Teatro Cervantes. 11/05/2012
Texto: Alfonso Urdiain Hermoso de Mendoza | Fotos: web
Mermada afluencia de público para el difícil programa atonal que nos ofreció la Filarmónica con obras de la segunda Escuela de Viena –Webern y Schöenberg- y del contemporáneo compositor antequerano Manuel Hidalgo.
La moderna Escuela de Viena de principios del siglo XX -cuyos máximos exponentes son Schöenberg , Berg y Webern- está marcada por la época de guerras que tuvieron que vivir, siendo los principales precursores de la atonalidad, dodecafonismo y serialismo.
La atonalidad prescinde de jerarquía en los tonos, careciendo de normas y de melodías reconocibles. Son sonidos inusuales, diferentes, que nos rompen los esquemas de lo que entendemos por música. Para hacernos una idea, es a la música lo que el arte abstracto es a la pintura.
Debo reconocer -para que el lector pueda identificar fácilmente mi posible sesgo a lo largo de estas líneas- que no me interesa especialmente la atonalidad, si bien acudí al concierto con mentalidad abierta, ganas de experimentar y acompañado de un entusiasta contemporáneo -existen, sí-, dando una enésima oportunidad a una música que siento lejana.
La velada fue de menos a más, tanto en las obras como en su ejecución, comenzando con las Variaciones para Orquesta de Webern y unas posteriores variaciones sobre dichas variaciones del malagueño Hidalgo, finalizando con la ópera “La espera” (Erwartung) de Schöenberg, que, por supuesto, tampoco es una ópera tradicional sino un monólogo para soprano con gran orquesta del que el propio autor dijo que “en La Espera se trata de representar en movimiento lento todo lo que ocurre durante un solo segundo de máxima excitación espiritual, alargándolo hasta llegar a la media hora”.
Lo más destacable de la velada fue la intervención de la soprano Carole Sidney Louis en esta difícil y atonal opera, dejando patente su magnífica voz de bello timbre y excepcional técnica.
A la batuta se situó el maestro Arturo Tamayo, especialista de la música atonal, que optó por una inusual situación de los instrumentos, intercambiando las posiciones de arpa y segundos violines con la de los contrabajos y chelos.
Impecable técnicamente estuvo la Orquesta Filarmónica, en la que pudimos observar por primera vez en este año en un concierto de temporada a todos los principales solistas de cuerda - Andrea (violín), Evdokia (viola), Tilman (chelo) y Szabolcs (contrabajo)- que estuvieron sobresalientes. Destacando especialmente las intervenciones de la concertino -Andrea Sestakova- y de la segunda concertino -Catalina Sureda-, acólita de Colomer y sobre la que lamentablemente planea la sombra de su reciente contratación discrecional.
Mínima afluencia de público en la sesión del viernes -la de los abonados, trescientos menos que el pasado año- sin llegar a superar el medio aforo, e inexistente en la sesión del sábado, donde se dieron cita menos de treinta personas en el patio de butacas, es decir, ocho de cada diez asientos estuvieron vacíos.
A la vista de este hecho parece necesario un cambio de rumbo por parte de la dirección de la orquesta para volver a acercar la música culta a los ciudadanos.
Últimamente percibo cierta desilusión de los profesores de la Filarmónica ante un programa y Dirección alejados de los gustos de los melómanos malagueños, y posiblemente de los suyos propios. Recuerdo gratamente el pasado concierto dirigido por Jacques Lacombe que supo devolver un poco de ese brillo casi olvidado, de esa ilusión y motivación que deben ser los ejes de un proyecto musical que desea permanecer y crecer.
Resulta injusto -y triste- que, cuando se lee (ver aquí) sobre las grandes orquestas españolas, la Filarmónica de Málaga figure entre las de segundo orden y que el comentario positivo sea que “es una formación muy vinculada con la música contemporánea ...”. Quienes hemos escuchado a varias de las supuestas orquestas de primer orden, sabemos que resulta injustificado situar a nuestra Filarmónica tras ellas, al igual que resulta inapropiado el etiquetarla exclusivamente de “contemporánea”, si bien programas como los del pasado fin de semana ayudan a que profundicemos en esos clichés.
Contando con un ciclo específico de música contemporánea y conociendo los gustos de los melómanos malagueños, cuesta entender que se programe la poco convencional, difícil y minoritaria música atonal en los conciertos de abono, ¿el resultado? un Cervantes casi vacío, un enorme coste de oportunidad.
El proyecto del deseado nuevo Auditorio, con mucha más capacidad, pierde valor cada vez que el Cervantes no se llena, ¿qué demanda social lo sustentaría?, ¿qué sentido tendría un auditorio casi vacio?. Edmon Colomer hace tiempo afirmó que: “La programación ha de responder a la realidad de la sociedad que hace posible que exista“, ¿qué ha cambiado en sus planteamientos?, coincidiendo con su afirmación, maestro y Consorcio deben hacerse más permeables a la realidad social para dar continuidad a un proyecto con más de veinte años de esfuerzos y para tender a un deseable equilibrio presupuestario, tan necesario en esta difícil época.
Afortunadamente, el próximo concierto del 25 y 26 de mayo -Paisajes Románticos- incluye un esencial como es la Sinfonía Escocesa de Mendelssohn y contará con la presencia del chelista de moda en Europa, Johannes Moser, en una obra de Lalo. Anímense en una de las últimas oportunidades de disfrutar en esta temporada.
Orquesta Filarmónica de Málaga
Director: Arturo Tamayo
Soprano: Carole Sidney Louis
Variaciones para orquesta, Op.30, A. Webern
Variaciones sobre las variaciones, Op.30 de Webern, M. Hidalgo
Física, M. Hidalgo
Erwartung, A. Schöenberg