgar a la que taché la letra Z. Empezábamos quitándonos la palabra Casting de la cabeza como si estuviéramos en la ducha. He pasado por tantos castings tan hostiles en los que te sientes juzgada y solo buscan perfiles. Quise hacer una especie de taller de juegos, haciendo que volvieran a casa con la sensación de qué bien lo he pasado y no vengo de un casting...Estaba cuidando desde el principio a quien se acercase a Baleia porque de otro modo iría en contra de su coherencia.

 

A.L.: Porque Baleia es cuidado.

 

O.M.: Baleia es cuidado, Baleia es ecofeminista, los cuidados en el centro porque el futuro si no es ecofeminista, no va a haber futuro. Los cuidados, cuidarse, cuidar el Medio Ambiente, aceptando las contradicciones de cada uno. Joan Fuster en su libro Aforismos dice: Mis contradicciones son mi esperanza y yo me siento así. Yo bebo en botella de plástico entre escenas y lo acepto y visibilizo. Amo a los animales, pero como jamón. Hablo de plástico, pero estoy usando plástico para contarte cosas de plástico. Pero los cuidados en el centro. Hay muy buena onda entre las intérpretes y la complicidad que tenemos dentro y fuera de escena se ve.

 

A.L.: ¿Cómo está siendo la acogida del público?

 

O.M.: La gente sale pensando, reflexionando, se emocionan, lloran, ríen y no me esperaba esta acogida. Sabía que estaba haciendo algo que funcionaba, pero no me esperaba llegase a todos los públicos a los que está llegando porque vienen niños de 8-9 años a personas mayores y salen emocionados. El público en pie y no esperaba tanto.

 

A.L.: Años de trabajo a tus espaldas desde que apuestas por la danza en tu Almería natal y llegas a Málaga. ¿Cuántos años en el mundo de la Danza?

 

O.M.: Soy bailarina por cumplir un sueño de mi madre porque ella no pudo ser bailarina y me apuntó con 4 años a una academia, con 8 años pasé al Conservatorio de Almería y a los 15 años dejé la danza porque me aburrió muchísimo la disciplina y la falta de incentivo a la creatividad. A los 25 años tenía un puesto fijo en la Agencia de Instituciones Culturales de la Junta y lo dejé porque me dí cuenta de que quería volver a bailar. Empecé de nuevo en el Conservatorio, primero en Almería y después en Málaga, y terminé la carrera en 2015. Mientras terminaba la carrera trabajé con compañías como Aquario Teatro, Espejo Negro, empecé a hacer calle con una escultura que era la gitana sobre una tele. Con el proyecto de fin de carrera gané el Málaga Crea y estuvimos en el Festival de Málaga y lo llevé a Madrid. Me lo tomaba muy en serio porque había dejado un trabajo fijo y cada trabajo de cada clase era profesional y estaba muy focalizada porque tenía 32 años.

 

A.L.: Hablamos de edades en las que ya está presente una madurez que, como reflexionaban los bailarines de la Ópera de París en , la interpretación en la que está presente esa reflexión sobre el cuerpo.

 

O.M.: Cuando decidí que no quería dedicarme al Turismo, quise utilizar la danza como un canal para descubrir cosas como la desigualdad, la falta de oportunidad por su género, su color,...Me gusta bailar y ver espectáculos de danza, pero necesito como creadora contar cosas y mi danza no es virtuosa, no doy cuatro giros y termino con la pierna pegada a la oreja y tampoco me considero bailaora de tablao...lo respeto muchísimo, pero respiro por otro lado. Mi material es otro y trabajo con la gestualidad, con la danza-teatro y voy picando por ahí añadiendo cosas. Cuando estudiaba me apuntaba a todo tipo de cursos, aunque mi especialidad era flamenco, pero me apuntaba a cualquier cosa para poder contar historias. Es lo que me sale, no porque crea que es lo que hay que hacer: honestamente, no me sale otra cosa.

 

A.L.: Y esa trastienda da como resultado un trabajo lleno de belleza, pero donde se cuentan cosas y es lo interesante. ¿Con qué te quedas de este proyecto que se ha ido gestando durante años? ¿Qué sientes con la evolución de Baleia y qué está por llegar?

 

O.M.: A partir de una necesidad de contar un sueño con el que yo me monto mi película y me quedo con que esa idea la puedo compartir con un equipo de personas que me han seguido y entonces deja de pertenecerme porque a cada una nos remueve cosas diferentes. Eso es magia.

 

A.L.: Y no solo pasa a ser un proyecto común, sino que se conecta con emociones que tienen que ver con cada intérprete.

 

O.M.: Es como un niño que puedes criar sola y en un momento determinado lo compartes con una comunidad para que le den calorcito y la protección que necesita para que salga adelante...ya deja de ser tuyo. Ha llegado sin forzar que a cada una le ha movido su marea, ha servido de canal interno para transformar y quitar contaminación. Estoy trabajando con mujeres que tienen cuerpos que no se adaptan a los cánones externos que ha dictado el patriarcado como ideal de belleza. En el caso de Tania, es un pedazo de bailaora que mide 1,50 y muchas compañías de danza no la cogen porque le faltan 10 centímetros para seguir el prototipo. Adriana pesa 120 kilos y no la cogen por su peso porque los que se inventan los guiones buscan siempre una chica sirena y divina. Y yo que soy flaca llevo toda la vida escuchando que estás flaca y es que soy flaca.

