16/06/2018. Teatro Cervantes.
Texto: Rosa Parra | Fotos: promocionales / TC
Lombo X Bambino, un conciertazo
Plasticidad cinematográfica, presencia escénica, pasión contenida y desatada, arte puro. Eso regaló, Manuel Lombo.
Con un traje de rayas diplomáticas, chaleco, corbata y su pelo alborotao, El Lombo recorrió el patio de butacas para hacer su subida al escenario de una forma teatral y carismática. Nunca una entrada estuvo mejor planeqada y fue más triunfal.Desde ese momento te prende la mirada y ya no puedes quitarle los ojos de encima. Su presencia escénica supera a la de un actor de cine famoso, su arte nos remonta a la esencia del flamenco y del sentir andaluz. Manuel es puro arte, puro teatro, pura pasión, pura entrega. En principio, este primer tema, lo cantó solo, con un foco de luz envolviéndole y resaltando sus formas elegantes y finas. Después se hizo la luz y aparecieron los coros, con dos palmeras y un palmero (puro arte también) y dos guitarristas, y por supuesto la emblemática percusión del bongo. En la segunda parte del espectáculo se abrió un segundo telón y apareció la orquesta con dos vientos, tres cuerdas y una batería. Con ese peazo de acompañamiento nos demostró lo esmerado de su espectáculo, que no escatima en recursos musicales para dar más calidad a sus interpretaciones. Un espectáculo pensado hasta en sus más mínimos detalles, calculado en movimientos escénicos, nivel de pasión y soltura expresiva. Su genialidad, si nos quedaba alguna duda, se puso totalmente de manifiesto. Aunque cante por Bambino, no le imita, tiene su propia personalidad, aunque lo recuerde, en el compás, el ritmo, la candencia y la solera flamenca. El quejío, la fuerza, el temple, la estampa torera y esa pasión del interprete sobrecogía y a la vez soltaba al público que le lanzaba piropos sin parar. Manuel fue sobrio en su relación con el auditorio, concentrado como estaba en su arte, desplegando sus dotes de bailaor, cantaor y poeta. A veces se rompía, a veces se exaltaba, a veces susurraba, a veces lloraba las letras apasionadas. Y todo lo hacía sin perder el tempo, sin fallar una nota, sin cansársele la voz del esfuerzo corporal. Payaso, Procuro olvidarte, Se me va, Loco, Corazón loco, Miedo....
Manuel Luis Vázquez, de Dos Hermanas, Sevilla, es un artista muy ecléctico, puesto que a pesar de haberse formado en el flamenco ortodoxo, sus trabajos discográficos abarcan disciplinas como el pop aflamencado, letras tradicionales o la música melódica como en su último álbum "YO". En cambio, en esta ocasión ha querido cantar por el genial Bambino, un artista controvertido por los puristas, que supo atraerse al público más popular y finalmente ganarse el respeto de todos por su trayectoria y su poderosa garganta que fue la que lo mató. Para ello, Manuel,sin miedo, se mete en cada canción como en una película muda, desatando su cuerpo, que vibra y se mueve, que transmite y se exalta, y se apacigua y se calma según la letra de cada canción. Sus letras son las de siempre, las que hizo famosas, si no lo eran ya el mítico Bambino, quien supo como nadie cantar el despecho, ser el despechao, el loco de amor, el poseso de pasión, el ardiente enamorado, el celoso, el arrastrao... Hay que tener mucha templanza y mucha confianza en sí mismo y en su dotes artisticas y vocales, para heredar este destino y acometer esta tarea de cantar las piezas de Bambino, el revolucionario de la rumba, que la reinventó introduciendo el sonido de los bongos. Y las letras de los boleros. El Lombo, sabedor de que podía, ha demostrado que estaba acertado. Tres cambios de vestuario y una bajada al patio de butaca en su único bis, El Lombo lo dió todo. Nos escatimó en darse y darse y darse. Con sentido del espectáculo y oficio, pero también con alma, corazón y cuerpo. como en una historia de amor que vives con pasión y dolor, y despecho y pena,enamorandote en cada nota y suspirando los momentos felices. Ha deslumbrado y con este espectáculo se ha ganado el cielo de los inmortales. Ya, hoy día, se sabe que será leyenda de la música de este país.
Manuel Lombo, Voz
Pedro Sierra, 1ª guitarra - Víctor Rosas, 2ª guitarra - Fernando Romero, piano - Óscar Robles, percusión - José Carlos Roca, violonchelo - Anabel Rivera y Laura Marchena, coros y palmas