Terral. Festival de verano 2012. Teatro Cervantes. 22/07/2012
Texto: Noemí Ruiz | Fotos: Daniel Pérez / TC
El dúo de origen francés ya ha sido encumbrado por la crítica, y este nuevo trabajo no es para menos, ya que nos depara una nueva vuelta de tuerca a su disparatada pero deliciosa carrera.
La puerta estaba a rebosar de gente, el Teatro Cervantes lleno. Todos expectantes, ¿Con qué nos sorprenderían las hermanas Casady en esta ocasión? Si algo puedo decir con certeza de esta banda es que son inclasificables, y precisamente éste es su detalle más atractivo. ¿Indie? ¿Folk? ¿Freak folk? ¿Acid folk? Resulta imposible dar una sola definición que abarque todo lo que vimos el pasado domingo, pero ¿qué más da? ¿Por qué esa manía de etiquetar las cosas? La vida no se puede etiquetar, y de vida estaba lleno el escenario que compartía Cocorosie con Roots Rajasthan. En Abu Dhabi se encontraron ambas bandas durante un festival y allí se gestó la idea de una colaboración que vería la luz por primera vez el pasado mes de marzo.
Lejos se encuentra este cuarto disco de La Maison de mon rêve (una verdadera joya desde mi punto de vista). Radicalmente distinto y por ello fabuloso, sin desprenderse del todo de su cacharrería sonora -ya que es una de las principales señas de identidad del grupo-, este nuevo proyecto nos ha sorprendido a todos al prescindir bastante de sus ruidos cotidianos para girar hacia un aire más jazzístico. Sonidos del mañana y del ayer se funden en un espectáculo donde el contraste es el verdadero protagonista. Entre ellas dos es claro, una tan lírica y otra tan urbana, pero imaginad cuando esto se junta con un grupo de músicos de la India. Los esquemas de tu cabeza se desmontan y empiezas a volar en lo desconocido, en lo nuevo. La sociedad tradicional y la estrafalaria, un mundo antiguo y un mundo nuevo, cielo y tierra,… ¿Y por qué no? ¿Por qué no pueden subirse a un escenario diez personas de mundos totalmente diferentes y crear una armonía que nos contagie a todos? ¿Por qué no pueden compartir camerino un hombre que se viste con el kurta para actuar y una mujer que se siente cómoda con un traje de barrendera de su ciudad? ¿Por qué no?
Cuando la forma es respaldada por el fondo, todo vale. Y es que te guste más o menos, hay algo que es real: el trabajo que hay detrás, las horas dedicadas. Porque en este caso más que una cuestión de talento se trata de una cuestión de saber hacer.
Diez personas jugando a hacer música. Probando, experimentando qué puede pasar si juntas un sonido con otro, tocando lo mismo una guitarra, que un harpa o un piano o deslumbrando con una voz espectacular de soprano como lo hace Sierra (Rosie), mientras que Bianca (Coco) canta con su peculiar falsete e incluye sonidos de objetos cotidianos como sonajeros y juguetes sonoros, flautas chinas y radiograbadoras.
Arte. Pasión. Música. Estando eso, todo está permitido. Y si además te mueven por dentro y por fuera, mucho más. Consiguieron que el Teatro Cervantes al completo bailara con su música. Consiguieron rompernos los esquemas como bien mostraban las imágenes que se proyectaban al fondo de platos que se rompían al chocar contra el suelo. Y consiguieron demostrarnos que volar es posible, bien a través de la música o de algo tan fuerte como ella que te remueva por completo. Grabadas se me quedaron las imágenes de personas que intentaban ascender y que caían irremediablemente, pero al momento lo intentaban de nuevo con la misma fuerza. Y es que la emoción instantánea de volar es más fuerte que el dolor que produce el golpe.
Viendo a Cocorosie me di cuenta de que existe algo que está por encima de las diferencias, que en el fondo las cosas importantes, las de verdad, esas pequeñas que nos aportan la etiqueta de “humano”, son otras, como esa ansia de querer volar o intentarlo al menos.
Bianca voz y flautas
Sierra voz, teclado y arpa
TEZ beatbox
Aditya Bhasin voz, guitarra y dautara
Moarena Ao voz y tingsha
Mahipal Foga karthal
Kusumakar Pandya algoza y flauta de bambú
Ashok Foga dholak y harmonio hindú