El músico Eric Alexander entre semana y trío polaco Kroke que cerró el pasado domingo 10 el Festival de Jazz de este año en el Cervantes en una misma crónca para reflexionar sobre la deriva del festival malagueño.
Texto: Carlos Guerrero | Fotos: Daniel Pérez / TC y promocionales
XXVII Festival Internacional de Jazz.T eatro Cervantes. 10/11/2013
El concierto que Eric Alexander ofreció en el XVII Festival de Jazz de Málaga fue la propuesta jazzísitca más genuina y atractiva que nos dejó la edición de este año. Entiéndaseme bien, esta afirmación no resta valor en absoluto al resto de artistas que completaron el programa, pero si pone de manifiesto el declive de un festival que no contenta al público al que se dirige (nótese la pobre entrada de la mayoría de los conciertos). Los amantes del jazz somos minoría frente al numeroso público que demanda otros estilos. Después del oasis veraniego que nos proporciona El Portón del jazz, el festival de Almuñecar o los de Vitoria o San Sebastián (para los que se animan y pueden desplazarse allí), además de alguna otra cita salpicada dentro de nuestro país, el escuchante de jazz espera con deseo que aparezca el cartel del festival de noviembre en nuestra ciudad para saciar su descuidado apetito. Bienvenidas sean todas las propuestas locales, como los pasacalles, las actuaciones previas en la puerta del teatro o la inclusión de artistas locales como la Insotenible Big Band, Jazztease o Suzette Moncrief, pero se echan de menos ilustres nombres habituales pocos años atrás. Todavía resuenan en nuestros oídos los directos de Corea, Shorter, Bona, Parker o Carter por citar algunos. Dirán los organizadores que es lo que hay en tiempo de crisis, pero nos resistimos a aceptar esta excusa como dogma de fe que todo lo justifica.
Dicho esto iremos al grano, vino el saxo tenor norteamericano acompañado de Fabio Miano al piano, Joseph Farnsworth a la batería y Horacio Fumero al contrabajo. Alexander firmó un concierto serio, a la altura de lo que se esperaba. Su dominio de la melodía y la improvisación guarda reflejos de Parker y Lovano, pero no acaba de romper. Faltó chispa y sobró repetición en la estructura formal de los temas que siempre siguieron un mismo patrón: tema expuesto por el saxofón seguido de rueda de solos que acababan con la vuelta a la cabeza en grupo. Está bien, sí, pero queremos más. A esto hay que sumar el desencuentro de la sección rítmica. Fumero (pero no fuma) no se correspondía con ninguno de los nombres que aparecían en programa, lo cual parece indicar que vino a suplir alguna baja. El argentino afincado en Barcelona trajo todo su arsenal armónico y rítmico para la batalla, pero Fransworth no quería pelea. El uno acelera el tempo, el otro se mantiene firme en el pulso. Si ahora crezco a fuerte, yo me quedo en piano. Y así, cual pareja que riñe y al llegar a la cama se dan la espalda, transcurrió el concierto. Miano se quedó en su sitio, como el niño que no sale del cuarto cuando escucha que los padres discuten, discreto y a lo suyo. Hubo buenos momentos y el nivel de calidad se sostuvo, pero ya está.
El colofón del festival llegó con Kroke (Cracovia en yiddish). El actual trío formado por Tomasz Lato al contrabajo, Tomasz Kukurba al violín y Jerzy Bawol al acordeón mezcla la música tradicional klezmer con la improvisación propia del jazz y sonidos new age. Desde su formación en 1992, Kroke le ha metido mano a todo. Conciertos en los numerosos bares de su ciudad natal, colaboraciones con Nigel Kennedy y Peter Gabriel o flirteos cinematográficos. En concierto, la banda desgranó todos sus éxitos en lo que ellos denominaron un paseo por su historia. Destacó el virtuoso violín de Kukurba que, junto a sus voces, se erigió en el claro líder de la formación. Sus paseos melódicos, los giros armónicos inesperados de algunos temas y las melodías a modo de mantra dentro de temas de largo desarrollo hicieron las delicias de un teatro repleto y entusiasta. Estaban a gusto por volver a Málaga y así nos lo hicieron saber de viva voz y con sus generosos bises. Su directo funciona y arrastra a las masas atraídas por su sonido novedoso aunque algo sobrecargado de reverb y otros efectos. Fue, en definitiva, un concierto placentero tanto para los músicos como para el nutrido público, pero por allí no asomó el jazz que los aficionados demandamos. Quedamos a la espera de propuestas más acordes a lo que algunos esperamos de un festival de jazz internacional.
Eric Alexander– saxo tenor
Joseph Farnsworth – batería
Fabio Miano – piano
Horacio Fumero – contrabajo
Tomasz Kukurba – violín
Tomasz Lato – contrabajo
Jerzy Bawol – acordeón