Teatro Cervantes, sábado, 11/01/2014.
Tras el Cascanueces navideño, la temporada sinfónica continuó por territorios eslavos, esta vez bajo una batuta inglesa, evidentemente superando la anodina mexicana.
Texto: Alfonso UH de Mendoza | fotos: del autor y webs de Shaer y Griffiths
Parece que la propuesta de programa se sumó a las reticencias post-festivas para que en el Cervantes se ocupara un exiguo tercio de las butacas el sábado, y es que, pese al indudable interés musical, faltó un mayor “gancho” que consiguiera movilizar al público.
Comenzó la velada con Baba Yaga, la “miniatura” más conocida de Anatole Liadov, un sólido compositor que ha alcanzado escasa relevancia y cuya música es continuista del famoso Grupo de los Cinco -Balákirev, Músorgski, Rimski-Kórsakov, Borodín y Cuí-. Liadov recrea en esta colorida obra la atmósfera fantasmagórica de la conocida bruja de cuentos rusos, personalizada en el fagot, que disfrutamos en una evocativa interpretación.
Para el Concierto para Piano, Trompeta y Orquesta de Cuerda de Shostakovich se contó nueva y acertadamente con un solista de la OFM: el trompetista Ángel San Bartolomé, demostrando otra vez que no es necesario esperar a los recortes para dar a valer a los excelentes músicos propios, todo un deleite para los oidos y una oportunidad de desarrollo para los maestros. En este concierto, la trompeta solo hace el papel de concertante auxiliar y Ángel nos ofreció una notable interpretación con un magnífico segundo movimiento, todo un alarde de delicadeza y control. Por su parte, el joven pianista israelí Ishay Shaer, se enfrentó al negro Steinway sin partitura, seguro y expresivo, con un excelente resultado sobre las inesperadas melodías, conduciéndonos hábilmente por los inéditos caminos de Shostakovich.
Ya solo el estremecedor Montescos y Capuletos con que se inició la segunda parte de la noche mereció la velada. Con él me cobraba una deuda personal de un ballet con música grabada que sufrí hace tiempo en el Auditorio de Tenerife, y es que, Romeo y Julieta de Prokofiev es música para ballet, y una cosa sin la otra merma siempre el resultado. Deberemos conformarnos -que tampoco es poco- con la excelente suite orquestal que nos ofreció la OFM; cruda; ruda; como debe ser, aunque flemáticamente contenida por Howard Griffiths, quien se mostró preciso en sus gestos “a tiempo”, entendiéndose muy bien con la orquesta.
Prokofiev diseño tres suites distintas de siete movimientos -cada una- extraídos del ballet, si bien se permite y es habitual que cada director diseñe la suya. En este caso los siete movimientos se convirtieron en ocho (se añadieron dos -danza y minueto- fuera del programa de mano) y básicamente consistió en una combinación de las dos primeras suites, eligiendo los más vistosos y terminando con la Muerte de Tibaldo.
La velada concluyó con cerrados y prolongados aplausos, que aprovechó el simpático director Griffiths para saludar, uno a uno, a todos los solistas de cuerda y dar reconocimiento en pié a todos los maestros.
Continuará la temporada en febrero con más Rusia: la cuarta sinfonía de Chaikovski y el reencuentro con Aldo Ceccato, mientras tanto recomendarles en Granada el próximo fin de semana la quinta sinfonía de Mahler de la OFM con la batuta de Boscovich, si tuvieran la oportunidad.
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PROGRAMA 8
Viernes 10 de enero 20,30 h.
Sábado 11 de enero 20,00 h.
Director: Howard Griffiths
Primera parte:
ANATOLI LIADOV, Baba-Yaga, op. 56
DMITRI SHOSTAKOVICH, Concierto para piano, trompeta y orquesta de cuerda en do menor, op. 35
Piano: Ishay Shaer
Trompeta: Ángel San Bartolomé
Segunda parte:
SERGEI PROKOFIEV (1891-1953), Romeo y Julieta (Selección)