Teatro Cervantes, 30/11/2011
Texto: Alfonso Urdiain Hermoso de Mendoza | Fotos: del autor
El público malagueño abarrotó el teatro en una decepcionante interpretación de la novena de Beethoven por la Orquesta y Coro de la Filarmónica Nacional de Moldavia, quienes salvaron la noche con un correcto Carmina Burana de Carl Orff.
Resulta difícil escribir sobre la novena sinfonía de Beethoven, sobre la que tanto y tan bien se ha escrito y hablado. Impone el hecho de que sea el himno de nuestra Europa y la única composición musical de la historia declarada por la UNESCO Patrimonio Universal de la Humanidad.
Recuerdo vívidamente mi primera novena en un auditorio, hace años. El impacto fue tan grande, tan profundo, que al finalizar no pude más que quedarme noqueado en mi asiento, incapaz de aplaudir o moverme durante un largo minuto. Intentando asimilar y retener, por un instante más, su belleza y totalidad.
Fue el concierto que más me ha impresionado. Me cogió de sorpresa, desprevenido. Antes había escuchado decenas de veces las versiones grabadas de Furtwangler, Wand, Bohm, Karajan, o los más contemporáneos Osawa, Bernstein o Abbado, pero no me habían preparado para redescubrir la sinfonía de esa forma tan cruda, tan brutal. El tercer movimiento, un Adagio, me resultó totalmente nuevo en directo, plenamente bello, y me dejó desarmado, desprovisto de mis prejuicios, para que el cuarto me terminara vapuleando.
La mente humana es relativa, y estas sensaciones nunca han vuelto a ser tan intensas, ni siquiera en las sucesivas novenas a las que he asistido, mucho menos en la representación del pasado miércoles, interpretada por una orquesta y coro llenos de carencias. Quizás fue para varios asistentes su primera novena ... y me entristece.
La obra se sitúa en la cúspide de la música clásica y se convirtió en puente entre dos épocas, dos conceptos musicales, abriendo el camino a los compositores románticos y contemporáneos y a un nuevo concepto de orquesta sinfónica. Es de una inusual dimensión monumental, transgresora y avanzada para la época, incluyendo novedosamente, por ejemplo, la voz humana en su ultimo movimiento, en un final apoteósico y atronador. El propio compositor la codirigió en su estreno - el maestro de capilla lo asistió por sus limitaciones de salud -, apareciendo en escena después de doce años y fue recibida con gran ovación. Cuenta la conocida anécdota de cómo un músico de la orquesta tuvo que ayudarle a darse la vuelta para contemplar al enfervorizado público, ya que su sordera le impedía escucharlo.
La Orquesta y Coro de la Filarmónica Nacional de Moldavia está de gira por España de la mano de la productora Promoconcert. Han pisado, entre otros, el Auditorio Nacional, y precisamente este mismo concierto será representado en unos días en el Auditori de Barcelona. Creíamos estar de enhorabuena en Málaga y lo sabíamos; el Teatro se encontraba abarrotado pese a que el precio de las entradas doblaba el de los conciertos de temporada.
La interpretación de la orquesta, coros y solistas fue decepcionante, en especial en los dos primeros movimientos, cometiendo frecuentes errores, imprecisiones y desafinados, evidentísimos en los metales, corrigiéndose en parte a partir del tercero. Algo más aceptable el cuarto movimiento, el célebre "Himno a la alegría", basado en el texto de Schiller, gracias a la intervención del coro y la soprano Tatiana Tretiak, que –relativamente- fue la voz más destacada. Estoy convencido que esta orquesta tuvo tiempos mejores, si bien en la actualidad está muchos peldaños por debajo de nuestra Orquesta Nacional o Filarmónica de Málaga, quienes hace dos semanas nos ofrecieron una maravillosa séptima.
El famoso director Karajan dijo que había dos tipos de directores: aquellos que tenían la partitura en la cabeza y los que tenían la cabeza en la partitura; y él prefería ser de los primeros; el maestro Mihail Secikin, director de la filarmónica moldava se encontró entre los segundos. Su dirección estuvo a la altura de la orquesta.
Sorprendentemente, la novena se interpretó antes -y no después- de la contemporánea Carmina Burana, la obra más popular del compositor Carl Orff. Su “O fortuna” es ampliamente conocido en nuestro país por ser la sintonía del programa “Documentos TV”.
Carmina Burana se basa en los poemas medievales -cantos goliardos- del mismo nombre, principalmente en latín, que combinados con una simplicidad melódica y con unos ritmos primitivos, produce una atmósfera mágica que hipnotiza al oyente. La obra termina como empieza –O fortuna- en un ciclo completo de la Rueda de la Fortuna. Su interpretación conjunta con la novena de Beethoven no es novedosa por ser bastante complementarias en cuanto a medios, me viene a la mente que el maestro Osawa gusta de esta combinación.
La relativa simplicidad de la obra de Orff para la orquesta, el correcto coro y percusión salvaron la velada, y ofrecieron una interpretación que pudimos disfrutar. El público malagueño acogió entusiasta -como es habitual- la representación.
Aprovecho para recomendar una asequible, excelente periódica interpretación de la novena sinfonía de Beethoven, que es la que realiza todos los años la Orquesta Sinfónica de Madrid y Coro Nacional de España en su concierto extraordinario de Navidad en el Auditorio Nacional, que procuro no perderme.
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Productora Promoconcert.
Director: Mihail Secikin
Director del coro: Anatolie Jar
Solistas:
Tatiana Tretiak, Soprano.
Zhaneta Stegareva, soprano
Valeria Mircheva, Mezo
Stoyan Dashkalov, Tenor
Arseniy Arsov, tenor
Alexander Tinkov, barítono
Plamen Beykov, Bajo
Sinfonía nº9, L.v. Beethoven
Carmina Burana, C. Orff