Textos: Miguel Angel Barba / Romudea / Pedro Barrientos / José Manuel López Gaona
Fotos: Dani Pérez / TC
"Bálsamo para los prejuicios", "¡Dios existe! Laus Deo". "Vaya Monstruos", "La música renace"... calificativos que reciben de nuestros colaboradores el concierto y los músicos.
La mitología griega y los misterios órficos presentan a Chronos como el dios de las Edades, desde la Dorada hasta la de Bronce. Y ya los filósofos presocráticos hablaban de él como la propia personificación del tiempo, un criatura serpentina e incorpórea que sin embargo, ostentaba tres cabezas: de toro, de león y de hombre. Sus escarceos con Ananké: la inevitabilidad, la necesidad, la compulsión y la ineludibilidad, provocaron la creación del universo ordenado. Desde entonces permanecen entrelazados, para la eternidad, como fuerzas del destino y el tiempo del universo, guiando la rotación de los cielos y el interminable paso del tiempo.
¿Qué tiene esto que ver con un concierto de música en el Teatro Cervantes? Todo. A veces pienso si quienes fundaron Kronos Quartet, del que solo sobrevive al ensemble David Harrington, ya sabían que este cuarteto de cuerda, clásico, rompedor y ecléctico, tradicional e innovador, serio y divertido (que no gracioso), supondrían para el panorama musical de las últimas tres décadas lo que Chronos para el universo, conocido o ignoto: guía, ineludibilidad, luz, compulsión, faro, inevitabilidad, ruptura, ejemplo...
El grupo californiano, llegado de allá del San Francisco cuna de tantos que rompieron esquemas artísticos, tras sus innumerables viajes por el universo étnico, cultural, musical... ha sido capaz de, al tiempo que ir cosechando todos aquellos valores importantes de cada etapa de su viaje, ir sembrando su propia simiente iconoclasta que ha llevado a muchos compositores y músicos (Ananké) a variar sus previstos rumbos hacia otras nuevas metas. Los cuerpos armónicos de sierpes entrelazadas por la música, conformando un nuevo orden universal que traía nuevos alientos y hálitos al panorama musical contemporáneo de ahora y extracontemporáneo de siempre. De la cópula de ambos lados del atlántico índico océano, surgió un nuevo atlas de tres cabezas cuyo trébede descansa en latitudes musicales diferentes pero gemelas... África; "Pieces of África", la música de siete compositores africanos, Asia; Asha Bhosle en homenaje a la música del compositor indio Rahul Dev Burman o con Rahayu Supanggah, el mundo occidental en sus múltiples diversificaciones; Caravan con el grupo romaní Taraf de Haïdouks, "Mishima" de Phillip Glass, "Different Trains" de Steve Reich, los mexicanos Juan García Esquivel y Silvestre Revueltas, "Five Tango Sensations" del argentino Astor Piazzolla, o el salto a las inconmensurables parameras heladas con la voz "Inuit" de Tanya Tagaq.
A ésto tendríamos que añadir un larguísimo historial de entrelazadas amalgamas: David Bowie, Café Tacuba, Nelly Furtado, Allen Ginsberg, Huun Huur-Tu, Wu Man, Modern Jazz Quartet, Pandit Pran Nath, Tiger Lillies, Rokia Traore, Dawn Upshaw, Tom Waits, Don Walser...De todo ésto surgió el caos. Caos, hijo de Chronos y Ananké, el estado primigenio. Después vino Érebo, personificación de la oscuridad y la sombra y Fanes, la deidad primigenia de la procreación y la generación de nueva vida, finalmente Éter, el cielo superior, el espacio y el paraíso. Curiosamente forman un cuarteto de deidades, cada cual representa cosas y suena de formas distintas, son la consecuencia de un proceso de creación de 30 años bajo la égida de Chronos y como éste usan, rompen y recomponen el orden y el tiempo, la armonía o la melodía. La música renace.
Un placer asistir a toda esta polifonía y evolución psico-anímica concentrada en un concierto de los escogidos por Chronos.
A menudo he dicho: “a mí la contemporánea como que... no mucho”, hasta que fui descubriendo a varios monstruos, entre ellos a Kronos.
Tenía ganas de oírlos en directo, después de haberme pasado tardes con ellos como música de fondo para estudiar (creedme, buenísimo para ciencias).
En el Cervantes, no mucha gente, mitad o incluso algo menos del aforo, algo que no se notó a la hora de los aplausos.
Y salen ellos, con una indumentaria de lo más normal, para qué vestirnos de etiqueta si somos unos genios, el público nos aceptará simplemente por lo que hacemos, no por el envoltorio; me encanta esa manera de pensar.
Se quedan los cuatro en el escenario y comienza "Raz Mesinai", una serie de toques de cuerda con un ritmo en conjunto muy de su sello, fácil y difícil a la vez de oír, que te deja la sensación de que ha sido maravilloso lo que acaba de pasar, pero no sabes exactamente por qué. Esto pinta muy bien, pensé.
Fue una serie de piezas variadas, dominando la contemporánea, y salpicaduras de música folclórica.
