Teatro Cervantes 26/03/2012
Texto: Miguel Ángel Barba | Fotos: Daniel Pérez / TC
En un teatro prácticamente lleno, una sobria puesta en escena: de negro, músico, el gran piano, así como el escenario, desnudo de decorado, iluminación difusa, puntual y escasa -lo cual dota a la misma de una gran elegancia y sobriedad-. Junto a Einaudi, una especie de banqueta oculta bajo telas también negras, con el reproductor de los efectos, alfombras sonoras y bases electroacústicas con las que acompaña algunos de sus temas.
Aprecie mucho el estar sentado en un palco a la izquierda del escenario porque, aunque los pianos son omnidireccionales por ser percusivos y en este caso al ser de cola con tapa abierta aun mas, y es indiferente la situación del oyente, si que es cierto que en todos estos conciertos suelen colocarse de ese lado y de este modo puedes verle las manos al tocar. Esto para muchos puede no significar nada, pero para melómanos y músicos es muy enriquecedor, pues se ve en todo momento en que tonalidades, acordes y escalas toca, como juega con sus manos, como flotan los dedos sobre el teclado y la forma en que se deslizan entre ébanos y marfiles.
Este fantástico ambiente es solo roto a veces por alguien que abre, cierra y maneja un abanico en un palco cercano como si estuviera en los toros. Esto es algo que no desconcentra ni extraña a Ludovico Einauidi. No en vano en una reciente entrevista con Pablo Bujalance en Málaga Hoy decía que: "El silencio es hoy apenas un concepto, es imposible encontrarlo; sólo hay ruido". Si a esto añadimos las omnipresentes lucecitas de los móviles: mensajes, facebook o haciendo fotos y las acomodadoras teniendo que llamar la atención de estas personas... Y yo me pregunto, ¿para que vienen; no entienden cuando se dice que no se permiten fotos o grabaciones...?
Pero nada de eso iba a estropear el encuentro con Einaudi; el de Turín es capaz de remover tantos resortes dentro de quienes lo oyen que lo mejor es dejarse llevar y abstraerse del entorno.
Comienzan a manar las interpretaciones que en manos de Ludovico son como leves caricias a las partituras. "The Snow Prelude No.15". En sus arpegios, las notas fluyen como gotas en una fuente. "The Planets". Sus composiciones son una mezcla fascinante de música popular, clásica y diferentes aires de múltiples estilos. "Tu sei". El pasado, el presente y el futuro se dan la mano y suenan, el público mientras tanto sueña. "Berlin song". Piezas misteriosas van creando un grato ambiente, escapan unos agudos o circunloquian unos graves. "Una Mattina". Y ya es hipnótico; hay ocasiones que parece estar oyéndose a Mertens, fragancias de Satie, ritmos de Winston. Einaudi reune en si mismo a todas las expresiones. "Indaco /Lady Labyrinth". Juega al minimalismo a partir de fugas extraordinariamente líricas y románticas.
Pasa el tiempo y se respira esa sensación de armonía, dicen algunos que por momentos recuperan una cierta sensación de paz interior. "Uno". La simbiosis es ya evidente con el público, melodías circulares que desembocan en unos resquicios musicales con una enorme amplitud rítmica. La melancolía se abre paso entre crescendos. "Divenire". Cada vez más es palpable y evidente la tradición de música ambiental que atesora en su acerbo cultural, ya es casi pura genética armónica.
La metodología es la misma: reiteración, pero con matices y diferencias de estructura y contextura: la música va creciendo a partir de unos fraseos centrales sobre los que gira la composición y siempre vuelven a la misma idea. Agradabilidad."Ascolta". Adusto y reservado va deshilvanando el repertorio "La nascita delle cose segrete". El personal y diferente estilo del autor e interprete se va implantando en la atmósfera del teatro. Se respiran efluvios cercanos a la música de los ochenta. "Fly". Algo extrañamente bello que inquieta por su magnitud rodea la escena. Cada tema de Einaudi es una historia, un cuento, sus dedos narran la trama, episodios que sus partituras susurran. "Nuvole bianche". Y como tales historias, tienen sus orígenes, presentaciones, nudos, idas y venidas, sus clímax y sus desenlaces.
La música estremece con una magia que traslada lejos del teatro. "Andare". Titila trémulo el auditorio. Si cierras los ojos, algo flotara bajo ti y te capturará . Repasando la platea da la impresión de que parte del publico ha sufrido una abducción consentida. Un tema embelesador da paso a otro aun mas magnético; la belleza, sensibilidad y experiencia creativa dan paso a las intimistas y personalísimas. "I giorni".
Como meditabundo, Ludovico parece no ser consciente de que es el artífice de la enorme explosión sensitiva acaecida en el Teatro Cervantes; solo con su piano, con una electroacústica sutil, pequeñas alfombras sonoras y poco mas, efectos que manejó ademas de forma bastante discreta, casi sin ser visto por el público.
El concierto ofrecido el lunes por el magnífico compositor es fruto de un experimentadisimo proceso creativo, cuya experiencia y sensibilidad clarividente, talento y genio se concentraron y repartieron a partes iguales en esta noche inolvidable para muchos
Un concierto imprescindible e imperdible para los amantes de la buena música.