26/08/2016. Benalmádena Suena. Auditorio municipal de Benalmádena. Parque de la Paloma.
Texto: Manuel Malaka | Fotos: Elisabet González Muñoz
Este viernes tuvimos la ocasión de disfrutar del flamenco más comprometido en la programación del festival de verano de Benalmádena.
Abrió la noche Emiliano Domínguez Zapata (Voces en Resistencia) con temas de marcada actitud crítica que recordaban a Medina Azahara o Triana, y que ponían música a poetas como Benedetti o Miguel Hernández.
Pero el gran protagonista de la noche fue José Domínguez Muñoz. Ese es un nombre que nos dice bien poco, porque este artista de Aznalcóllar, decidió hace ya muchos años, tomar como nombre artístico la profesión que comenzó con tan solo seis años tras dejar la escuela, y que aun, orgullosamente, hoy ejerce.
Sin duda esos orígenes y vivir los cambios sociales de la transición, han creado una de esas personalidades únicas y singulares que ha dado el flamenco en los últimos años. Por muchos motivos, no solo por su compromiso social, también por su propia personalidad sobria y apasionada, por su carisma en el escenario y, por supuesto, como tuvimos ocasión de comprobar los asistentes, por sus grandes dotes para el cante. A sus 72 años, con más de 50 en los escenarios, aun conserva condiciones para seguir llenando escenarios. Estas son algunas de las razones que lo han convertido en una de las leyendas vivas del flamenco más auténtico. Una figura reconocida dentro y fuera de nuestras fronteras.
Comenzó con un clásico de su repertorio: Pastor de nubes, donde hace un orgulloso autorretrato, para luego ir desgranando uno a uno distintos palos del flamenco, y terminar con sus clásicos fandangos incendiarios, que en este mundo de cazadores de pokemons suenan a traídos de otra galaxia. Otra parte importante de su repertorio lo componen temas clásicos de la música latinoaméricana que sabe hacer suyos dándoles un aire flamenco al compás de bulerías, que los hace encajar dentro de su repertorio, y que ponen el contraste emotivo y poético. Con temas como Si se calla el cantor, Luz de luna, La lluvia – de Alberto Cortez-...
No siempre ocurre, desgraciadamente, en el flamenco, pero el lleno absoluto del auditorio de Benalmádena, ya nos dice el cariño con el que el público acoge a este gran artista.
Y es que El Cabrero nos gusta porque más allá de sus fandangos anticlericales, nos trae a los escenarios la dignidad del campo, del andaluz humilde del que tantos urbanitas de hoy procedemos. Su reivindicación no solo es política, es poética. Su flamenco nos conecta con el sudor y la tierra que trabajaron nuestros abuelos, con la libertad de la naturaleza y de lo salvaje, con un mundo más auténtico, sin mentiras, como su flamenco.