Mark Knopfler volvió a Málaga y como siempre triunfó. De hecho debería decir que ya había triunfado antes de llegar dado que hacía dos semanas que todas las entradas estaban vendidas.
Plaza de toros de La Malagueta. 27/07/2013.
Texto: Miguel Ángel Barba | Fotos: José M. Cortés
Traía junto a las maletas de sus guitarras nuevo disco. Un nuevo/viejo álbum doble, octavo de su carrera en solitario: Privateering. El nexo con los siete anteriores es una tónica habitual en el músico escocés, esa atmósfera melancólica, lánguida, como suforma de cantar, y no uso lánguida en sentido peyorativo. Más bien en sentido emocional. La misma atmósfera que creó en La Malagueta. De hecho muchos de los temas interpretados, de diferentes álbumes, podrían haber formado parte del mismo. Knopfler siempre es Knopfler.
Desde que comenzara su declive creativo, a decir de muchos a partir de 2001, es cada vez más cicatero en sus creaciones. Pocos cambios de composición y mucho tirar de fondo de armario en cuanto a acordes, riffs, licks, arreglos... Ha madurado mucho como músico y se le nota la seguridad, la solera propia de uno de los grandes, con mucho a sus espaldas, pero se atisba una menor energía y alegría en su modo de tocar. Una cierta atonía al caminar que diría el poeta. Se ha vuelto muy conformable. Como su público. A un guitarra de su nivel siempre se le debe pedir más. Es cierto que en ese sentido no es un Santana que lleva 40 años tocando los mismos temas. Pero si es cierto que, como él mismo reconoce, le encanta no hacer nada.
El concierto tuvo dos caras bien diferentes. Cuando el sonido era agradable al oído y limpio, habitualmente ligado a poca instrumentación: pocas guitarras y pocas alfombras de teclados pasadas de volumen, y arreglos sencillos en su concepción. Y, por otra parte, cuando el sonido impedía disfrutar de los temas interpretados: desde un bajo acoplando durante todo un tema por un esceso de volumen y un pedal de sonido mal escogido o modulado, hasta una canción con excesivo acompañamiento, demasiados instrumentos superpuestos, con una verdadera amalgama de volúmenes uno sobre otros.
Realmente tanto la cuestión sonido como la de bajo nivel creativo no parece ser algo que moleste en esceso al respetable incondicional. Pero cuando uno suelta 50 castañas por un concierto de uno de los grandes "míticos" según algunos... la cosa varía, uno tiene que volverse más exigente y recordarle que él es el de los arpegios de colores, infinitos, el de los matices constantes, el de las melodías preciosistas y el de los punteos a cinco dedos.
Bien es cierto que el concierto nos dejó un amago de todo, como una pequeña exposición de lo que fue y lo que seguirá sindo. Un poco de cada: ramalazo de su primera época con tres temas que grabó con Dire Straits, tirada de temas de bandas sonoras, algunas canciones que grabó con Emmylou Harris y que sin la voz femenina pierden algo, y tacada del nuevo trabajo con buenos aires de folk y tintes célticos, rock&roll -poquito- y country -mucho-. Realmente lo que le viene apeteciendo tocar en los últimos años (o décadas).
El veterano guitarrista tuvo que encajar ese mismo día la muerte de J.J. Cale uno de sus paradigmas junto a Hank Marvin o Chet Atkins. Afortunadamente estuvo bien acompañado del polifacético multiinstrumentista John McCusker al violín, guitarra acústica, mandolina y flauta, Un buen Jim Cox al piano, los teclados y el acordeón, un muy buen interprete de los de Eolo como es Michael McGoldrick con las flautas y la gaita, Richard Bennet a las guitarras -discreto, en segundo plano siempre excepto en su solo-, Guy Fletcher con los teclados y guitarra acústica, Ian Thomas a la batería y Glenn Worf al bajo y contrabajo, dejándonos momentos musicales muy buenos. Algunos de ellos no pudieron disfrutarse plenamente debido al nivel de gritos y chiflidos de buena parte del público cuando Knopfler dejaba de cantar. Las cosas de los mitómanos, que no valoran lo que rodea a sus mitos y, en muchos casos, incluso demostrando que no entienden de música. Si no, no me explico en dos momentos muy brillantes de los músicos: precioso solo de piano y momento de pizzicatos entre contrabajo y violín que iban bajando progresivamente el volumen, de forma inversamente proporcional a como subía el ruído producido por el público.
De verdad no termino de entenderlo, pero bueno, cada cual disfruta a su manera de la música, algunos incluso no oyéndola y no dejando oir a nadie.
El rey de los arpégios mágicos llegó a Málaga, tocó y venció. Aunque no a todos convenció. Es sus horas más bajas desde un punto de vista creativo, que no como intérprete, ha sacado un disco bueno, que no expléndido, sigue siendo igual de agradable oírle tocar (aunque en directo no suene igual de bien) y se sigue disfrutando de su peculiar modo de arpegiar y tocar con los dedos, el sonido tan especial que saca a sus guitarras y sus bonitas melodías.
Una agradable noche de nostalgia, aunque también de comprobar que hay presente en el de Glasgow aun con sus 64 años, casi tantos como guitarras tiene.
Nuestras mejores imágenes en flickr.com pinchando aquí.
Comentarios
Lo dicho, un genio, uno de los músicos más completos, como compositor, intérprete..., 50 euros muy bien gastados, repetiré...