Texto: José Manuel López Gaona. Fotos:José Antonio Martín Santos.
Una palabra vale mas que mil imágenes cuando hay que describir una emoción. La velocidad del mundo, la velocidad de los poemas, las palabras contra la imagen.
Un jueves más se dieron cita en el jardín del Museo Picasso de Málaga, algo más que 4 gatos, para oír poesía. En el anterior, con Francisca Aguirre, se veían algunas sillas vacías. Con Ángela, se sacaron otras muchas y hubo gentes sentadas por los escalones. Y es que el recuerdo del magnifico recital de Dña. Paca –boca oreja- atrajo a muchas personas a oír poesía.
Comenzó con la puntualidad que tañía la campana de la iglesia de San Agustín. La presentación corrió a cargo de Guillermo Busutil, que en dos “cuartillas” elogió la obra de una poeta viajera.
Ángela recitó poemas de su último libro “La velocidad del mundo” de este 2012. Es una recreación de lugares de este planeta, pero descritos con palabras. Estamos acostumbrados a recibir sensaciones de viajes por la pupila, la dictadura de las imágenes; pero ella nos propuso los instantes intactos frente a esos pequeños espacios, como si se trataran de fotos, pero de su interior, de lo que a ella le hacían sentir.
Leyó de corrido no se cuantos poemas, continuados. Iba y venía por sus dos libros, mostrándonos su repertorio. Era difícil seguirla. Quizás los poemas eran tan íntimos que pudiera dar lugar al apurillo del que muestra cosas en extremos personales.
En relación a la velocidad de la lectura -el poco espacio entre poema y poema- recuerdo haber leído un artículo de Claudio Abbado –músico- que refiere el tiempo entre que acaba una interpretación y el comienzo de los aplausos, como indicador de madurez del público. Es imposible reaccionar inmediatamente a una obra de arte; hay que digerir lo que se ha escuchado. Si acaso, hay que explicar, por somero que sea, qué se ha leído.
Quizás haya una poesía para oír y otra para leer; y en esta última, la poeta, ha de hacer un esfuerzo mayor cuando la lee.
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