17/06/2016. Teatro Cervantes.
Texto: Daniel Lozano | Fotos: Promocionales / TC
El pasado fin de semana se celebró el 150 aniversario del nacimiento de Ferruccio Busoni, pianista y compositor italiano nacido en Empoli. A pesar de su relevancia internacional como concertista fue más compositor que pianista, llegando a componer más de trescientas obras. Además fue un infatigable transcriptor de la música de órgano de J.S. Bach, llevándolas a un alto y exigente nivel técnico a la hora de interpretarlas. Fue severo consigo mismo como compositor, no dando valor a lo compuesto hasta cumplir sus cuarenta años, y su estilo consiste en partir del romanticismo hasta acercarlo a un lenguaje que veía en el contrapunto bachiano su principal modelo. La música de Busoni es muy personal, sombría, grave, con estilo propio, llena de frescura e impredecible. Su Concierto para piano y coro masculino, Op. 39, que fue considerado por el célebre pianista J. Ogdon como “el mayor concierto de piano de cuantos se han escrito” ha sido una de sus obras más relevantes y con motivo del nacimiento del compositor pudimos disfrutar de su interpretación por parte de nuestra orquesta y del pianista Kun Woo Paik.
El concierto que consta de cinco movimientos cuenta en plantilla con un coro masculino, el cual aparece sólo en el último movimiento. La Coral Cármina Nova dirigida por Diego González Ávila tuvo un papel más que bueno. Sus voces nos dejaron interesantes colores, seguridad y entidad en la dicción, entradas y fraseos de sus intervenciones, y eso que el número de voces era más que justo junto a la orquesta. Buen papel el de su director y sus componentes masculinos.
Respecto a la orquesta cabe destacar que estuvo bien, mejorable en algunas secciones donde daba la sensación que podían hacer algo más en la afinación y en la definición de algunos planos sonoros, que sonaron en ocasiones algo densos. Aun así bien, convincente el papel de nuestra orquesta y bien dirigida por Manuel Hernández-Silva.
Kun Woo Paik es un pianista colosal, descomunal, un auténtico privilegio para los oídos de cualquier melómano, un lujo para todos los asistentes, que tuvimos la ocasión de disfrutar de una interpretación extraordinaria, pulcra, con fuerza y con muchísimo sentido común. El despliegue técnico estuvo presente en todo tipo de pasajes de octavas, terceras, escalas, trinos, etcétera, y tuvo como valor añadido que nunca fue un hándicap para despegarse de la musicalidad, del discurso coherente e imparable de la vasta obra que el compositor italiano nos dejó para el recuerdo y goce. Exquisito también fue el sonido del pianista surcoreano, metálico cuando lo demandaba, dulce en otros momentos, también procuró unos cuidadísimos planos sonoros junto a la orquesta, entrando y saliendo como si la obra estuviese en sus sentidos, no sólo en su cabeza, y terminase en sus dedos con la solvencia propia de un maestro. Fue interesante comprobar que no sólo era un excelente intérprete, sino que tenía una enorme capacidad para empastar el sonido del piano con la orquesta, para desplegar una enorme consciencia del conocimiento de la obra, de sus frases, motivos, entradas y salidas. Espectacular la sincronía que supo mostrar en cada final e inicio de sección, un deleite para todos los asistentes.
En definitiva este fin de temporada nos deja buenas sensaciones de cara al programa de la temporada que viene. Málaga poco a poco se estira un poco más en la idea de querer sumarse al despegue cultural que está transformando la ciudad, pero que a la música ha dejado atrás desgraciadamente. Nos falta un auditorio, Málaga tiene todo para ser referencia mundial si apostamos y conjugamos la actividad museística con la musical. Ojalá tengamos políticos valientes y sensibles y nos situemos en el lugar que nos merecemos y queremos.