12/11/2014. Teatro Cervantes.
Texto: Carlos Guerrero | Fotos: web y OFM
La Quinta sinfonía de Mahler goza de buena acogida entre los abonados de la temporada 2014-2015 de la Orquesta Filarmónica de Málaga.
El pasado miércoles pudimos disfrutar de la interpretación de la Sinfonía número 5, en do sostenido menor, de Gustav Mahler, a manos del maestro Hernández Silva, quien se presentaba por segunda vez como director titular de la Orquesta Filarmónica de Málaga ante la nutrida audiencia del Teatro Cervantes.
Mahler compuso su Quinta sinfonía entre los años 1901 y 1902, si bien realizó modificaciones sobre la partitura hasta 1909, cinco años después de que él mismo la dirigiese en Colonia, en un empeño por suplir la grandeza coral por la riqueza orquestal. Dividida en cinco movimientos, la obra evoluciona desde las tinieblas hasta la luz, de una marcha fúnebre inicial a un rondó triunfal. Fue precisamente en estos movimientos, el primero y el último donde encontramos las debilidades de una interpretación notable en líneas generales, a cargo de una orquesta con buen tono, o al menos sensiblemente mejor que el de años anteriores. La solemnidad del movimiento inicial se desvaneció en una fanfarria demasiado leve, falta de carácter, más melancólica que elegíaca. El último de los movimientos, aunque efectivo, adoleció por momentos de pulcritud, que no de fuerza, en la fuga de la cuerda.
Es de justicia destacar el papel de la flauta en el primer movimiento, quien tras la fanfarria nos conduce al segundo movimiento. Aquí se desvanece la tensión acumulada en el movimiento anterior y se desarrollan los temas solo anunciados por la fanfarria. Bello y delicado el inicio de los violonchelos. El tercer movimiento, bisagra entre el bloque que conforman los dos primeros movimientos y el cuarto y el quinto, fue gracioso y ligero. Grácil y elegantemente mecido estuvo el vals en la batuta de Hernández Silva.
Sobresaliente el cuarto movimiento. Sublime por momentos, como, por ejemplo, en la entrada de los violonchelos en pianísimo. El quinto movimiento trajo el desenfreno, difícilmente contenido por cualquier orquesta, pues es a lo que nos mueve Mahler.
Destacable el papel de los vientos, solistas y tutti, en especial el de la tuba, los trombones y las trompas. Fue, como ya mencionamos, una interpretación acertada e ilusionante, y, si no redonda, muy cercana a lo que se espera de una orquesta implicada e inspirada.