Teatro Cánovas, 26/05/2012
Mi nombre es José Antonio Triguero, informador del escuadrón de élite N-simo del sector par 23. Públicamente, me declaro culpable de todos los cargos que se me imputan y asumo la condena que se me imponga para expiar mis pecados, incluida la Parca. Yo fui víctima en primera línea de Tourette Draco. Todo sucedió, muy rápido, en el Teatro Cánovas.
Texto: José Antonio Triguero | Fotos: Irene Palacios Calvo
Hace algo mas de una semana desde que desaparecí. Anduve perdido y me vio la luz de un día y otro en la noche oscura. Los agentes secretos del gran comisionado de la cultura standar y el modelo supranacional de organización artística, me encontraron desorientado en un paraje pantanoso. Iba desnudo entre la niebla. No llevaba encima propiedad alguna. Ni siquiera intelectual. Me había convertido en acólito del Creative Comomns y aprendí de memoria las letras paganas de Mansilla y los espías. Abrazé el credo polipoético y abominé del orden establecido. Me revelé, fuera de norma, con la pasión de un licántropo en luna llena. Una fuerza desconocida surgió dentro de mi y cambié radicalmente de costumbres.
Me alimentaba de lo que podía encontrar en Ultramarinos Contreras. Fumaba demasiados porros y no celebraba mi cumpleaños. Un Mundo Mistol Laguna se abría ante mi. Me entregué al baile de los mecheros en el gimnasio y alimenté un vergel con pesticida. Aprendí que el amor es solo una palabra en pro de la locura 15001:
Y aquí estamos,
en el gran festín de los prudentes seres cuerdos, razonables, superiores y científicos.
Y aquí estamos,
sensatos hasta para ser sensatos
sensatez, querido amigo, y control grecorromano,
hay que estar presentables para recibir al loco,
presentables,
racionales, deductivos,
inductivos,
agradables, controlados, simpáticos,
sensatos, sonrientes, pulcros, puntuales, bien vestidos, lógicos, serenos, sobrios,
súbditos
de la poderosa orden
lógica
de la mente humana,
la poderosa alucinógena
lógica
drogada deductiva
razón.
Así llegué al climax que solo te da el poder. Me atreví a profanar dimensiones que por mi condición y naturaleza me están vedadas. No se hicieron esperar las secuelas inevitables: tristeza, perdida de olfato, violencia, sordera, desorientación, ceguera y los que aún están por venir. El ribonucléico de todo mi ser había cambiado. Estoy mutando y soy un peligro para los ciudadanos. Por eso acompaño a esta declaración una denuncia.
Quiero denunciar públicamente que El mal de Tourette es mas peligroso de lo que creíamos. El trío que clausuró, el pasado sábado 26 de mayo, las actividades delictivas de este ciclo que se realizó en el Cánovas está formado por un escritor catalán que canta y no publica lo que escribe, Fernando Mansilla. Se hace acompañar por los espías: dos músicos que provienen de dos sectas teatrales, Luis Navarro, de la Banda de la María y Javi Mora, de Siete Vírgenes y Varuma Teatro. Son los informadores de Mansilla. Se valen de la tecnología para sus estrategias.
El improvisado trovador utiliza técnicas de juglaría, aunque su táctica es moderna. En las letras cuenta a su manera su vida, le atrae lo cotidiano, lugar desde el que escupe aceradas ironías. Está en contra de la mercantilización de nuestra sociedad y aboga por un mundo mas cercano y tranquilo. Cuestiona al buen ciudadano, a la sociedad del bienestar. Quiere hacernos creer que no necesitamos las estanterías de los supermercados.
Los bares son el lugar predilecto de infección. Allí extiende el virus de su barbarie. Así puede confundirse con gente y regurgitar la baba de las hijas de Zeus y Mnemósine. Como Terpsícore, utiliza la poesía ligera para acompañar en el baile a los coros de danzantes. En eso fue en lo que me convirtieron, un mero danzante de los muchos que estábamos en el Cánovas. Así comenzó el veneno a apoderarse de mi espíritu: la pestilente pócima del underground.
Y ahora, me dispongo a sufrir las consecuencias de mis actos. Pero lo hago con el orgullo del deber cumplido. Para renacer de nuevo, hay que morir, como el Ave Fénix. Solo espero haber ayudado con mi confesión a las fuerzas del orden prosaico y costumbrista. Como diría antes de ser encontrado por mis compañeros en un estado lamentable de embriaguez creativa, vigilen al Dragón.