Teatro Echegaray, miércoles 22 de Mayo. 21:00 horas
Texto: Zahira Rodríguez y Antonio Galacho | fotos web
En las butacas del siempre espléndido y recuperadísimo Echegaray pasamos una preciosa velada, de esas que uno sueña al sentarse entre el resto del público al llegar a un teatro así, tan recogido y tan coqueto.
Luz y un piano de cola, escenario escueto para dejar paso a lo verdaderamente importante, la maestría de Daniel Ligorio.
Y así comenzó. Silencio. Y llegó Evocación, aunque no lo esperábamos, pues el programa recogía esta obra en segundo lugar, después de Puerto, el pianista fue fiel al orden establecido en la Suite Iberia. Delicadísima en su sonido y gran control sobre los ataques durante toda la obra, le hicieron obtener multitud de gamas en la horquilla dinámica del pianísimo (pp) al medio piano (p).
Con Puerto, obra en la que Albéniz hace referencia al Puerto de Santamaría, acertó el pianista al hacer una interpretación viva y llena de luz sobre un ritmo general de zapateado y su buen hacer para diferenciar las distintas voces en el entramado polifónico del compositor catalán, fueron más que destacables.
Córdoba, hizo patente la capacidad del intérprete para obtener con claridad la melodía de una introducción eminentemente acórdica.
El sonido algo apagado de los fortísimos no impidió, sin embargo, reconocer al público los momentos culminantes de esta obra.
En La Pantomima, Daniel Ligorio demostró su buen control sobre los pedales del piano consiguiendo un fondo sonoro continuo de la mano izquierda sobre un conseguido fraseo melódico de la mano derecha.
Del repertorio escogido en su segunda parte, supo transmitir perfectamente la intención de Gershwin de aunar la música popular norteamericana y la música culta.
The man I love, estuvo muy “cantada” con un acompañamiento muy dialogante con la melodía principal, mientras que en I’ve got rhytm, destacó el conseguido efecto rítmico en alternancia con la melodía.
Se echó de menos la orquesta, a la que tan acostumbrados estamos en Rhapsody in Blue (pues esta obra fue compuesta para orquesta y piano), no obstante, el resultado no nos decepcionó, mostrándose el carácter ligero y lleno de melodiosidad en sus tres temas y variaciones, con momentos virtuosos como requiere esta obra de cierta inspiración Lisztiana. A pesar del carácter rapsódico de la obra, el artista supo dotarla de una indudable coherencia musical.
Y así se cerró la noche, tras un bis lleno de aplausos para Daniel, en el que entendimos perfectamente que se haya convertido en pieza fundamental del panorama pianístico nacional.