Martes 27 de Abril de 2010 conferencia de Joaquín Saura, miércoles 28 concierto y ambos exposición abierta a grupos escolares.
Texto: Miguel Ángel Barba López | Fotos: Daniel Pérez/TC y Francis García
Esta semana hemos vivido una verdadera semana histórica en Málaga. Una cita con el renacimiento más genuino y antiguo, a la vez que más moderno y actual.Para la mayoría oir y ver la música y los ingenios musicales de todo un Leonardo di ser Piero Da Vinci ha supuesto un verdadero descubrimiento inesperado. Para quienes tuvimos la suerte de verlo con anterioridad en televisión o en exposiciones, fue un redescubrimiento y un mayor acercamiento y profundización en la figura del gran maestro. Finalmente, para los que ya conocían todo ésto y más del genio... poder disfrutarlo en vivo en Málaga, seguro que ha sido un regalo.
Quienes no conocieran esta faceta más oculta de Leonardo han debido quedar asombrados de que, el maestro por todos conocidos por su transdisciplinaridad y su enorme capacidad para aunar sinergias, hasta ese momento desconocidas: polímata pintor, escultor, arquitecto, científico insaciable, botánico, anatomista, filósofo, poeta o ingeniero, también fuera, entre otras cosas, músico. Pero es que es más que un afamado y eximio, en su época, interprete tañedor de viola de brazo; su infatigable deseo de investigación del orígen y la transmisión del sonido, lo llevó a convertirse en un prestigioso ingeniero acústico y a ser reconocido como un verdadero filósofo de la música, a la que su poética forma de expresar su ciencia llevó a definir como “alimento del alma y la más sublime de todas Las Artes”.
Giorgio Vasari, en la biografía de Leonardo que incluye en su “Vite degli artisti”, editada en 1550, comenta que la música que gustaba interpretar a Leonardo era, fundamentalmente, la improvisada: mientras ideaba y entonaba trovas, salmodias y melodías cantadas (dicen que fue buen cantante), hacía segundas voces con la viola o lira da braccio. Hasta tal punto gustaba tanto de la música creada según el momento que tenía verdadera aversión a la repetición de las partituras, opinando que la música debía ser “creada para morir en el instante mismo de su realización”.
Debido a esa visión tan personal de la música, no pudimos disfrutar en el repertorio interpretado el miércoles de ninguna pieza creada por Da Vinci, aunque la elección del mismo nos posibilitó deleitarnos con una hetereogénea y rigurosa representación de los géneros musicales que se practicaban en la Europa de la segunda mitad del siglo XV y principios del XVI, en su doble vertiente instrumental y de canto solista: Juan Del Encina, Antonio de Cabezón, Conrad Paumann, Oswald von Wolkenstein, Josquin des Près y otros importantes autores de la época, así como los incunables anónimos tan presentes en la antigüedad.
Esta variabilidad de géneros, autores y, sobre todo, nacionalidades, lleva a que César Carazo que, al igual que Leonardo, canta y tañe la viola de brazo, cante en alemán, francés y castellano antiguos, aunque como me comentó tras el concierto, también ha “interpretado en árabe y otras lenguas pretéritas o incluso en desuso”.
Afortunadamente no todo lo que creó lo dejó morir en el momento, y una buena parte de su obra constructora y de investigación musical y sonora, perduró en manuscritos y borradores recuperados tras arduas investigaciones de personas que, como Joaquín Saura, han dedicado buena parte de su vida a rescatar del olvido y el desconocimiento importantes fragmentos de nuestra historia.
Así quedó constancia escrita, hológrafa en la mayoría de los casos, de multitud de invenciones musicales, entre ellas autómatas musicales y algunos instrumentos medianos como el Timbal mecánico a tres baquetas, la Carraca de tubos en secuencia o el Tambor de tiras de piel afinadas. Otros pequeños como la Vasija de baqueta mecánica, la Zambomba de crines con manga, la Gaita de fuelle continuo la Trompa o la Flauta glisando, el Timbal con tornillo regulador, los Tambores flauta o con puerta corredera y las Carracas mecánicas de diversas modalidades. Pero sin duda los más llamativos, a la vez que representativos, son los denominados instrumentos mayores, de los que pudimos disfrutar en la mágica noche del Echegaray, dos de ellos oyéndolos en directo y un tercero, el Órgano de agua, viéndolo y conociéndolo de cerca.
Los dos instrumentos que pudimos disfrutar en directo fueron la Viola organista, que es un ingenioso invento con la peculiaridad de ser un instrumento de cuerda que utiliza el arco y un teclado al mismo tiempo, con lo cual pueden obtenerse polifonías de gran expresividad al aunar dos técnicas de interpretación diferentes. Y el Órgano de papel, el más usado por el maestro Joaquín Saura durante el concierto a quien su sabiduría, disfrazada de humildad, llevó a disculparse ante el público porque en una de las piezas hubo un desajuste en algunos compases, que yo achaqué a la percusión y él se lo apuntó como error suyo. Posteriormente, una vez terminado el concierto y, de nuevo movido por esa sencillez y modestia de la que te reviste la experiencia, comentó que los músicos de verdad eran los otros, él era simplemente “una persona a la que le gusta construir instrumentos y jugar con ellos”.