 

A.L.: Hay guiños de humor crítico como parte de tu forma de enfocar la vida que no nos deja indiferentes...de ahí la gitana sobre la televisión que nos acercabas como escultura de calle hace algunos años. ¿Es un modo de encarar tu día a día?

 

O.M.: Sí, el toque de humor está presente y en mi cabeza están referentes como Ramón Gómez de la Serna o Gila que me encantaba.

 

A.L.: Inicialmente, el espectáculo se rotula como Baleia, de ahí pasa a 2.0 cuando se incorporan las compañeras de escena y ahora tenemos Baleia, la manada. ¿Por qué esos cambios?

 

O.M. Empezó llamándose Baleia porque me gustaba cómo sonaba ballena en portugués y sonaba a baile y era un espectáculo en solitario. De ahí, llegó el Baleia, 2.0 porque, simplemente, necesitaba echar la convocatoria de Factoría Echegaray y debía distinguirlo del solo que ya hacía y no tuve tiempo de madurarlo. Fue la segunda versión de Baleia, pero conforme pasaban los días no me sonaba bien porque era muy tecnológico y no era lo que ha terminado siendo. Conforme iba trabajando, me dí cuenta de que se debía llamar Baleia, la manada porque las ballenas viven en manada, no es un banco de peces y era coherente y, por otra parte, quería resignificar la palabra manada que ha tomado connotaciones que nos lleva a otra atmósfera en los últimos años y es una palabra preciosa en su significado y como ahora no voy sola, sino que vamos en grupo y éramos cuatro ballenas y todo el equipo que acompaña fuera de escena, pensé en manada.

 

A.L.: Aparte de tu trabajo en escena, hay un importante tejido de base que se va gestando a través del voluntariado, donde el trabajo corporal también está presente como canal de comunicación. ¿Qué destacarías de esa trayectoria como voluntaria en diferentes organizaciones?

 

O.M.: En 2004-2005, comencé a trabajar como voluntaria con personas con discapacidad psíquica y física en Almería y también ya entonces en limpieza de playas. A nivel de cooperación internacional fue en 2009 cuando viajé a Honduras con ÁCOES, la Agencia de Cooperación y Esfuerzo, que está regentada por el Padre Patricio, un cura jesuita de Granada que es un amor y está en Tegucigalpa desde hace veinte años para sacar adelante la educación allí. Fui dos meses a colaborar con clases de música y danza, combinando con trabajo en ACNUR hasta que me dí cuenta que no veía mi sitio en esta organización. Después colaboré con diferentes proyectos como el Centro de Menores de Churriana, con grupos de discapacidad funcional y en 2019 conocí a una señora maravillosa que trabaja en la ECID en Madrid y me propuso ir a dar un taller de danza en Malí y estuve una semana y desde entonces vuelvo cada año trabajando algo diferente porque voy dejando un reposo para madurar con el mismo grupo o grupos conectados y ya es mi primera casa porque cuando estoy allí siento que pertenezco a esa sociedad. Los valores que se palpan allí y las prioridades son muy diferentes a las que tenemos aquí, se trabaja mucho más en comunidad y se vive más el aquí y el ahora. Cada año presento nuevo proyecto para volver. Uno de mis objetivos vitales a largo plazo es dedicarme a la cooperación utilizando la danza como herramienta para comunicar y quiero que sea mi modo de vida que me permita pagar mi alquiler. Cada vez me interesa menos la escena por todo lo que implica porque hay mucha precariedad y amo la escena y el arte, ir al Teatro y ver danza, pero amo mucho más cuando puedo utilizar esas herramientas de la danza y el teatro para ayudar a personas y eso me llena mucho más que un teatro aplaudiéndome en pie. El motor que me mueve para seguir utilizando la danza es la comunicación, el encuentro y me interesa mucho. Estoy colaborando en un proyecto que se llama Viaje a Oujuru a partir de una amigo fotógrafo que viaja conmigo a Malí también, y es un proyecto que trabaja con mujeres en exclusión social, en su mayoría inmigrantes que vienen de África y viven en Madrid y yo trabajo con ellas el movimiento. El 19 hacen su primera muestra, también de fotografía colaborativa en un Centro Social de Vallecas y hay muchas ganas e ilusión. Poco a poco iré descolgándome del mundo de la creación de espectáculos porque creo que, aunque me ponga profunda, es mi misión de vida: comunicar con la danza para ayudar a las personas.

Deseamos una larga vida a Baleia y su manada y, sobre todo, que en algún momento deje de ser entendida porque haya quedado atrás la denuncia, la reflexión y el abuso de los plásticos en los mares y en los cuerpos. Y, por supuesto, a Olga Magaña le seguiremos la pista siempre por hacer este mundo más habitable y amable con su fuerza, su energía y su cariño en todo lo que emprende. ¡Somos manada!

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