Museo Picasso Málaga. Jueves 27 de Septiembre del 2012,
Texto y fotos. José Antonio Martín Santos
La cuarta lectura poética de Poesía en el Picasso de este Septiembre del 2012 se celebró con Felipe Benítez Reyes como cierre de este pequeño ciclo.
Autor completo: poeta, cuentista, novelista, incluso bloguero.
En una tarde que hizo gala de su condición otoñal leyó poemas. El aforo completo, aunque en sala interior, una vez que la amenaza de lluvias nos alejó del patio de chinos grises y blancos. Buen espacio el patio, no solo bueno sino muy bueno. Completa las voces de los poetas y le da hondura al unirlas a los sonidos de la campana de San Agustín, el rumor de las ramas de los álamos, del agua del estanque y en fin del silencio de la vecina calle.
Lectura antológica, como la de sus predecesores, en la que empezó recordándonos sus inicios tras los pasos modernistas. Para enseguida pasar a sus libros más canónicos entre ellos “El Equipaje Abierto”. Nos recordó como el poema es un “artefacto”. Ya nos lo había indicado Alvaro García en su presentación de Rafael Ballesteros, una semana antes, pero Benítez le añadió una precisión, sin duda la precisión que le da a su “arte facto”, la de la naturalidad. Y sus poemas aparentan naturalidad, sencillez, como hechos sin pensarse demasiado. Con ligereza.
Esa aparente ligereza la condimentó el poeta con anécdotas vinculadas a los poemas.
La pequeña historia de aquél poema cedido al amigo para la conquista galante, que no acabó de llegar. Así que el poema, que era de desamor, se convirtió en un vaticinio de lo que podría haberle ocurrido al amigo si el poema hubiera funcionado como elixir de amor.
O aquella otra anécdota, que está en el origen de otro poema, nos contaba Benítez Reyes, en la que el poeta anda por el museo viendo las joyas pictóricas, tan hermosas como muertas, que cuelgan de las paredes y al entrar en una de sus salas observa a la joven, hermosa, de cabellos melosos, acariciándose sus pies desnudos y fatigados del caminar. Más que un origen del poema nos parece una evocación de algunos de los cuadros expuestos en el propio museo.
En fin cincuenta minutos apacibles, breves,- A veces, el sentimiento de felicidad / se vuelve amargo, porque va contra el tiempo /y el tiempo es el monarca- y completos donde oímos a un poeta decirnos su poesía con maestría escondida, sencillez y cotidianidad.