Texto: Javier Titos García | Imágenes: Editorial Candaya
El lector que guste de enfrentarse con un autor alejado de los discursos y estilos al uso encontrará en 8.38, la última novela de Luís Rodríguez, un libro peculiar y arriesgado que va más allá de la narrativa más comercial que domina las estanterías de las librerías.
Un compendio de acertijos y artimañas argumentales fantásticamente bien gestionadas en un experimento literario que linda con lo genial, cuyo título hace referencia directa a la hora en la que Fedor Dostoievski moría en su domicilio de San Petersburgo.
La novela del autor cántabro cuenta una historia que aparenta no tener trama en una sucesión de ocurrencias e historias que confirman el caldo de cultivo perfecto para que lo original tome forma. Luis Rodríguez se inocula a sí mismo como personaje de su propio libro, presentándose como un escritor que trata de llevar a buen término una novela basada en la historia real de un brigada de la Guardia Civil que persigue enfermizamente a dos maquis ocultos en el monte, pero las múltiples posibilidades de la literatura que le llevan a escribir, actúan como agentes de bloqueo evitando que la novela llegue a buen puerto. Años después de su suicidio, la voz de Pablo, un novelista con el que Luis compartía sus dificultades con la escritura y que termina convirtiendo en realidad la ficción que a su amigo le resultaba esquiva, Jacinta, una cría de doce años que devora la obra de Luis como si fuera una adulta, creyendo que es uno de sus personajes literarios, y Claudio, un peculiar empleado de banca que vive ajeno a la literatura y que, precisamente por eso, es quien mejor la afirma, van trazando a lo largo de la novela lo que parece una peculiar biografía de Luis Rodríguez.
Puede que sea el autor más moderno de la narrativa contemporánea española, por su capacidad de relatar tan personal, por su amor desenfrenado hacia la literatura y sus vertientes estilísticas más osadas. En sus casi doscientas páginas la novela se puebla de historias, chistes, ocurrencias disparatadas y una buena dosis de citas literarias de autores como Nabokov, Lucia Berlin o Valery, entre otros, en un juego de voces contrapuestas y espejos que forman y deforman la historia que el autor cuenta.
Deben huir de su prosa todos aquellos que no disfruten del placer de hacer frente a una voz literaria diferente, que reta al lector en cada página huyendo de las estructuras argumentales más manidas. Los que por el contrario encuentren placer en ser emplazados ante todo lo que no puedan manejar con facilidad, a las distintas voces que pueblan el libro, y a su espíritu transgresor tan propio de los escritores que escriben por amor y convicción, renegando de los caminos transitados, encontrarán en 8.38 un divertimento que exige pero recompensa, porque es sofisticada y juguetona de una forma que consiguen muy pocos novelistas.
Luis Rodríguez nació en Cosío (Cantabría) en 1958. Actualmente vive en Benicàssim (Castellón). Empezó a publicar a los 50 años alentado por el novelista Ricardo Menéndez Salmón después de leer un relato suyo en un certamen del que era jurado. Es autor de cuatro novelas que fueron recibidas como “algo totalmente nuevo” y despertaron el entusiasmo de la crítica, que llegó a considerar a Luís Rodríguez, “uno de los mejores escritores vivos contemporáneos”. Su obra se caracteriza por una incuestionable voluntad de estilo, humor negro, nihilismo y por tramas muy originales en las que se aborda un tema recurrente: la identidad. Ha publicado La soledad del cometa (2009), Novienvre (2013, 2016) La herida se mueve (2015) y El retablo de no (2017).
La editorial Candaya sigue regalándonos la posibilidad de disfrutar de autores distintos, alejados de la voz común que muchos entonan en tropel para vender libros con emociones de usar y tirar.
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