Teatro Echegaray. 08/06/2013
Texto: Miguel Ángel Barba | Fotos: Daniel Pérez y Jose A. Ramos (Galería 1)
El pasado sábado tuve la ocasión de asistir a CirquElectric, un espectáculo del trío gaditano Glazz más un nutrido y variopinto grupo de amigos, todos ellos con apreciables dotes para encandilar a su propio público por separado, incluso para llenar por sí mismos el propio Echegaray, como en los casos de Pepe Viyuela o Javier Ruibal.
Glazz lleva ya mucho tiempo trasegando locales, salas, festivales, tanto como ocho años. La heterodoxia de su propuesta les permite tanto, el próximo 19 de Julio, estar en la mismísima Baelo Claudia, emulando aquellos tiempos de teatro romano junto al mar, como en agosto en los Jardines de la Buhaira o en el Milwaukee Jazz Club en un concierto glazzcústico. A Glazz no se le resiste nada, están forjados por las tablas de mil y un conciertos y festivales.
Desde su primer trabajo Let’s Glazz (2008) hasta su último proyecto grabado The Jamming Sessions: Take 1, un epé que pertenece a un ciclo de sesiones del que tienen previsto editar otros dos, Glazz ha recorrido medio mundo y participado en festivales de todo tipo como el Jazz Plaza de La Habana, el Manchester Jazz Festival, Etnosur, Siete Soles Siete Lunas o el de Rock Progresivo Lago de Bornos y lo mismo se plantan en El Puerto de Santa María que en Japón, Líbano, Jordania o Reino Unido. Es lo que tiene y aporta su eclecticismo.
Nos visitaban con su propuesta más elaborada y compleja hasta la fecha. CirqElectric es un trabajo conceptual de una energía y vitalidad admirable. Es una historia cargada de atmósferas y múltiples matices, cambiantes, de enorme expresividad, fuerza y contundencia, que dotan al espectáculo de un tapíz sobre el cual, todas las colaboraciones, actuaciones o números que se desarrollan, ganan en color, agudeza, sensualidad, melancolía, nostalgia, humor, destreza y sobre todo ganan en química. Tanto el genio de Lucía Ruibal Inchaurrondo, todo fuerza, vehemencia, pasión, ritmo, hechizo y seducción, con unas bulerías a solas con la batería de Javi que embrujaron a la concurrencia, con un sentido del ritmo y el contraritmo a cual más afinado o ese preciosista daguerrotipo funambulista final dibujado entre ambos. Gran bailaora pese a su juventud. Como la plasticidad de Laura Bolón, embelesadora en las telas, cual mariposa en plena metamorfosis en las alturas, abrigada por una pieza musical que resalta la taumaturgia del momento, sin embargo inquietante con la atmósfera musical que rodeó al trapecio. Los guiños valsísticos y jazzísticos con los fantásticos malabarismos y juegos diversos de Rolabola y Manolo Carambolas. Música con humor acompañando a las cancamusas del Mago Luigi... La contundente voz de Javier Ruibal, de caracoleos inacababless, con unas intervenciones que ayudaron a revelar los aspectos musicales más andalusíes del trabajo y reafirmando la belleza plástica de Laura y de Lucía. El lirismo de los textos en off, cargados de metáforas de gran belleza, las intervenciones entrañables de un Pepe Viyuela que, aun improvisando sobre la marcha, teje brillantemente la trama como maestro de ceremonias o jefe de pista...
Y detrás de todo, bajo todo o por encima de todo, tanto monta, monta tanto, Javi Ruibal todo un equilibrista del ritmo, corazón latiente del espectáculo, ora sístole, ora diástole, unas sincopado otras a todo ritmo, a compás o al aire, pero siempre incansable creando unas arquitecturas rítmicas sobre las que es difícil no tocar bien, no ser mejor músico de lo que se es en realidad. Algo que no parece ser necesario en los casos de José Recacha, guitarrista versátil, decisivo, concluyente, sin límites ni fronteras, de enorme creatividad y que juega con muy diferentes conceptos sonoros, incluso dentro de una misma pieza, investigando todas las posibilidades de las seis cuerdas, lo que enriquece mucho cualquier composición. Al igual que Daniel Escortell, muy afilado a veces, atmósferico otras, rotundo e inapelable en las más, compartiendo con sus dos compañeros virtuosismo, pero siempre al servicio de la banda o de la composición. Para sí quisieran muchos músicos estar sustentados por un tandem armonico-rítmico como Ruibal y Escortell o contar con el todo terreno Recacha. Como decía mi abuela: ¡Qué tres más bien aprovechaos...!
Se pueden buscar muchas similitudes, influencias, conceptualizar aun más su música pero, aunque Glazz puede resistir muchas comparativas no creo que sean del todo acertadas pues una cosa es lo qué te influye y otra bastante distinta el resultado final, lo que luego se elabora, compone o interpreta. De hecho he leído algunas de las comparativas e influencias que se han escrito sobre Glazz y no he visto ninguna referencia a un grupo, a un músico, al que sentí sobrevolar en un tema concreto que, si hubiera sido interpretado a acústica hubiera delatado aun más su influjo: Ian Anderson y sus incombustibles Jethro Tull. Y King Crimson, Muse, Weather Report, .... rock sinfónico, jazz, flamenco, funk, ¿qué más dá? Es Glazz.
Lo más importante de la noche es el todo. La propuesta global en la que cada número y cada tema se adecuan y amalgaman de forma prodigiosa y pródiga, donde géneros y creaciones son como retratos de un espectáculo poético, cargado de ductilidad y maleabilidad pero sólido y consistente, mágico y chispeante donde la carpa en la que se convierte el escenario está sustentada, como en un puzzle de sensaciones, en múltiples emociones y evocaciones que son las que lograron contagiarnos Glazz y sus amigos.
Gracias por hacernos sobrevolar el Echegaray sin red.
Glazz y amigos
Guitarras, sintetizadores y secuencias José Recacha
Batería y percusión Javi Ruibal
Bajo eléctrico Daniel Escortell
Danza Lucía Ruibal
Mago Luigi magia, Rolabola y Manolo Carambolas acrobacias y mimo, Laura Bolón trapecio y tela, Othmane equilibrios y la colaboración especial de Javier Ruibal voz y Pepe Viyuela maestro de ceremonias. Y todo bien engarzado por Montse Ogalla.