07/07/2017. Festival Terral 2017. Teatro Cervantes.
Texto: Carlos Guerrero | Fotos: Daniel Pérez
El cantante argelino, Rachid Taha, sin apenas poder tenerse en pie, ofreció un lamentable espectáculo en la actual edición del Terral.
La embriaguez es necesaria para soportar la vida, para hacerla más dulce, más agradable y más llevadera. Una charla con una copa (o dos), una conversación con una botella de vino o un whisky solo en la barra del bar para ahogar las penas son todas buenas ocasiones para pillarse una pea. Pero si vas a dar un concierto, emborracharse no es buena idea, y aparecer dando tumbos por el escenario, peor aún.
En un teatro poco poblado —se rellenaron los asientos del patio con los espectadores de las plantas—, algunos seguidores fervientes hacían ruido a la salida de Rachid Taha (quizá deberíamos leer el apellido llano como palabra aguda [Tahá]) que venía a presentar su espectáculo Zoom. Tambaleándose, evidentemente ebrio, el "artista" fue guiado por las tablas hasta que pudo derrumbarse sobre el taburete y empezó el esperpento. Canciones destrozadas y a medio cantar por una voz maltratada por el humo y el alcohol, áspera e ininteligible, no por el idioma, sino por la absoluta ausencia de ritmo, medida o melodía. Escupitajos, cigarrillos en escena, manoseo de la entrepierna y un largo etcétera de despropósitos (en varias ocasiones pidió a la gente ponerse en pie compases antes de que acabara el tema) fueron parte de su repertorio.
De inicio, la banda parecía asustada, no por no haber pasado antes por el trance de aguantar un concierto con Rachid borracho, sino porque realmente temían que el argelino acabara por caerse de bruces en los primeros compases y arruinar el bolo. Por lo menos que aguante una horita y así cobramos el caché, parece que pensaban. Ya mediado el concierto, se conchabaron con el "artista", como quien ríe las gracias a un niño travieso. El bajo era un bolo indigerible de graves, la batería estaba descompensada tímbricamente (bombo desparramado, caja casi inexistente y platos estridentes) y fuera de ritmo en ocasiones, el teclado fuera de plano y la guitarra, bueno, el guitarrista debió de pasar la tarde en el mismo bar que Rachid. Malcarado, desquintado, desafinado, tan fuera del concierto que se perdía entre bastidores cuando le venía en gana dejando la guitarra en su soporte con tal desgana que poco faltó para que la tirara al suelo. Solo el laúd de Hakim estuvo más o menos en su sitio.
Leemos de Taha que si es la renovación de la música árabe, que si su mezcla con el rock y el raï, que si formó parte del mítico 1,2,3 Soleils, pero el viernes solo vimos a un borracho. Se perpetró un crimen contra la música, contra todos los músicos esforzados que se toman su oficio con la seriedad y la responsabilidad que requiere este arte exigente, contra todas las bandas que luchan por llegar a un teatro como el Cervantes y poder cobrar una entrada digna que les deje vivir de su trabajo. Una vergüenza para el Terral 2017, qué quizá debió haber evitado que se cometiera la fechoría.
Rachid Taha - voz principal
Frank Mantegari - batería
Yann Pechín - guitarra
Hakim Hamadouche - laúd
Idrissou Badarou - bajo
Kenzi Bourras - teclados