Teatro Cervantes. 20/05/2012
Texto: Miguel Ángel Barba | Fotos: Javier Albiñana / TC
Wim Mertens volvió a Málaga con su afamado trío en el que ademas de un Lode Vercampt impoluto al chelo, tuvimos la suerte de disfrutar de la presencia de una genial Tatiana Samouil al violín. Con el importante soporte cargado de intangibles de Lode, la genial violinista de San Peteysburgo, desarrolló un mano a mano en el que reinterpretó los arreglos del pianista belga a la perfección.
El domingo pasado comenzó siendo un tranquilo arroyo de montaña en el que cada gota era cada nota y cada sonido una reminiscencia. Con el paso de las interpretaciones formó cascadas de arpegios infinitos en el que las sensaciones se sucedían a tal velocidad que tenían que esperar en cola para manifestarse. Y acabó convertido en salvajes torrenteras de escalas y ritmos que fueron vertiéndose por la platea hasta alcanzar hasta el ultimo rincón de la ciudad. Porque el concierto se prolongó mucho mas tiempo por las calles y bares, en los que se consumó el ritual de no querer que aquella noche acabara.
Y es que este músico que forma parte del selecto grupo de los que han grabado más discos que años tiene, no agota su genio ni su creatividad, su fuerza parece ir en aumento, su precisión se afina con la edad y su capacidad rítmica confunde a propios y extraños.
Muestra cada vez más un minimalismo irredento, con estertores avant-garde a cada composición que pasa. Mertens siempre en la vanguardia, evolucionando hacia otras músicas mas interiores o mas extrovertidas, según el trabajo que interprete. Pero siempre creando nuevos mundos en los que creer y habitar, en los que sentir.
Con cada nuevo tema presentado se hace más patente la impresionante capacidad del genio de Neerpelt para trazar polifonías, como quien dibuja distraídamente con el dedo lineas en la superficie del agua y, tras el paso de unas cuantas ondas, éstas se hacen mas grandes y se alejan hasta disolverse en nuevas melodías.
El virtuosismo es a veces mostrado como asomándose por detrás del cuerpo del piano o escondido entre los dedos de la violinista, pero esta presente en todo momento, ya sea en forma de diabólicas repeticiones que agotarían al mejor instrumentista, o de ritmos desechos y rotos una y mil veces a cada vuelta, como un canon desaliñado. Y su voz, ululante a veces, parece profitar sonidos guturales elevando quejas a los palcos mas altos.
La capacidad de moderación, amortiguando su ímpetu musical durante las brillantes partes interpretadas por los otros dos músicos, muestra a un genio en toda su modestia y su enorme comprensión del hecho musical como una intervención plural, global. Es pura sinergia. Esto permitió que el violín brillara cada vez que Tatiana ejecutaba todas y cada una de las técnicas posibles e imposibles de efectuar con el instrumento, consiguiendo desde sonidos líquidos o etéreos, con armónicos y glissandos, a impetuosas y enérgicas sonoridades gracias a formidables trémolos y spiccatos. Grande la Samouil.
Carlos Herránz, dijo de él en Radio 3 que "es demasiado moderno para los cánones de música clásica y demasiado clásico para los oídos más pegados a lo extrictamente contemporáneo". Yo lo suscribo.
Y ahora solo nos queda el cd, la radio... huérfanos de su presencia solo cabe esperar una nueva primavera que nos devuelva su personalísimo tañido.
Piano y voz Wim Mertens
Violín Tatiana Samouil
Violonchelo Lode Vercampt