02/05/2014. Teatro Echegaray.
Poesía de la buena, vitalista, regeneradora y en todos los registros, dentro de un montaje honrado, directo y congruente con sus principios y sus criterios, hecho con corazón y alma.
Texto: Miguel Ángel Barba | Fotos: albertosanjuanyegozcue.com
Venía Alberto San Juan de un monólogo la noche anterior en La Cochera Cabaret: Autorretrato de un joven capitalista español en el que al parecer no faltó crítica, humor, política y sociedad. Pero tocaba cambiar de tercio.
Hay quien lo puede conocer en sus diferentes facetas interpretativas, de Animalario, pero lo que venía a ofrecer al Teatro Echegaray era algo diferente. Algo muy distante de las últimas propuestas conocidas del actor. Todo dice que sí, un recital o lectura-interpretación de poemas, con creación musical ad hoc de la mano y la mente de Fernando Egozcue para cada uno de ellos.
La selección de poemas y poetas, de las generaciones del 27 y del 50, llevó a una espectadora a llamarle al orden justo antes de "los bises", recordándole que también hay mujeres que escriben. Él, tras encajar la crítica y un instante de silencio, muy elegantemente pidió disculpas, reconoció el error y solicitó les sugirireran autoras, prometiéndo que harían una relectura de cara a próximos eventos
Una noche muy agradable en la que las composiciones para guitarra de Egozcue se entreveraban con los veros más diversos de una buena pléyade de poetas que, escogidos por gustos personales, como por azar, se fueron concatenando con toda una suerte de melodías y armonías formando un todo polifónico, con un tempo "adagio" en ocasiones, lecturas "andante" en otras, solo en pequeñas pinceladas "allegro y vivace".
La voz de Alberto, sin rimbombancias, aspavientos, falsas imposturas, ni retóricas que no vienen a cuento, típicas todas ellas de algunos recitales de poesía al uso que acaban desubicando a la poesía del propio poeta. Tranquila la lectura, con sus rictus adecuados, sus matices, sus modulaciones bien escogidas y livianas impostaciones a modo de guiños, con la contención adecuada, dotaban al espectáculo de un aire de camaradería y confraternización; como cuando un amigo te lee un poema: Escucha, escucha este, me encanta. Pues anda que este otro... Todo esto se agradece en medio de tanta artificialidad. Es como estar en el Ateneo, en El Pimpi o en La Cosmopolita una tarde de tertulia. Bien, solo faltaban las copas.
Interesantes y bellas creaciones de Egozcue, gran músico, enorme guitarrista que es capaz de sacar al instrumento de las seis cuerdas quejidos, lamentos, lirismo, alegría, despreocupación o tristeza. Si a caso en un par de ocasiones adolecieron las composiciones de una diferenciación clara y radical de los sentimientos: con los poemas humorísticos alrededor del sexo, del catalán Josep María Fonollosa, en los cuales se hubiese adecuado mejor atmósferas y sonoridades más desenfadadas. Y por supuesto en la Elegía de Miguel Hernández que exigía quizá más contundencia, rabia y dramaturgia a la música. Sonó demasiado romántico.
Pero en general el recital -o lectura- de poemas logra que el público se marche con una sensación de haber estado a gusto, degustando poesía de la buena, vitalista, regeneradora, en todos los registros y presenciado un montaje honrado, directo y congruente con sus principios y sus criterios. Hecho además con corazón y alma, algo que se hecha de menos en mucha gente que se sube a un escenario.
Esperemos que en futuros eventos, efectivamente, se puedan degustar también las palabras de tantas poetisas como atesoramos en ambas generaciones, entre tanto y tan bueno como sentimos en la noche del viernes, a saber: Pedro Salinas, Luis Cernuda, Juan Ramón Jiménez, Gabriel Celaya, Jaime Gil de Biedma, José Agustin Goytisolo, Josep Maria Fonollosa, Angel González, Miguel Hernández.