La Cochera Cabaret. 19/04/2013
Texto: Víctor Serrato Martín | Fotos: Barbara Knebortova
Hacía tiempo que Albertucho no tocaba por tierras malacitanas, y tal espera mereció la pena, porque nos brindó un espectáculo divertido y de calidad a partes iguales. Como es habitual en sus conciertos, todos los temas fueron tocados de manera diferente al original de la grabación y también de en anteriores conciertos, de manera que una canción lenta la tocaba rápida, la rápida lenta o más rápida aún, pero en el anterior concierto fue lenta.
Diez minutos más tarde de lo esperado, el compositor sevillano, autodenominado “el capitán cobarde” entró al escenario portando su guitarra eléctrica, acompañado de bajista y batería, ante una sala abarrotada, que en todo momento sonó a la perfección.
Empezó el espectáculo con síntomas evidentes de etilismo, lo cual no mermó para nada su espectáculo, que duró aproximadamente dos horas.
El primer tema interpretado fue el que cierra su último album Alegría!, Vengo a registrarte el corazón, dónde se aprecian más influencias que nunca de artistas con Johny Cash (le dedicó un brindis entre tema y tema) o Neil Young, aunque con las letras en castellano y una manera de interpretar muy sorprendete a pesar de su juventud (aún no cuenta las treinta primaveras).
Continuó con el pegadizo No hay nada de valor y con Somos pájaros, donde hizo alarde de su talento tocando la armónica. Ya tenía a todo el público en el bolsillo cuando sonó el quinto tema El pisito, que varió de la original tanto en ritmo como en letra, siendo esta versión mucho más animada que la del album, y que hizo que toda la audiencia lo acompañara con coros.
Llevábamos ya siete u ocho temas cuando mostró sus ideas antifascistas como intro a Superhéroe de Sillón, uno de los temazos del último disco.
Fue muy emotiva la canción Tiempo, tocada a piano y dedicada a su padre fallecido.
Y Llegó la primavera a la hora de concierto para que sonara esa canción tan andaluza (o sevillana), que habla de nuestros barrios y costumbres (que nos gustan los botellines de cerveza), armado con un banjo en vez de guitarra y de nuevo todo el mundo acompañando a los coros.
Siguieron algunos temas a un ritmo frenético, como fueron Mi ángel de la guarda, Alegría o Mi estrella.
Parecía que ya el show tocaba a su fin cuando volvió entrar a tocar unos solicitados ultimos bises, que no fueron uno ni dos, si no cuatro temas más, el primero What a Wonderful World de Armstrong, tocada con ukelele, y terminando con Capitán Cobarde.
En definitiva un concierto muy divertido, un tanto disparatado, pero a la vez emotivo.