Texto: Isabel Bono | Imágenes: web
Antonio Muñoz Quintana es mi amigo. Vaya por delante. Aún así, los que me conocen saben que no soy incondicional, soy crítica, está en mi naturaleza. Cuanto más quiero a alguien más le exijo. Exijo que no me decepcione. Los batacazos que esto conlleva son fáciles de imaginar.
Los poemas de mi amigo Muñoz Quintana no me han decepcionado jamás. Desde que nos conocimos, y de esto hace ya unos 20 años, sus poemas han ido creciendo como mi amor por él. Creciendo hacia lo limpio, hacia el oxígeno. Enraizándose hacia lo más profundo, hacia la substancia que lo alimenta.
Recuerdo que sus primeros poemas hablaban de árboles, y también una brevísima poética: "Escribo para despertar el sueño del árbol". Estaba claro que acabaríamos entendiéndonos. Lo que no entiendo es que le guste odiar, aunque sea a su pasivo modo. Odia eso que llamamos "comer sano", odia que le hagan fotos, odia a los perros. Y yo me pregunto si ese odio no será una manera más de conjurar el miedo. "Se canta lo que se pierde", decían. ¿Se odia lo que se teme?
Su nuevo y precioso libro de poemas Miedo a los perros (PUZ. Zaragoza, 2012), está lleno de acantilados y del vértigo que sigue al acantilado. Poemas que parece que no quieren terminar, que desean que los terminemos nosotros, lo que queda de nosotros después de leerlos, lanzándonos al vacío para encontrar ese algo que a todos nos falta.
Es mi amigo y lo envidio. Envidio el peso de sus palabras nunca de más, el dolor de sus palabras nunca gratuito. Cuanto más le exijo, más y mejor me da. Cuánto me queda por aprender de él. Al final voy a acabar odiándolo.
No huyo de lo que soy
ni siquiera
persigo lo que soy.
Miento, vacío copas,
cuento lo que vine a contar
rozo tu nombre
con mi mano cansada y
viajo sólo por carreteras bien conocidas
pero sé
que regreso siempre
a la mitad de ti
a un territorio que fue mío
a tu cuerpo fingido en esta cama.
[Poema del libro Miedo a los perros (PUZ, Zaragoza, 2012) de Antonio Muñoz Quintana]
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