Texto: Isabel Bono. Imágenes: Web
El otro día, después de visitar la exposición de fotos de Warhol, en La Térmica, pensé en escribir algo sobre el éxito y la fama, que éxito y fama son términos contradictorios.
Pero tampoco es eso: la fama es el camino más corto hacia el éxito. La exposición fue todo un éxito, desde luego (así a ojo habría 500 personas, artistas, escritores, políticos, melenudos y hasta gente normal), y yo me preguntaba dónde se metían todos cuando hay lecturas de poemas mucho más interesantes que ver a Warhol con peluca. Allí me encontré a mi querido poeta Alejandro Robles. "Warhol es el único eslovaco famoso", dijo. Es verdad, pensé, ¿quién se ha preocupado más allá de su wonderbrá de Adriana Sklenarikova? Y Sándor Márai no fue famoso nunca. No pudo, no lo dejaron. Fue en Estados Unidos, donde acabó por exiliarse, cuando empezó a conocerse su enorme obra. Iba a decir que tuvo éxito, que al fin fue reconocido como escritor y vio sus libros publicados. Pero el éxito tampoco es eso. Mi querido Sándor acabó suicidándose antes de ver caer el muro, el de Berlín. Está claro que la fama va de fuera hacia dentro, y el éxito de dentro hacia fuera. La fama es ruido, el éxito es un susurro íntimo y personal. Sí, definitivamente creo que éxito y fama son términos contradictorios. También creo que el tiempo acaba por poner a cada uno en su sitio: a Warhol con peluca en "La térmica" y a Márai en mi estantería.
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