Portón del Jazz. Alhaurín de la Torre. 12/07/2013.
Texto y Fotos: Miguel Ángel Barba
El viernes llegaba a uno de los festivales de jazz de Málaga con más solera el que fue una estrella de los ochenta y que aun hoy sigue manteniendo una estela y una impronta importantes.
Este cantante y guitarrista, que imprime una fuerza extraordinaria a la guitarra, autor de muchos temas que ayudaron y ayudan a renovar el panorama del blues-soul-rock, tuvo como todos su época dorada, su apagón mediático y su regreso.
Después de dos años sin pasar por el estudio, en 2012 plasmó su Nothin But Love, y ahora está en plena gira de presentación en vivo de este trabajo por nuestro país, eso si, rememorando aquellos éxitos que le llevaron a ser clasificado como el músico de blues soul con mayor repercusión mediática, sin parangón para los tiempos que le ha tocado vivir. El que fuera adoptado musicalmente por B.B. King, con el que actuaba habitualmente, acompañado en sus discos por músicos de la talla de Albert Collins, Johnny Copelan, Stevie Ray Vaughan o Eric Clapton, demostró en El Portón el porqué de todo ello.
Con el paso de los años Robert Cray, además de coger solera, ha sabido adaptarse perfectamente a los cambios que los diferentes géneros que él cultiva han sufrido o han precisado en cada momento, modernizando el blues en sus conceptos musicales y en sus aspectos estéticos y técnicos. Prueba de ello es su último álbum, Nothin but love.
Estamos hablando probablemente y con matices de uno de los grandes nombres del blues mestizo, hasta el punto de que podríamos considerarlo como el negro más blanco que uno pueda encontrar en la música. Cray es un muy buen guitarrista de blues y un gran cantante, aunque su música no tenga muchos puntos de contacto con el blues puro y con raíces. Si bien su voz, su forma de cantar e incluso su forma de tocar la guitarra puedan parecer en general mucho más cercanos al soul que al blues, Cray sabe dotar a sus interpretaciones y composiciones de los ingredientes necesarios para que suene a uno u otro, con aderezos puntuales traginados del rock y el pop.
Alguna vez le han colgado el san benito de falta de sangre, feeling, alma... pero realmente nada de esto falta en su hacer musical, si bien es cierto que no abundan en todos los temas, su versatilidad, fuerza, caracter, productividad, sutileza, ductilidad, sensibilidad y delicadeza hacen que, para aquellos que saben apreciar todas estas sutilezas, Robert constituya un aire fresco en el mundo de la guitarra, del blues y del soul, a veces incluso un revulsivo en momentos de parón creativo en estos géneros. 21 discos le avalan.
Además, sus trabajos siempre han aportado una gran carga de cuidados y prolijos arreglos, calidad sonora y compositiva, rayando los primeros niveles, a la altura de los grandes del género.
Cray nos deleitó con un repaso por su último trabajo así como otros excelentes anteriores, This Time, Chicken in the Kitchen, grandes blues donde sus guitarras suenan ora a lo Buddy Guy, ora a lo Eric Clapton, blues lentos, funk estudiadamente puesto en segundos planos, temas más cercanos al soul, riffs de rock o pop que despuntan de pronto entre otras argucias delicadas y exquisitas. Robert fue calificado como un bluesman postmoderno y realmente es todo un animal de las tablas, tiene ese "no se qué de los grandes" así como la fuerza escénica.
Conciertazo en el que nos permitió recorrer toda su carrera, con un muestrario de aires músicales, todos los que el respira, exhalando esa mezcolanza fruto de su promiscuidad intergenero. Si además cuenta con músicos de gran nivel como James Pugh al teclado, Richard Cousins al bajo y un seguro vida para cualquier músico como es Lester Falconer a la batería, son entendibles los comentarios tan positivos del público a la salida.
El blues encontró nuevos caminos por recorrer y explorar y Robert Cray nos los muestra constantemente.
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