Texto: Norberto Rizzo | Fotos: Daniel Pérez / TC
Cuando los argentinos creían todo perdido tras la derrota de la selección liderada por Maradona y especialmente, los residentes en Málaga estaban en proceso de guardar las banderas que hicieron el agosto de las tiendas regentadas por chinos, llegó la salvación de manos de la programación del Teatro Cervantes.
El primer coliseo malagueño iba a ofrecer sus palcos para que, a modo de balcones durante el mundial, pendieran las banderas argentinas, esas mismas que corrían la suerte de dormir hasta un próximo encuentro futbolero.
Y fue así que con el todo el Cervantes decorado con la blanca y celeste, Fito Páez salía al escenario, pasados casi veinte minutos de la hora anunciada. Sólo la silueta en contraluz del músico argentino, desató la ovación de un público, en su gran mayoría compatriota. Si uno se dejaba llevar por el entorno, parecía más estar en el Gran Rex o en el estadio Luna Park de Buenos Aires que en Málaga.
Los gritos del público haciendo mención a temas antiguos del músico o frases típicas del acervo popular rioplatense no dejaron de acompañar toda la velada. Si bien Fito Paez presento un concierto impecable con temas nuevos y algunos que recordaban su trayectoria, el espectáculo estaba compartido por lo que se vivía entre el público. En el patio de butacas se podía vivir el reencuentro con "la gloria de haber sido y ya no ser", como diría el tango. Los que ya pasaron los cuarenta estaban reviviendo su juventud a través de los diferentes temas que evocaban los inicios de Páez, el despertar de la democracia de la mano de Alfonsin, y el descontrol de la juventud, y por unos instantes se veía a estos cuarentones, revivir en la butaca esas épocas y comentárselas con tono de orgullo a sus hijos a los cuales habían arrastrado para quizás enseñarles de dónde viene su padre.
A pesar de sus casi 50 años, Fito Paez demostró que la edad es solo un número que va cambiando con el tiempo, pero que la vitalidad, la energía y el talento perduran a través del tiempo y la distancia. Si bien todo funcionó a la perfección, creo que para este tipo de conciertos el Teatro Cervantes no es el más adecuado. El público se ve muy condicionado a poder expresar con saltos y bailes su conexión con lo que sucede encima del escenario. Como resumen, no hay más que decir que Fito Páez es un grande de la música.
Fito Páez: voz, guitarra y piano
Eloy Quintana: bajo
Julián Acuña: guitarra y coros
César Debernardi: guitarra y coros
Carlos Vallarella: guitarra
Gastón Baremberg: batería
Diego Mauricio Oliveiro: teclado
Juan Pablo Absatz: teclado