24/10/2016. Teatro Cervantes.
Texto: Carlos Guerrero | Fotos: Laura Fernández Pereiro
El quinteto liderado por el pianista cubano y el norteamericano Joe Lovano al saxo presagian un festival de Jazz para el recuerdo.
Que sí, que no, que sí, que no… así, jugando con la obstinación de un micrófono que no acababa de abrirse, se dirigía Chucho al público por primera vez en la noche. Lejos de parecer un contratiempo para el cubano afincado en la Costa del sol, supuso una oportunidad para marcarse un tumbao improvisado con la banda con la naturalidad del adolescente que deshoja su margarita. Igual da que toquen latin o bop, la Música (con mayúscula) está a flor de piel con este quinteto sobre el escenario y brota a borbotones en cada rincón.
La base rítmica es de las que sostienen cualquier edificio, adornando a la vez la fachada con gusto y acierto, sabedores de su labor de contención pero arriesgando en esos huecos por los que se cuelan los que saben lo que se hacen. Asentada sobre la inconmensurable batería de Francisco Mela, la percusión de Yaroldy Abreu da sabrosura. Mela nos recuerda a Brian Blade en la incontinencia del fraseo, sin olvidarse de la ortodoxia de grandes como Buddy Rich, como dejó patente en sus magníficos solos, en los que juega con el silencio y los redobles de caja mientras pinta filigranas con los platos, los timbales y el cencerro. Abreu, por su parte, convierte las tumbadoras y las congas en pura melodía rítmica, sin necesidad de fríos alardes técnicos.
Y a estos dos fuera de serie se suma el contrabajo de Gastón Joya, quien no contiene las palmas en la caja de su instrumento para sumarse a los solos; se le quedan cortas las cuerdas. Soberbio en los temas lentos, en especial al final de la noche en los lentos.
Si a tan notable trio sumamos a Valdés y a Lovano, queda poco por decir más que exclamar: ¡lo que os habéis perdido si no fuisteis el martes al Cervantes! El piano de Chucho contiene las batidas de las olas del latin y el afrojazz en el firme malecón de la clásica. En su jazz hay guiños a Stravinsky y Thelonious a partes iguales. En su endiablada mano derecha hay horas y horas de estudio. Sabe bien llevarnos al climax en un alocado arpegiado de acordes mientras la mano izquierda busca melodías más quedas y punzantes. Conoce todos los recursos para asombrar al respetable y los usa sin banalizar el discurso, sin que se resienta la calidad musical, todo lo contrario más bien.
Lo de Joe Lovano es punto y aparte. Este genio del saxofón conoce cada curva de su instrumento como si de un apéndice de su cuerpo se tratara. Lo mismo le da el estilo, su lenguaje es una enciclopedia del jazz en si mismo. El homenaje a Parker en Charlie Chan y The dawn of time abrió el concierto con el quinteto aún frío. Pero lo que estos hacen sobre el terreno sin calentar haría palidecer al equipo mejor entrenado.
Mediado el concierto, llegó una improvisación libre sobre un tema de dos escalas ascendentes y progresivamente más agudas que acabaron por levantar los ánimos sobre el escenario. A partir de aquí hubo magia. Y lo supo ver el público que tras cerca de hora y media de jazz pedía más con una ovación en pie.
En cuanto al sonido, faltó empaque en el piano y el saxofón, demasiado atrás en el plano sonoro, si bien a medida que avanzó el concierto el técnico y la búsqueda de acomodo de nuestro oído supieron suplir las carencias. Algo medioso y difuso se escuchaba al contrabajo, que a poco que acentuó la pegada tras el rodaje de los primeros temas dejó de ser un inconveniente
Que sí, Chucho, que sí, que así sí se hace jazz, y que así se programa en el foro principal de nuestra ciudad. Un aperitivo antes del menú que nos espera en noviembre, en un festival de jazz cargado de grande e ilusionantes nombres a los que les han dejado el listón bien alto. Esperamos llegar los postres tan satisfechos que, aunque no nos quede espacio en los estómagos, los catemos solo por gula, por las ganas de seguir disfrutando de noches como esta.
Chucho Valdés, piano
Joe Lovano, saxofón
Francisco Mela, batería
Yaroldy Abreu, percusión
Gastón Joya, contrabajo