Texto: Miguel Ángel Barba | Fotos: Javier Braojos
Fascinante propuesta la representada por esta polivalente banda a la que me atrevería a calificar como orquesta.
En el proyecto Yemen Blues cabe todo. Preciosistas arreglos de cuerda y de viento con violentas orogénesis rítmicas. Paisajes sonoros tribales, escuetos misticismos armónicos sefardíes o aires arábigo-yemeníes. Polifonías de la sabana de piedemonte con atisbos bluseros. Funk del poderoso, mezclado con reminiscencias de las originarias músicas de fusión de los ochenta, como las de los legendarios grupos Lemchaheb, Dissidenten en sus sesiones hipnóticas con Jil Jilala, Nass el Ghiwan, Trilok Gurtu y otros muchos que dieron orígen a multitud de nuevas terminologías: world music, world-beat, etno-techno, música-fusión, si bien en muchos casos pervertirían su originalidad con ritmos electrónicos y sintetizadores sustituyendo a los instrumentos originales. Cosa en la que no cae Yemen Blues, leal a los instrumentos naturales, aunque sin desdeñar el uso moderado de alguno de aquellos en contadas ocasiones.
Como paradigma de esta cultura panacontinental sirva el esquema básico de alguno de los temas interpretados: Laúd solo; Ravid canta con aromas afro-orientales y ecos judío-yemeníes. Se originan timbres y tonalidades en los que podemos adivinar el Mar Rojo. Arreglos de cuerda con armonías provinientes de cualquier parte, el cuerno de Africa se vislumbra entre el crescendo de la percusión que viene ascendiendo con ritmos básicos hasta alcanzar la cima con otros más complejos. Huele a madera de acacia. Omar cambia el laúd por el bajo eléctrico que, junto al chelo, arranca con rifts y arreglos bluseros. La intensidad aumenta gradualmente y los vientos se incorporan con el más puro funk que puede salir de las llaves y pistones de una flauta, un trombón y una trompeta para arribar a sones impregnados del más magnético y sugestivo soul. Para entonces Ravid no para de bailar, cantar, gesticular, emitir onomatopeyas y diferentes sonidos guturales, gritos cercanos al Sahel; se desata... está poseido. El conjunto se vuelve un todo hipnotizante, es como un mantra que mientras se reitera te transporta, casi te arrasa mientras mece y, entre balanceos, te ves inmerso en un impresionante ritmazo, como en una estampida de dromedarios en pleno subdesierto, dos enormes percusionistas son los responsables de ello. La viola y el chelo se embarcan en una diáspora por el subgénero denominado cello rock, tras lo cual solo cabe la catarsis total. Vuelta a la calma, relajación, amerizamos en el Reino de Saba y... vuelta a empezar.
Yemen Blues es pasar de la Ruta del Incienso a New York, del Desierto de Ramlat as Sabatayn a Israel pasando por Uruguay y perderse entre músicas bambaras, nubias, tuaregs y garitos de música en cualquier ciudad occidental. Es un proyecto cosmopolita, universal y difícil de encajar en unas pocas terminologías musicales-periodísticas.
¿Qué está pasando en esa zona del planeta? En menos de dos meses hemos recibido en Málaga a Ishay Shaer, Avishai Cohen, Berry Sakharof y Rea Mochiach y ahora Yemen Blues. Solo nos queda decir: Shalom y Lehitraot.
Ravid Kahalani: voz, gimbri y percusión
Omer Avital: oud o laúd árabe, bajo y voz
Reut Regev: trombón
Itamar Borochov: trompeta
Galia Hai: viola
Hilla Epstain: violonchelo
Yohai Cohen: percusión oriental
Rony Iwryn: percusión latina
Hadar Noiberg: flauta