Jueves 26/02/2015. Teatro Cervantes
Texto: Carlos Guerrero | Fotos: José M. Cortés
Decía Camarón que la pureza no se puede perder nunca cuando uno la lleva dentro de verdad, por eso no importa que género aborde Miguel Poveda, siempre brillan su talento y su pasión, su verdad. Sea en la copla, en la adaptación de sonetos a la canción flamenca o en el "cante jondo", encuentra Miguel su identidad, elevando el oficio a las cotas más altas de la expresión artística. Con poco más de 40 años, el barcelonés presenta una trayectoria plagada de reconocimientos –Lámpara minera del 33 Festival de cante de las Minas de la Unión en 1993, Premio nacional de música en 2007, Premio nacional de cante de la Cátedra de flamenco de Jerez en 2008, varias nominaciones a los Grammy Latinos, son sólo algunos de sus galardones−, consiguiendo poner de acuerdo a la crítica especializada y al público para alabar su grandeza. Su compromiso con el flamenco queda patente en la honradez de sus variadas propuestas, en su inquietud artística asentada en el respeto a sus antecesores, en el despliegue del cante en su voz, en el cuidado de sus letras, en el dramatismo de su gesto, en resumen, en su amor por la música.
El espectáculo se divide en tres secciones, como bien explica el cantaor a su público. En la primera, presenta algunas de los temas de su inminente lanzamiento discográfico Sonetos y canciones para la libertad, en el que recopila sonetos de todas las épocas, desde Lope de Vega a Alberti, pasando por Lorca o Quevedo, incluyendo también algunos autores contemporáneos. La segunda parte es más recogida, en ella se reduce la banda para, mediado el concierto, acabar acompañado sólo de la guitarra. En la tercera y última sección, homenajea a la copla con algunas de las letras más identificativas del género. Cada una de estas partes forman un todo de más de dos horas de concierto, en el que Poveda, como señala Pedro Guerra en los comentarios sobre Sonetos y canciones para la libertad, se reafirma como “el intérprete más potente y versátil de la música española”.
El sonido fue excelente: potente y definido. Contundentes los registros graves, brillantes los agudos y naturales los medios. Llama la atención en el plano técnico, el preciso equilibrio de volúmenes y ganancias que permitieron a Poveda jugar con las distancias del micrófono a su antojo sin que se escapara el más mínimo acople. Muy lograda también la iluminación, ambientando cada una de las secciones del concierto y destacando el protagonismo de cada artista según la ocasión.
Abrió el concierto la banda dirigida al piano por el inefable Joan Albert Amargós con una introducción musical interrumpida por los aplausos provocados por la salida del cantaor al escenario. Los versos de Alberti suenan en Para la libertad, seguidos del Romance de la dulce queja de Lorca, una delicada composición en medio tiempo que Poveda quiso más movida a juzgar por los gestos con los que apremió a la batería de Antonio Coronel. En este punto, el sonido algo descontrolado en los extremos de frecuencia al inicio, encontró acomodo entre las paredes del teatro. La bella Desmayarse, atreverse, basada en el poema de Lope, antecede a Guerra a la guerra por la guerra, el potente single que musicaliza los versos de Alberti y que pudimos escuchar en la pasada gala de los Goya.
Merece una mención especial el tratamiento musical que hace Amargós de los sonetos. Aunque su exquisitez como arreglista es ya conocida, no me resisto a subrayar aquí su maestría. Su paleta rítmica, agógica y dinámica es inabarcable, los giros armónicos, siempre audaces, y genial su capacidad para adornar las canciones con líneas de metales, de cuerdas o cortes de batería y percusión. Sabe embellecer sin recargar, prescindir de lo accesorio, creando canciones redondas con su impronta inconfundible.
Para la sección central, dedicada al cante más flamenco, quedó en escena el trio compuesto por Londro, Carlos Grilo y Diego Montoya al compás y las voces, la rica y certera percusión de Paquito González, y la honda guitarra de Chicuelo, quien tuvo tiempo para lucirse mientras Poveda cambiaba de atuendo para señalar el cambio de registro, más íntimo, más sobrio. Vinieron cantes de Málaga, tanguillos antes del fandango y la soleá en la que se hizo acompañar de Grilo a la guitarra. Soberbio el cante desde los primeros lances, cargados de melismas y quiebros de garganta. Queda o arrebatada, la voz siempre afinada de Miguel Poveda es redonda, cantaora y natural. Se vuelve afillá en los cantes por Manolo Caracol en la soleá, rematada a pleno pulmón. Las bulerías acaban por desatar al cantaor, que animado por el quite del Londro se lanza al baile para disfrute del personal con ganas de fiesta.
Para la última parte, volvió la formación al completo a las tablas del Cervantes. Tras La Rosa y el Viento en manos del maestro Amargós, y el pertinente cambio de chaqueta de Poveda para marcar el cambio de tercio, Rafael de León se hizo con el repertorio. Un potpourrí de las coplas que han acompañado al cantaor desde su infancia, eco de lo que escuchaba en la radio de su madre, hizo las veces de prólogo de Vente tú conmigo, A ciegas y Sin embargo te quiero. De justos es ser agradecido, y quiso Miguel manifestar su admiración por Amargós, acordándose también del eterno Paco en el aniversario de su muerte.
Intentó cerrar el concierto con La Leyenda del Tiempo, en la que pudimos escuchar la prometedora voz de Esperanza León, pero el público no estaba por la labor, y ya puesto en pie se resistía a marcharse. El recuerdo a Marifé puso el punto final con María de la O y Mis tres puñales. Un broche de oro, para un espectáculo de muchos quilates.
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Miguel Poveda – voz
Joan Alberto Amargós – piano y dirección musical
Chicuelo – guitarra
Antonio Coronel – batería
Paquito González – percusiones
Londro, Carlos Grilo y Diego Montoya – palmas y voz
Esperanza León – voz (artista invitada)
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