09/11/2015. Teatro Cervantes
Texto y fotos: José M. Cortés
Moon World ya nos tiene acostumbrados a espectáculos de este tipo. En el mismo, un grupo de 4 cantantes de distintos orígenes y perfiles hacen versiones apoyados por una banda y con un montaje muy espectacular de luces y sonido. En otras ocasiones ya homenajearon a ABBA o a Queen o incluso existe un Symphonic Pink Floyd. Cuatro voces muy distintas que se van adaptando a las distintas versiones propuestas.
La banda, en este caso está compuesta por guitarra, batería, saxo, bajo y coros para reforzar la puesta en escena. Una escenografía de musical, con una Les Paul gigante presidiendo la estampa y los músicos escalonados en ventanas y luces cegadoras que barren el auditorio completan la puesta en escena del espectáculo. Es precisamente eso, espectáculo, lo que vende y rezuman este tipo de producciones.
El repaso por la historia del Rock comienza con clásicos de los años 50 del siglo XX y va evolucionando dando saltos temporales y tributando a músicos tan variados como Elvis Presley, Bob Dylan, Metallica, U2, Aerosmith o Dire Straits a lo largo de unas 3 horas en las que el público estuvo todo el tiempo entregado ante lo que veían sus ojos. Sí, han leído bien, “lo que veían sus ojos”, luego entenderán por qué. Los cantantes salían, entraban y en solitario o hasta a cuatro voces seguían las melodías que evocaban aquellos tiempos en los que el Rock era el estilo más poderoso de la industria discográfica.
Cuando te dedicas a escribir o a dar tu opinión sobre algo, a veces, llegas a sentirse un extraterrestre; porque parece que, bien tus congéneres, bien tú, llevas unas gafas como las de Están vivos (John Carpenter), que te hacen ver las cosas de otra forma. La pregunta sería, “¿quién ve la realidad?”. Yo desde luego que no ví lo mismo que el entregado respetable. Digo toda esta monserga porque me gusta el Rock, y me declaro seguidor de alguno de los grupos y solistas versionados en este espectáculo. Y me cuesta entender como personas a las que también les gusta el Rock, o que se declaran aficionados al Rock disfruten de esto. El motivo es ese filtro que tienen los espectáculos de Moon World de “gala televisiva” de José Luís Moreno, con muchos medios pero más bien trasnochada. Mi sensación desde un primer momento fue la misma, la de estar en la fiesta del viernes de un hotel –de lujo, eso sí-, de un crucero o un casino de Las Vegas… No sé si entienden esa sensación, pero esa es la misma que tuve al ver a Loquillo en un anuncio del Sabadell.
El Rock, es algo más que un estilo musical, es una actitud y ver como se coge todo lo que supone eso y meterlo con calzador en una mezcladora y convertirlo en cabaret es algo que me agrede. Sobre todo, porque, aunque no se pretende que los músicos sean unos drogadictos degenerados, al menos, deben tener una actitud rockera, es un lenguaje corporal, una forma de expresar, de cantar que separa los buenos rockeros de los malos. O lo que es lo mismo, la esencia misma del Rock. Eslogan escogido para la publicidad del evento, que se convierte en premonitorio de lo que vende y que realmente no tiene. Es como vender un balconcito de metro y medio como terraza… En este caso, técnicamente, hay poco que reprochar. Sin embargo, es ese halo de luces y estrellas de salón, que desprende History of Rock, con estilo de musical el que no me gusta un pelo. Es un descafeinado, una versión de Operación triunfo, una cerveza sin alcohol. Y lo peor es que, a pesar de su elevado precio, llena el teatro y satisface al personal. ¿Tan adocenados estamos que ya no sabemos discernir lo es que original de lo que es una copia técnicamente perfecta pero sin alma?. Es sólo mi humilde opinión, y seguramente me equivoque, pero si lo sé, no voy.
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