6º Concierto del 16º Ciclo de Música Contemporánea de Málaga 2010
Texto: Miguel A. Barba | Fotos: web
El Ciclo de Música Contemporánea de Málaga gira este año en torno a la figura y la obra de Tomás Marco Aragón autor que, si bien no es del gusto de todos los seguidores de este tipo de música, si es de los más laureados y de los más seguidos por sus incondicionales.
Una de sus piezas abrió el programa de la noche y, sea por la frialdad que aún se palpaba, sea por su cortedad, el caso es que fue la menos aplaudida. Si lo fueron sus interpretes: la Orquesta de Cámara Ibérica, que en esta primera interpretación de la noche calentaron bien con una panoplia demostrativa de recursos, fruto de una partitura de Tomás Marco en la que faltaban muy pocos de ellos: estacatos, pizzicatos y toda una lluvia de glisados que alfombraban la obra en la que hubo espacios sonoros muy interesantes en los que la cuerdas llegaban a mostrar unas sonoridades estremecedoras. Hubo hasta quien buscó en algún momento dónde se ocultaba el sintetizador, dado que en determinados fragmentos los timbres alcanzados, junto con una forma de plañir el instrumento sumamente pianísima y delicada consiguieron sonoridades que parecían más bien sacadas de la electroacústica.
Sin duda la parte más aplaudida fue la segunda, en el que la orquesta nos interpretó una obra de Leonardo Balada dedicada precisamente a ésta. No sabría definir si el aplauso respondía más a Caprichos nº 5, Homenaje a Albéniz, o al virtuosismo y gran trabajo de interpretación del violonchelista Aldo Mata.
Si bien algunos “más puristas” de la música contemporánea no terminaban de apreciar en su totalidad los atrevimientos de Balada por “abusar” de las melodías excesivamente reconocibles o de hacer una partitura a partir de fragmentos de acompañamientos o melodías del genial autor español. Lo cierto es que los menos allegados a lo contemporáneo musical o menos entendidos en estas lides y sutilezas, agradecen o quizá debería decir, agradecemos este tipo de guiños y juegos con algunos de los grandes así como el uso de acordes y variaciones o secuencias rítmicas conocidas y por lo tanto atrayentes de nuevo público que deben su acercamientos a estas músicas a estos tipos de aventuras musicales. Obra muy rítmica y brillante, con grandes dosis de virtuosismo. Muy bonita al tiempo que, a veces, vertiginosa.
La interpretación final, solo de cello de Aldo Mata, fue lo más aplaudido de la noche. Virtuoso, certero, lírico, rítmico, suave, potente, acordes, glisados, melodías, contraritmos, sonoridades..; fue una demostración de virtudes y de técnica instrumental al tiempo que no faltó esa sensibilidad y emotividad que todas las personas asociamos con este instrumento. Realmente evocadora.
Yo estaba sentado atrás y al fijarme en las siluetas del público me llamó poderosamente la atención ver algunas cabezas siguiendo las apariciones sinuosas de notas y melodías de La Tarara.
Balada es un gran amante de experimentar con y rebuscar entre las melodías populares y/o antiguas.
En el descanso se oían comentarios de todo tipo pero me quedo con uno: estas piezas e interpretaciones hacen público. Acercan nuevos adeptos. Superábamos escasamente la treintena de espectadores.
Componían la segunda parte una obra de Tomás Marco que me acercó en algunos pasajes, al mundo de las músicas minimalistas, de la new age y los arpegios reiterados que a mi personalmente, me encantan. Una composición de Consuelo Díaz, Geometría del agua, a la que yo atendí especialmente por estar inmerso con taller e-ideas en una performance titulada “Sé Agua”, para la cual nos interesa aprender de todas las maestras y maestros a los que podamos ver y oír.
Si bien es cierto que no encontré muchas sonoridades que me transpusieran o sugirieran relaciones con el líquido elemento si encontré momentos brillantes y sobre todo, inquietantes. El hecho de no encontrar dichas evocaciones o emociones relacionadas con el agua también pueden venir de mi predisposición a oír determinadas sonoridades o formas de interpretar con los arcos. Díaz fue muy aplaudida al subir a saludar con la orquesta.
Como final de la noche el propio director de la orquesta nos reinterpretó sus Cartas Íntimas. A Tomás Garrido hemos de agradecerle el que sea un músico, interprete, compositor y director que no quiere redirigirnos, antes de que oigamos su obra, hasta universos paralelos del tipo: “con esta composición pretendo desarrollar una alegoría hiperbólica sobre la hipotenusa cóncava del pollo de corral y la serpiente de cascabel cuando cantan a la cascada nocturna de gotas de alas de hadas con un rondón y un minueto electrocardiográmico... podría seguir toda la noche explicándolo pero prefiero que sea mi público quien lo adivine por sí mismo...”
Garrido nos interpreta su obra y nos deja que seamos personas escuchantes, receptoras e interpretadoras de su música. No nos dice de antemano lo que tenemos que sentir o interpretar y mucho menos tiene que explicarnos lo que hace y porqué lo hace. El público sabe perfectamente lo que siente, lo que le emociona y lo que no. Por ello, y a decir de muchos de quienes asistimos, gracias por dejarnos la libertad de sentir, pensar... y llegar por nosotros mismos a la conclusión de que tu música nos gusta por ella y no por lo que supone que deberíamos entender.
Desde mi opinión, una buena exploración de las diferentes sonoridades que pueden brindarnos los instrumentos de cuerda en sus formatos reducidos de quintetos o de orquestas de cámara. Me gustaron especialmente, a parte de brillantes fragmentos cargados de virtuosismo no gratuito, la experimentación y juegos de disonancias contrarítmicas entre el contrabajo y los violoncellos.
Otra buena noche de música. Que para algunos pudo quedar un poco corta en cuanto al riesgo de la composición. Un espectador hablaba en la puerta con un grupito y preguntaba: ¿porqué nunca improvisan...? y una mujer le contestaba: es que, esto no es jazz...
Antesala del Teatro. Tomás Marco, autor homenajeado y Fernando Anaya, organizador del ciclo aparecen en la foto.
Foto: Miguel Ángel Barba