Según explicó, este instrumento, el “Òrgani di carta“ como se denominó en la época, supuso una verdadera revolución en la evolución del Organetto de mano y, a decir de muchos, fue el precursor del acordeón que el francés Bouton creara en 1852 y se popularizara a partir de 1920. Al contrario que éste último, el sonido del órgano de papel es muy parecido al de la flauta dulce, pero aún más suave que ésta. Es dulce, delicado, melifluo... Intentar describir la infinidad de emociones que se cruzan, las sensaciones vividas, los viajes en el tiempo y entre países; sentirse transportado desde los salones palaciegos a los castillos medievales, de los jardines italianos a los franceses, entre cánticas, pavanas, gallardas, trovas, romances... es tan complejo como baldío; si no se experimenta por uno mismo es difícil de entender.
Quiza haya público que pueda pensar que se trata de una música un tanto aburrida, antediluviana... quizá por ello quedaban unas pocas, muy pocas, localidades vacías. Pero intentar explicar la dulzura, la delicadeza, la sensación de fragilidad de las melodías emitidas por el órgano de papel, las armonías surgidas al unísono con el Clavicémbalo o el Órgano de regalia, el Cistro, las Flautas dulces y la Trompa marina (que en realidad es un instrumento de cuerda y arco)... es muy difícil de racionalizar, sólo es posible sentirlo. Desgraciadamente hay muchas personas que no se dejan hipnotizar por estas emociones y no saben lo que se pierden.
Por otra parte, tener la suerte de poder disfrutar en un mismo escenario de la ósmosis producida por la interacción y la presencia del Maestro Antonio Baciero, eminente intérprete y restaurador de órganos y otros instrumentos de teclados, así como gran especialista en músicas barroca y renacentista, de músicos de la talla de Jaime Muñoz, interprete e investigador incansable de los instrumentos de viento, quien fuera miembro fundador del grupo de música tradicional La Musgaña y que ha colaborado con Eduardo Paniagua, John Cunningham, El Coro Alfonso X, Eduardo Laguillo, Kepa Junkera... vibrantes y sensitivos como César Carazo, que ha diseminado su dulzura musical por grupos como Neocantes, La Capilla Real de Madrid, o el de Música Antigua de Eduardo Paniagua... prolíficos como Luis Delgado, al que personalmente he seguido la pista desde su paso por el grupo de Rock Andaluz Imán o el famoso, allá por los '80, Atrium Musicae, posteriormente con el Ensemble Cálamus, el grupo de Eduardo Paniagua, con Ibn Baya y en la actualidad con el grupo occitano Le Tre Fontane y con el Cuarteto Medieval de Urueña. Compositor de varias bandas sonoras para TV, ballets para la compañía de Victor Ullate, música para montajes teatrales o para varios planetarios y reconocido productor, ha representado para muchos un referente en este tipo de músicas.
Finalmente, Joaquín Saura, maestro de maestros, que además de músico aúna diferentes facetas como la de luthier, investigador e historiador, reuniendo y armonizando todas estas en la de escritor, con la publicación del Diccionario técnico-histórico del órgano en España. Poder encontrar en tan pocos metros cuadrados de escenario, tan excelsa representación de creatividad, calidad, sensibilidades, destrezas, siglos de historia, de cultura, de esencias musicales... se me antoja difícil de repetir.
Lástima no haber podido solazarnos con los sonidos del Órgano de agua debido a la necesidad de contar con una entrada permanente del líquido elemento. Para ello habrá que adquirir el CD “Los sonidos de Leonardo da Vinci en la música de su tiempo”, donde sí se puede disfrutar de éste instrumento y de otros no utilizados en el concierto.
No estamos acostumbrados por estos lares a estas odiseas musicales ni a estos periplos del espacio-tiempo; pero público hay. Lo que no abundan son las salas que se prodiguen en propuestas arriesgadas de una forma más constante. Arriesgadas en cuanto a que estamos hablando de músicas minoritarias, por ahora, por desconocimiento y por esa falta de propuestas.
Málaga necesita seguir insistiendo en todo el arco musical y cultural que se está comenzando a abrir en los últimos años. Quizá así nos podamos ir acercando un poco más a una verdadera capitalidad cutural.
Vídeo de Órgano de agua en directo
Luis Delgado: Trompa marina, percusión y cistro
César Carazo: Voz y Viola de brazo
Jaime Muñoz: Flautas dulces
Joaquín Saura: Órgano de papel y Viola organista de Leonardo da Vinci
Maestro Antonio Baciero: Clavicémbalo y Órgano de regalía o Regal