Terral. Festival de verano 2012. Teatro Cervantes. 20/07/2012.
Texto: Miguel Ángel Barba | Fotos: Daniel Pérez / TC
Un inicio frenético de bossa-jazz, con el trío de músicos que acompañan en esta gira a Toquinho dejando bien claro la altura musical que atesoran, predispuso al respetable ante lo que quedaba por venir. Dos temas en solitario en los que los ritmos brasileños se acariciaban con el funk, el rock y el jazz en una suerte de amalgama armónica y rítmica que ya sentó las bases de por donde transcurriría el concierto.
Con el tercer tema se dejo caer Antonio Pecci Filho, el de Sao Paulo, por el proscenio. Nada mas salir uno tiene la sensación de estar viviendo un deja vu, no cambia nada, todo sigue como la ultima vez: la misma elegancia, el continuo lirismo, su voz parca y personalísima, aun esos dejes que no aciertan a esconder sus influencias, y su particular forma de tañir la guitarra, que fue lo que le acerco a su a la postre gran amigo, el poeta Vinicius de Moraes, con el que formó una de las "parcerías" más significativas de la canción brasileña y continental.
Y en unos segundos el Cervantes se ve transportado a La Fusa, el café bonaerense en que dos de los grandes de la bossa nova De Moraes y Toquinho, con Maria Creuza y Maria Bethania, grabaron en 1970 parte de uno de los discos de mayor trascendencia de este estilo musical.
Y a partir de ahí una cascada de emociones y sensaciones reconocibles envuelve el repertorio: Antonio Carlos Jobim, Vinicius de Morae, Paulinho Nogueira, Baden Powell, João Gilberto, Dorival Caymmi y él mismo, como parte fundamental de la creación y la evolución de este estilo tan joven como promiscuo e influyente con y para otras musicas. Temas como João Valentão, Carinhoso, Garota de Ipanema, Aquarela, Corcovado, Mañana de carnaval, Tristeza, Tarde em Itapuá, Que maravilha, son recreados de nuevo sin que se tenga mientras tanto conocimiento del nuevo trabajo: Quem viver, verá. Pero al publico no le desespera esta última cuestión, están para disfrutar de el y de su música. Su música brasileña.
Como dijo hace tiempo un autor del que no recuerdo su nombre, "en Brasil hablar de música es hablar de la banda sonora de la vida" y no es difícil de explicar a ningún espectador, solo es necesario acercarlo a un concierto como este para que note desde el primer minuto la pasión, la sensualidad, el efecto mecedora de sus aromas, su originalidad, su heteróclito y dispar modo de ir de unos ritmos suaves y cadenciosos, con letras cargadas de lirismo y carnalidad a otros frenéticos, divertidos y desenfadados, adquiridos directamente de la samba mas primigenia, como esa danza de la fecundidad de origen angoleño en el que se frotaban los ombligos, "sambas" en bantú.
Y es que la música de Toquinho es todo un tributo a esa pasión, la misma pasión con la que él interpreta, desgranando una a una las músicas de su vida, toda una historia de mas de 50 años de armonía resumidas en un concierto donde hubo un poco de nuevo y mucho de retrospectiva y mirada atrás. Una vez mas Toquinho se reinterpreta, con esa forma fácil de cantar y ese modo sencillo y cómodo de tocar la guitarra que parece simple en ocasiones pero que es el mayor exponente de ese espíritu sobrio y embriagador de interpretar.
Decía en una entrevista hace años que, "La bossa es una atmósfera, no existe una canción de bossa como tal, yo puedo tocar 'El día que me quieras' y puedo hacerlo en bossa porque la bossa es un estado de espíritu musical, es una forma de armonizar, es la manera en que se ejecuta la guitarra, lo que se agrega a la canción, la manera de cantar". Y así, se atreve en una salida de los músicos a hacer una incursión en la música clásica o a versionar cualquier género musical.
Y es este espíritu el que le da ese hálito de sencillez, de hacer como el que no hace nada, que engaña porque es endiabladamente bueno. No puede definirse como un virtuoso al uso, ya que no alcanza esos registros, pero tiene una calidad indiscutible que eleva la guitarra de uno de los géneros más amables del repertorio popular a pisos difíciles de escalar por muchos guitarristas. Por mucho que sus dedos recorran ágiles el mástil una y otra vez como si bailaran sin mas o ponga en marcha una de sus características progresiones de acordes en los que pareciera que faltan por inventar para dar cabida a tanta polifonía en tan poco espacio.
Como dijera el cubista Georges Braque "El jarrón da forma al vacío y la música al silencio", y añado yo, a la musica Toquinho, ese artista circunstancial, como a el le gusta definirse, que deleitó con muchos años de historia musical al escaso publico que acudió al Cervantes haciendo una vez mas su gran recorrido por el gran repertorio de este genero musical que en tan corto periodo de existencia ha propiciado esta enorme granazón y que se ha convertido en uno de los mas fértiles en proporción a su lacónica edad.
Los músicos muy bien, destacando la pianista Silvia Goes. Un mal sonido impidió en algunas fases del concierto que se entendiera al protagonista de la noche e incluso oírle cantar en las tesituras mas graves. Fundamentalmente porque su voz quedaba oculta tras el bombo de la batería y algunas frases del bajo, los dos instrumentos con un excesivo y constante protagonismo que desvirtuó ademas algunos solos de piano, la ecualización no parecía la mas adecuada para una rítmica tan brillante y cargada de energía.
Lo siento, no puedo evitarlo. Una de anecdotario:
En la presentación de A tonga da mironga do kabuletê, Vinicius de Morae preguntaba a un joven Toquinho, en la grabación original de 1970:
- tú conoces la historia ¿no?
- más o menos...
-... en África, cuando un africano dice esto a otro parece que las tribus entran en guerras terribles ¿no? Eh... que se comen el hígado el uno al otro
- ¡no sabía!
- sí... todo lo que se sabe es que la última palabra de la expresión, kabulete... parece que tiene algo que ver con la madre de uno...
Toquinho voz y guitarra
Anna Setton voz
Ivani Sabino bajo
Pepa D'Elia batería
Silvia Goes piano