15/05/2016. Teatro Cervantes.
Texto: Françoise Chabassier | Fotos: Daniel Perez / TC
Chucho Valdés, el gigante del jazz rindió a sus pies al público del Teatro Cervantes.
El pasado domingo en un Cervantes casi lleno Chucho Valdés, fundador, director y principal compositor de Irakere, paró su gira internacional para celebrar los 40 y ahora 3 años (se fundó en 1973) de la creación de la banda cubana. Irakere transformó el latín jazz fusionando la música tradicional cubana con una explosiva mezcla de jazz, rock, clasicismo y un sonido nunca antes escuchado. Además, el pianista ofreció a su público una retrospectiva de cuarenta años de su maravillosa música.
Físicamente, mide 1,94 m. y musicalmente porque es una especie de tornado que pasa con una prodigiosa destreza por los estados de ánimos más diversos. Solo con su piano o acompañado por su banda, el gigante trastorna las normas del jazz con sus dedos de terciopelo modelando la música a su antojo, haciéndola suya, desde las aceleraciones que se van transformando en sabios cambios para convertirse en salsa y de repente resurgir en música clásica hasta que, por fin la música estalla en un ritual en trance.
Es Groove, es swing, es latino y todo este ritmo llega irremediable y contagiosamente a los espectadores. El brillo de sus melodías Ellingtonianas resuena en el sonido mate de los tambores y qué decir del glamour de sus baladas románticas adornadas de sofisticación. Su tierra es Cuba pero Chucho no tiene fronteras y juega con todos los géneros. Este gigante que empezó a tocar el piano a los tres años y está a punto de cumplir setenta y cinco, está considerado como uno de los mejores pianistas del mundo.
Y el domingo pasado, cuando, bajo una salva de aplauso, el hijo de Bebo, llegó al escenario con su eterna gorra puesta al revés, pudimos disfrutar durante más de una hora y media, del efecto mágico que producía sobre los cuerpos y las almas la música de Chucho. Los ritmos latinos empezaron el concierto con Juana 1600. Los aplausos se hicieron más intensos. Los solos de trompeta y saxofón anunciaron Tabú y el gran maestro hizo una brillante demostración que le valieron unos aplausos y algunos “olé” proviniendo de la oscura sala cervantina. Chucho Valdés formó un trío con Gastón Joya al bajo y Rodney Barreto a la batería para interpretar un blues que habían compuesto recientemente “en un ensayo”. Uno a uno, los vientos regresaron al escenario para concluir la pieza. Sonó Estela va a estallar que es uno de los mejores arreglos musicales de Irakere, basado en el tema de Stella by Starlight. Logra crear toda una nueva composición haciendo dialogar los instrumentos entre ellos. Primero, Barreto a la batería junto a Yaroldy Abreu y Dreiser Burruthy a las percusiones y luego el pianista dialogando con Joya al bajo. Estos diálogos combinados, consiguen una sonoridad melódica de tono latino. El público estaba eufórico. “Ahora viene un experimento, un tango-cumbia, un tango-blues, un tango-tango”.
Lorena’s tango. Dedicado a su mujer, este tango empieza con un ritmo argentino, se convierte en salsa hasta acabar con un swing al más puro estilo neoyorquino.
Ya llegaba el momento tan temido, el momento que nadie quiere, el final del concierto. Chucho anunciando “Ahora haremos un tributo a alguien muy importante, causante de que yo exista y esté aquí, un lugar en el que él también tocó”. Interpretaron una de las piezas más conocidas y emotivas de Bebo Valdés, Caridad Amaro dedicada a la abuela de Chucho, sacada del documental Calle 54 de Fernando Trueba y “que sabe a tarde de lluvia en Quivicán” su pueblo natal. La emoción se podía tocar con la mano, hasta que estalló en unos centenares de bravos y aplausos. El público quería más, entonces los músicos interpretaron Bacalao con pan. El trompetista incitó a que todo el mundo se pusiera a bailar. Y después de esta actuación frenética, los artistas se fueron en fila coreando “Baila negrito, baila”.
Las fuertes ovaciones de los espectadores hicieron volver a la banda con un ritmo “funky”. Los diez músicos jugaron con su público incorporándole a la banda, bailando y cantando todos juntos.
Y se fueron saludando con el público rendido a sus pies.
¡Fue espectacular! ¡Fue grandioso! ¡Fue digno del gigante de Quivicán! Un momento inolvidable de los que son capaces de hacerte huir de la realidad.
Chucho Valdés, piano
Gastón Joya, bajo
Rodney Barreto, batería
Yaroldy Abreu, percusión
Dreiser Durruthy Bombalé, batás y canto
Manuel Machado, trompeta
Reinaldo Melián, trompeta
Carlos Sarduy, trompeta
Ariel Brínguez, saxo tenor
Rafael Águila, saxo alto