Entre lo que oí es de destacar experimentos, como les llamo. Algo que no había oído hasta ahora, un intento en la 2º pieza, "Ramallah Underground", una especie de fondo, voz en off, ruidos variados y su música superpuesta, como si estuvieran tocando en medio de algo, reivindicando lo que hacen para que se les oiga por encima de todo lo demás pero guardando relación con ese extraño fondo. Podría explicarlo haciendo una semejanza con las bases que usan los raperos para hacer sus rimas, que lo mismo no tiene nada que ver con ellas, pero sin la base, pue esa rima no funcionaría.
"String Quartet nº4", es un viaje que puede tomarse en cualquier acepción de la palabra viaje, porque te droga, te ves sumergido en agua o en aire, comienza con toques muy suaves o lentos, te abre como la puerta y te dice: pasa. Y te sumerge; una vez ahí, va creciendo la intensidad junto con la luz, para dejarte al final suavemente de nuevo en tu butaca. Yo, particularmente, pasé por una fase extraña de ensoñación, como si el tiempo se hubiera detenido en mi viaje con ellos. ¿Montaña rusa? ¿Hipnosis?
Me impresionó muchísimo la ultima de la 1º parte "...hold me, neighbor, in this storm..." Me pareció que contaba la guerra con muchísima fidelidad. Te va metiendo donde ellos quieren, y haces tuyas sus sensaciones, ruidos de tambor, voces, gritos... para ponernos en situación. Ese fondo los acompaña en todo momento, como el escenario de la obra y, con las cuerdas, te van llevando a lo que sienten los oprimidos, el miedo, la sorpresa de verse invadidos, el dolor de la muerte, el vacío de después, la ira, la pena… todo ello acompañado por una iluminación cambiante, que siente con la música, que tiene vida propia. Tienen una capacidad increíble de llevarte a donde quieren, de contarte exactamente lo que quieren que sepas.
Terminaron con una gran pieza, "Potassium". Distorsión total al principio, comienzo con fuerza. Y un abanico de efectos que no podría describir, llámese técnica, llámese creatividad pura y dura, el conjunto resultó extraño, pero muy bueno.
En el folk, también monstruos, por el dominio de los instrumentos, aunque me gusto muchísimo más la parte de contemporáneo. En resumen, superadas agradablemente mis expectativas, que no eran malas.
Se vio aparecer a cuatro hombres de apariencia normal,
subtitulados en apócrifo.
Seguimos la punta del pincel dibujador electrificando los impulsos maderados.
Comprobamos como el método imponía la vía de la luz ,
nos autollamamos desde lo más adentro.
En este instante sucumbimos al orden racional del humano pensador aplastado por la excelencia.
Sorteamos como pudimos el pasado-futuro,
practicando un planteamiento magistral del presente.
Se rompió la desidia por una ráfaga anónima y nos movimos sin control en nuestra pobreza.
América vive en el suelo libre, matando contundente a aquello que significó “El enemigo del imperio superficial”.
La estela permaneció clara e iluminada por la insistencia de nuestro ojo avizor.
Ante nosotros un horizonte tan expuesto, que volamos a conquistarlo.
Así las lágrimas de emoción, avalaron la actitud plañidera que nos hacia transitar ateridos en el calor de la grandeza infinita.
Era tan grande el espacio-tiempo, que nuestras cabezas pergeñaron el fatal pensamiento:
¡Dios existe! Laus deo.
Sé que mucha gente piensa que la música clásica acabó con Mahler. Yo pienso que ahí comenzaron los prejuicios hacía las formas de entender la creación musical. Este concierto de Kronos Quartet es un bálsamo para superar prejuicios, ¡sanísimo!; sobre todo con la tendencia europea a consumir medios de comunicación, cuyo fin principal es reforzar esos mismos prejuicios; y éso cuenta tanto para conservadores o progres.
El trabajo de estos tipos es extraordinario. Su página web muestra las ciudades de su actual gira y es que dan la vuelta al mundo, aprehendiendo de cuantas experiencias les de la gana.
Un ritmo extravagante, pizzicatos avariciando armonías inestables; con un sonido muy compacto. Un grupo muy conjuntado, los cuatro sin posibilidad de distinguir a ninguno. Un sentido del drama que envolvía la sala. La iluminación como un elemento más de la dramatización… y en medio de todo ello, tu mente que fluía en la pasión –fortísima- que inspira esta música. Buscan la armonía, que no llega, y desembocan en la pasión, como si de una analogía de los tiempos actuales se tratase.
Música dura, comentaban los chavales –sobre 14 años- al salir del Cervantes. No se pueden ofrecer armonías ilusorias cuando tantas cosas se vienen abajo. Buscan lo sonoro con maderas de violines distorsionados, sin complejos, sin los ya consabidos prejuicios europeos y nos muestran una metáfora de un tiempo que deconstruye la realidad y la vuelve a improvisar, sin solución de continuidad. Sublime. Un trabajo en el tiempo, desde 1973, que evoluciona en precisión y actualidad y nos reconcilia con la inteligencia y el buen hacer.
Violín y Rabel: David Harrington,
Violín y Percusión: John Sherba,
Viola: Hank Dutt
Violonchelo: Jeffrey Zeigler